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Toni Negri (Parka Projects on Wikimedia Commons)

Recordando a Toni Negri, 1933-2023

Traducción: Martín Mosquera

Las ideas de Toni Negri surgieron de las luchas obreras y estudiantiles de los años sesenta y setenta, y de su fracaso a la hora de abrirse camino.

Toni Negri, fallecido esta semana a los 90 años, fue el pensador marxista más influyente surgido en Italia durante la explosión social y política de los años sesenta y setenta.

Al margen de la Revolución portuguesa, las luchas de aquellos años alcanzaron su punto álgido en Italia. Una revuelta estudiantil alimentó una oleada de huelgas salvajes durante el Otoño Caliente de 1969. La radicalización de obreros y estudiantes dio lugar a la mayor extrema izquierda de Europa.

Negri formaba parte de un grupo de jóvenes intelectuales de izquierda que se anticiparon a esta evolución. Intentaron salir de lo que Mario Tronti, fallecido este verano, llamó «el bosque petrificado del marxismo vulgar» practicado por los partidos comunistas y socialistas reformistas.

Tronti, en su libro fundamental Obreros y capital (1966), expuso la tesis fundamental de lo que llegó a llamarse «obrerismo». «Nosotros también concebíamos el desarrollo capitalista en primer lugar y los trabajadores en segundo lugar», escribió. «Esto fue un error. Ahora tenemos que darle la vuelta al problema, cambiar de orientación y volver a empezar desde los primeros principios, lo que significa partir de la lucha de la clase obrera… el desarrollo capitalista está subordinado a las luchas de la clase obrera».

Aunque académico, Negri promovió el obrerismo en las fábricas químicas de Porto Marghera, cerca de Venecia. Ayudó a crear varias organizaciones revolucionarias.

Pero en la segunda mitad de la década de 1970 la clase dominante italiana empezó a estabilizar la situación. Le ayudó el «compromiso histórico» entre la Democracia Cristiana dominante y el Partido Comunista. Mientras tanto, la extrema derecha y sus aliados en la policía y los servicios de inteligencia aplicaron una violenta «estrategia de tensión».

Negri fue uno de los miembros de la extrema izquierda que reaccionaron viendo a la clase obrera organizada como un obstáculo para la revolución. Otros abrazaron el terrorismo. Esto culminó con el secuestro y asesinato del ex primer ministro Aldo Moro en 1978. Negri fue inculpado y condenado a 34 años de cárcel. Entre encarcelamiento y encarcelamiento, pasó 14 años exiliado en Francia. Finalmente fue liberado en 2003.

Para entonces, Negri contaba con una audiencia mundial. Desde la cárcel, junto con el teórico crítico estadounidense Michael Hardt, escribió Imperio. En él ofrecía un análisis marxista de la globalización neoliberal del capitalismo durante la década de 1990. Apareció en 2000, poco después de que surgiera un nuevo movimiento anticapitalista en las protestas masivas contra la cumbre de la Organización Mundial del Comercio celebrada en Seattle en noviembre de 1999.

Imperio tuvo un enorme impacto en los activistas de este movimiento en rápida expansión, cuyo punto álgido se produjo con las enormes protestas mundiales contra la invasión de Irak el 15 de febrero de 2003.

El valor del libro reside en su intento de enmarcar estas nuevas luchas en un marxismo desarrollado durante el auge de los años sesenta y setenta. También está impregnado de un optimismo sereno expresado en las famosas líneas finales que anuncian «una revolución que ningún poder controlará… Esta es la irreprimible ligereza y alegría de ser comunista».

Todo el mérito es de Hardt y Negri por demostrar la relevancia del pensamiento de Marx en un momento en que había sido descartado como perro muerto tras la caída del Muro de Berlín en 1989. Pero Imperio y sus secuelas -Multitud (2004) y Commonwealth (2010)- adolecían de dos graves defectos.

En primer lugar, Hardt y Negri sostenían que «el imperialismo se ha terminado». El capitalismo, sostenían, había trascendido el Estado-nación, convirtiéndose en un «poder transnacional en red». No previeron en absoluto que la globalización del capital conduciría a la nueva era de competencia geopolítica entre potencias imperialistas que estamos viviendo ahora.

En segundo lugar, Hardt y Negri argumentaron que la clase obrera había sido sustituida por una más amorfa «multitud» de todos aquellos dominados por el capital. Plantearon cuestiones importantes sobre cómo había cambiado la clase obrera en la era neoliberal, pero no vieron que el capital sigue dependiendo de la explotación del trabajo asalariado.

Toni y yo debatimos esta cuestión poco después de su liberación, ante un público numeroso y entusiasmado, en el Foro Social Europeo celebrado en París en octubre de 2003. Era un orador formidable, aunque suave y cortés en la conversación. Pero sus modales ocultaban la fuerza política que le llevó a la cárcel para contribuir a la supervivencia del marxismo en el siglo XXI.

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Publicado en Artículos, Estrategia, Historia, homeIzq and Teoría

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