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Colombia: de los bloqueos a las asambleas populares

Los movimientos sociales intentan persistir en nuevas formas, a pesar de la terrible represión sufrida. Los bloqueos de carreteras están cediendo su lugar a la organización de los manifestantes en asambleas populares, la nueva cara de la movilización.

“Fuera, fuera, fuera”: estas eran las palabras que gritaban los habitantes de Puerto Resistencia y los últimos jóvenes en primera línea antes de ver su espacio invadido por la policía y otros cuerpos del aparato represivo colombiano. Fue el 26 de junio. A las cuatro de la mañana, un contingente de 1.000 hombres (500 policías, 250 soldados, pero también miembros del ESMAD, del Grupo de Operaciones Especiales -GOES- y policías vestidos de civiles), acompañados de tanques y helicópteros, aterrizaron por sorpresa en el principal punto de resistencia de la revuelta colombiana. Ingrid, que ha estado allí desde el principio, sigue marcada por la extrema violencia de esta intervención:

Atacaron con rifles y ametralladoras. Se nota porque el sonido es diferente. También utilizaron mucho gas lacrimógeno, que afectó a los recién nacidos que estaban presentes.

A mediados de junio, la mayoría de los bloqueos en la ciudad de Cali se habían levantado, pero los de PR aún se mantenían. En los días previos a esta intervención final, muchos de los jóvenes que estaban en el frente habían abandonado la escena por miedo a ser detenidos y luego perseguidos por el Estado colombiano. El último punto de resistencia en la ciudad había caído. Del lado de los manifestantes, esto fue visto como una limpieza.

Puerto Resistencia, buque insignia de la revuelta popular colombiana

PR se encuentra en la Comuna 20, en el suroeste de la ciudad. No es sólo un barrio popular donde la revuelta fue más fuerte que en otros lugares. El PR nació del paro nacional del 21 de noviembre de 2019, sustituyendo el antiguo nombre de Puerto Rellena. Este último era un lugar popular conocido por sus salchichas y tripas de cerdo. PR se ha convertido en el epicentro indiscutible de la lucha popular en Cali, un lugar de autoorganización política que cuenta con el apoyo inquebrantable de los habitantes del barrio. Durante el paro nacional, la zona registró el mayor número de muertes y violaciones de los derechos humanos.

En la plaza, el paisaje es revolucionario. Las fachadas de los negocios han sido cubiertas con pinturas y lemas militantes. Una comisaría de policía ha sido rebautizada como biblioteca cultural. Son frecuentes las asambleas populares al aire libre. La zona cuenta con una misión médica y una cocina comunitaria que proporciona comida y bebida a los manifestantes.

En PR, la gente no sale a entretenerse o a cambiar de opinión. Los manifestantes en la mítica rotonda salen a protestar contra las fuerzas que creen que están destruyendo sus vidas. Si la zona se ha convertido en un símbolo de la revuelta colombiana durante el paro nacional, es gracias al compromiso continuo de los jóvenes de la primera línea, presentes las veinticuatro horas del día en la escena. Hay unos doscientos. Han decidido abandonar sus casas de familia y vivir en el lugar para exigir al menos más justicia social, en el mejor de los casos un cambio de paradigma.

Muchos de ellos están desempleados o han perdido su trabajo al incorporarse al frente. Temiendo ser identificados, se esconden con ropa deportiva, grandes gafas y pasamontañas. Durmiendo en chozas rudimentarias al borde de la mítica rotonda, tienen picaduras de mosquitos en las piernas y los brazos. En un clima de violencia generalizada, exacerbada por los medios de comunicación oligárquicos, hacen hincapié en su pacifismo. Uno de ellos argumenta: “Aquí no hay armas, hay corazones, humildad, fatiga”.

En su mayoría, proceden de los barrios obreros de la ciudad. Antes de estar en la primera línea, fueron los primeros en ser excluidos de los sistemas de salud y educación del país. Todavía lo son. Cerca del famoso “monumento a la Resistencia”, un joven muestra un “medicamento de paracetamol”. Se refiere a la inmensa dificultad de conseguir una cita con un especialista, a la necesidad de esperar varios meses para hacerlo y a una medicina basada en analgésicos básicos.

Su discurso es claro y tiene un enemigo designado: la oligarquía, la corrupción. Los delincuentes con corbata, como también se dice. Algunos no dudan en señalar a un “narcoestado” que haría mejor en enviar a la policía a proteger a los campesinos del Cauca y el Putumayo de los narcotraficantes que en disparar a los jóvenes desfavorecidos que luchan por sus derechos. Los colectivos feministas también están presentes en PR como en otros puntos de resistencia. Se pueden ver consignas como “En Cali, las mujeres paramos”.

En su revolucionario diseño, los jóvenes de la primera línea no están aislados. Tienen asesores educativos. Ingrid, maestra de escuela, es una de ellas:

No estaba en la escena veinticuatro horas al día. Pero ayudé a los que estaban a organizarse lo mejor posible, por ejemplo a crear una mesa de diálogo o comités de salud. Fuimos unos diez los que asumimos esta función educativa, principalmente profesores, profesionales de la salud y abogados.

Además de los jóvenes en primera línea y sus asesores educativos, el sitio también recibe la visita de muchos manifestantes ocasionales. Paula es enfermera y conoce las difíciles condiciones de trabajo de los profesionales sanitarios en su país. Viene con frecuencia a PR para participar en las asambleas populares o para tomar prestados libros de la biblioteca. Me lo dijo:

Solía ir más a la Loma de la Cruz para manifestarme. Luego me enteré de que la dinámica había cambiado y que en PR eran más populares y más activas en términos de producción cultural. Además, vivo al lado.

 

Un movimiento social que continúa a pesar del fin de los bloqueos

Aunque el bloqueo de PR se levantó el 26 de junio, dejó un monumento: el “monumento a la resistencia”, en homenaje a las víctimas de la violencia policial y en apoyo al paro nacional. Es una obra colectiva en la que participaron activistas de primera línea, artistas, ingenieros y ciudadanos de todo tipo, con la colaboración proactiva de los vecinos del barrio. Todos trabajaron de forma voluntaria. Una campaña recaudó seis millones de pesos para comprar los distintos materiales. Las mujeres que eran demasiado mayores para contribuir físicamente a la construcción se dedicaron a repartir las comidas diarias a los jóvenes que trabajaban en la obra.

Construido en diecisiete días, el monumento tiene doce metros de altura. Se trata de una mano izquierda, una punta levantada que sostiene un cartel que dice “Resistir”, con los colores de la bandera colombiana y los rostros de las víctimas de la violencia policial. Más abajo, se lee: “¿Por qué nos matan?. . También hay un dibujo de una bruja indígena y de una olla que simboliza la cocina comunitaria. El monumento fue incluido inmediatamente en el patrimonio histórico de la ciudad de Cali y el alcalde Jorge Iván Ospina aseguró, a pesar de las fuertes presiones, que no sería destruido.

El bloqueo de PR también dejó numerosos murales alrededor de la mítica rotonda. Entre ellos, el retrato del famoso cantante de Buenaventura, Junior Jein, asesinado por unas letras consideradas demasiado subversivas.

Aunque se han levantado los bloqueos de PR, la zona sigue viviendo al ritmo de las reivindicaciones políticas originales. Todavía se puede escuchar el lema “Qué viva el paro nacional”. La zona ha dejado de ser un punto de bloqueo y ahora actúa de manera ordenada. El bloqueo del tráfico vial ya no es un objetivo y los activistas aspiran a transformar el lugar en un espacio cultural reconocido a nivel nacional. De este modo, la biblioteca no sólo se conserva, sino que es objeto de mejoras.

¿Hacia un final negociado del conflicto social?

Las asambleas populares continúan, más que nunca, en Puerto Resistencia, en los demás barrios de la ciudad y en todo Colombia. La capital, Bogotá, está a la cabeza en este tema. Desde que se levantaron los bloqueos, estas asambleas populares permanentes han surgido como la principal expresión de los levantamientos en Colombia.

Las manifestaciones y los bloqueos de las primeras semanas han dado paso al trabajo educativo, la participación colectiva y la formación política. El 15 de julio, la Unión de Resistencias Cali -URC- (que agrupa a los diferentes frentes de la ciudad y que fue reconocida el 31 de mayo de 2021 por la alcaldía como movimiento autónomo) organizó la primera asamblea popular nacional para definir el horizonte político del movimiento. Con la ayuda de varias universidades, se crearon once mesas de diálogo en diferentes ámbitos, como la cultura, el deporte y los derechos humanos, y se crearon comités especializados.

Ante las estrategias de estigmatización, represión y judicialización de la protesta social por parte del gobierno, el movimiento se muestra cauto y busca una solución negociada al conflicto social. Sin embargo, el progreso del diálogo con las autoridades dista mucho de ser evidente y los bloqueos intermitentes de las carreteras pueden incluso reaparecer. Un miembro muy activo del frente de Puerto Resistencia (apodado “El soldato”) lamenta la lentitud de las discusiones que se llevan a cabo desde mayo: “Los representantes de la administración pública siguen posponiendo las reuniones para ganar tiempo y no se consigue nada”.

En sus esfuerzos, los manifestantes necesitan apoyo legal. Los abogados les ayudan a dar existencia legal a las nuevas estructuras, a legalizar el proceso de negociación con las autoridades o a impugnar la legalidad de las prácticas policiales. Ya se han interpuesto varias acciones de tutela en relación con el derecho fundamental a la vida, a la manifestación, a la libertad de reunión o a la libertad de circulación. También hay organizaciones sin ánimo de lucro que prestan asistencia voluntaria, como la Asociación Americana de Juristas.

La anexión por la fuerza de Puerto Resistencia el 26 de junio es un ejemplo y un recordatorio de la feroz represión policial y militar que se ha producido en Colombia desde el inicio de las históricas protestas. Esta represión ha sido fuertemente denunciada, no sólo por los manifestantes, sino también por muchas organizaciones de derechos humanos y por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Ante las críticas, el presidente Iván Duque se vio obligado a hacer público el 19 de julio un proyecto de reforma de la Policía Nacional, lejos de ser unánime. En un país fuertemente marcado por la delincuencia común y el crimen organizado, la policía es un tema que genera muchas divisiones.

Ante la proximidad de las elecciones legislativas y presidenciales de marzo y mayo próximos, es de esperar que la atención de la opinión pública no se desvíe de lo que animó la lucha en su punto de partida: las desigualdades, el nivel de vida de la mayoría del pueblo, la cuestión social.

 

Las fotografías que ilustran este artículo fueron tomadas por el autor. Artículo publicado originalmente en Contretemps.

 

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