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Ecuador: la victoria pírrica de la derecha

Las fuerzas políticas progresistas de América Latina sufrieron un severo revés el 11 de abril en Ecuador. Con la victoria del banquero conservador Guillermo Lasso sobre el economista progresista Andrés Arauz, la continuación de la agenda neoliberal de Lenin Moreno queda fuera de discusión.

El camino hacia la segunda vuelta de las elecciones resultó ser uno de los más turbulentos de las últimas décadas, plagado de diversos intentos de sabotaje o bloqueo absoluto de la candidatura de Arauz, así como de la incertidumbre sobre quién sería el candidato a enfrentar en segunda vuelta. Luego de una amarga disputa entre el candidato del partido indígena Pachakutik, Carlos Yaku Pérez, y Guillermo Lasso, el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció que Arauz enfrentaría al banquero en el balotaje.

El terreno político inicial parecía favorable al candidato de la Revolución Ciudadana. La coalición Unión por la Esperanza (UNES), que incorporó a las principales fuerzas políticas del correísmo, fue la ganadora de la primera vuelta con casi el 33% del total de votos frente al casi 20% de Lasso. También ganó 49 de los 135 escaños en la Asamblea Nacional, lo que la convierte en la principal fuerza política del país. Otra parte significativa de la votación se dividió entre otros dos candidatos que afirmaron representar alguna versión del progresismo: Yaku Pérez y el candidato de Izquierda Democrática, Xavier Hervas, que obtuvieron un 19,39% y un 15,68% respectivamente.

Inicialmente, se esperaba que la mayoría de esos votantes respaldaran la candidatura de Arauz en base a sus «credenciales progresistas», especialmente por asumir las banderas del feminismo y por el apoyo que luego recibió del presidente de la Confederación Ecuatoriana de Naciones Indígenas (CONAIE), Jaime Vargas. Las encuestas de opinión previas a la segunda vuelta también mostraban que Arauz lideraba la votación, con una ventaja de entre 5% y 8% sobre Lasso. De hecho, la candidatura de Arauz, en tanto economista de izquierda y posible primer presidente millennial en Sudamérica, contrastaba de manera tajante con la de Guillermo Lasso, conservador tradicional y representante del antiguo régimen neoliberal.

Entonces, ¿cuáles fueron los factores detrás de la sorprendente victoria de Lasso? Su triunfo se puede atribuir a una serie de eventos que comenzaron con la ruptura de Lenin Moreno con el legado del expresidente Rafael Correa, la adopción de políticas de derecha y el inicio de una alianza política de facto con el banquero corporativo. Varios otros factores clave debilitaron la campaña de Arauz, impulsaron la imagen de Lasso entre grupos demográficos fundamentales en las tierras altas y en las regiones amazónicas, e impidieron la creación de un frente único de izquierda contra el candidato neoliberal.

Desafíos para Arauz y la revolución ciudadana

Cuando analizamos el ambiente político y el terreno donde se desarrolló la batalla por la presidencia de Ecuador, queda claro que la correlación de fuerzas siempre estuvo en contra de cualquier posible candidato de izquierda. La represión, la persecución política y la promoción de narrativas mediáticas falsas contra varias figuras de izquierda se ha convertido en la norma en la política ecuatoriana durante la presidencia de Lenin Moreno.

Si bien la represión del levantamiento de octubre de 2019 dejó decenas de muertos, cientos de heridos y miles de detenidos entre los diversos activistas de movimientos indígenas y sociales, ninguna otra organización política ha sufrido el nivel de persecución que soportó la Revolución Ciudadana. Con Rafael Correa exiliado a la fuerza en Bélgica, el ex vicepresidente Jorge Glas encarcelado, los exlíderes Gabriela Rivadeneira, Ricardo Patiño, Sofia Espín y Carlos Viteri exiliados en México, el movimiento había sufrido, efectivamente, un vacío de liderazgo sobre el terreno, en el país, durante los últimos años.

La pérdida del partido Alianza País ante Moreno y su facción política, las prolongadas disputas legales con el CNE sobre el registro del nuevo partido, así como sus constantes intentos de dar de baja y eliminar cualquier organización electoral que representara a los candidatos habían impedido efectivamente que el movimiento construyera nuevas estructuras políticas, lo que puso en peligro la posibilidad de que un candidato pro-Correa compitiera en las elecciones de 2021.

Al mismo tiempo, el legado de Correa y la Revolución Ciudadana soportó un aluvión constante de ataques mediáticos centrados en la supuesta corrupción de la administración del expresidente, los supuestos vínculos que Correa y Arauz han tenido con grupos guerrilleros armados en Colombia (específicamente, las FARC y el ELN) y las fake news sobre la supuesta intención de Arauz de desdolarizar la economía ecuatoriana, considerada durante mucho tiempo un pilar clave de la estabilidad económica del país.

Con estos factores combinados, la posición inicial de Andrés Arauz para la candidatura presidencial se vio seriamente perjudicada incluso antes de que el proceso electoral entrara en la fase de campaña.

La campaña de Lasso y su improbable victoria

La campaña de Guillermo Lasso para la segunda ronda fue sorprendentemente diferente a la de la primera ronda. En el preludio del 7 de febrero, el banquero corporativo se centró principalmente en la política y los temas que definían su base de votantes: la defensa de la «familia tradicional», la oposición acérrima a Correa, el «abrazo» de Estados Unidos y el libre comercio, la reducción de los impuestos a las empresas y la mayor reducción del sector público del país, entre otros.

Luego de su segundo lugar, su campaña se enfocó en capturar los votos de la juventud, las naciones indígenas y la clase media urbana, que previamente había votado por Pérez o Hervás. Esto fue particularmente evidente en el uso de varias plataformas de redes sociales, en particular Tik Tok y Facebook, que intentaron encubrir su pasado como banquero corporativo y, en cambio, lo presentaron como un candidato que buscaba defender los derechos de las mujeres, reducir la alta tasa de feminicidios del país y apoyar los derechos de los animales y el medio ambiente. Al mismo tiempo, su campaña se centró en atacar a Arauz en varios frentes, intentando retratarlo como un sucesor de Lenin Moreno, como un peligro para el proyecto de dolarización del país y como alguien con la misma visión «autoritaria» que Correa.

La campaña de Lasso también utilizó el eslogan común entre la derecha latinoamericana de advertir que Ecuador estaba en peligro de «convertirse en otra Venezuela» si la Revolución Ciudadana regresa al poder. La campaña tuvo un enfoque particularmente fuerte en la región de Pichincha, la segunda más grande del país, considerada por muchos como el campo de batalla electoral clave en las elecciones.

La campaña de Arauz, por otro lado, se centró principalmente en el legado de la Revolución Ciudadana y sus propias propuestas: la restauración de la inversión pública y los programas sociales iniciados bajo Rafael Correa, la transferencia de $1000 en efectivo a un millón de familias ecuatorianas como vía para superar la actual crisis económica y el desarrollo de un veloz plan de vacunación —con la ayuda de Rusia y China—. También hizo eje en la necesidad de superar las diferencias históricas entre el correísmo y el movimiento indígena. Arauz se abstuvo, en gran medida, de atacar directamente a Lasso. Si bien se ocupó de resaltar su papel pasado en la crisis financiera de 1999-2000 y en la dolarización del país, tomó una posición defensiva que permitió a Lasso polarizar el debate político en torno a la dicotomía «Correísmo vs. anti-Correísmo». Esta polarización también se vio reforzada por las posiciones políticas adoptadas por la CONAIE y varios líderes indígenas.

El gambito de la CONAIE

La decisión de la CONAIE y el partido Pachakutik de rechazar la candidatura de Andrés Arauz y hacer campaña activa por un voto nulo fue posiblemente el factor más decisivo en la victoria de Guillermo Lasso. Al observar las diferencias entre el número total de votos en blanco y nulos sobre el total de votantes registrados, se hace evidente que la campaña de las organizaciones indígenas fue brutalmente efectiva para reducir la participación en segunda vuelta.

El número de votos válidos se redujo de 9.273.423 a 8.894.041, mientras que el número total de votos nulos aumentó de 1.013.395 a 1.761.433. El efecto parece aún más asombroso cuando se compara con las estadísticas de la segunda vuelta de las elecciones generales de 2017, donde el número total de votos válidos ascendió a 9.895.407 y el número total de votos nulos fue solo 670.731. La campaña de voto nulo fue particularmente efectiva en las regiones de las tierras altas y la Amazonía, donde el voto general de Lasso fue el más alto. En algunas de estas regiones, como Cotopaxi, Chimborazo, Tungurahua, Bolívar, Azuay y algunas otras, el voto nulo incluso superó en número al total de votos obtenidos por Arauz.

Esta campaña de rechazo fue justificada por los dirigentes de la CONAIE, en particular Leonidas Iza, como «muestra de respeto a la decisión colectiva de las bases de las organizaciones y movimientos sociales» y como la forma de definirse como la verdadera fuerza política de izquierda del país opuesta al neoliberalismo. Tras la victoria de Lasso, Iza proclamó el 11 de abril que «fue el correísmo el que perdió, más que la izquierda» y que ahora era el momento de unir a todos los sectores populares y «convertir las calles en campos de batalla» contra el gobierno entrante de Lasso.

Desde la perspectiva de la CONAIE, esta estrategia fue diseñada para distinguirlos de la izquierda dominada por Correa y su legado y como forma de demostrar sus credenciales como «la alternativa de los pueblos» tanto ante el neoliberalismo conservador de Lasso como ante el supuesto «autoritarismo» de Correa. Sin embargo, también le ha entregado a la CONAIE el desafío de demostrar su genuina oposición a las políticas de Lasso, mientras se ve abrumada por la responsabilidad de haber ayudado indirectamente a Lasso a ganar en la segunda ronda.

El futuro incierto

Si bien el triunfo presidencial de Lasso es sin duda una victoria para la élite económica del país y la clase política conservadora tradicional, conlleva un alto costo y trae aparejado un riesgo a largo plazo. Al asumir la presidencia con una plataforma de continuidad de las políticas neoliberales de su predecesor, Lasso está recibiendo efectivamente el cáliz envenenado de la mala gestión, el aumento de los niveles de pobreza y la implementación del programa del FMI.

Estas mismas condiciones sirvieron como catalizador para el levantamiento masivo en octubre de 2019, y es probable que conduzcan a una rebelión de un tipo similar si Lasso continúa el curso trazado por Moreno. El rol que jugará la izquierda en este levantamiento y la posibilidad de que logre derrocar las políticas neoliberales de Lasso dependerá enteramente de su capacidad para unirse en torno a una plataforma de metas y objetivos comunes. Pero tal como quedó planteado el clima poselectoral, esta unidad parece poco probable.

En la Asamblea Nacional, el movimiento Revolución Ciudadana y su coalición Unión por la Esperanza seguramente continúen la misma trayectoria política que los definió en los últimos cuatro años: oposición a la privatización de las industrias estatales, a los recortes al gasto social y a la búsqueda de Lasso de un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos. Así quedó demostrado en una de las últimas sesiones clave de la Asamblea Nacional, cuando el bloque de la UNES votó en contra de la privatización del Banco Central del país, otro objetivo de larga data de las ambiciones políticas de Lasso.

La trayectoria política de Pachakutik y la izquierda democrática es mucho más incierta. A lo largo de la administración de Lenin Moreno, los diputados de Pachakutik apoyaron muchas de sus políticas y reformas clave, especialmente el referéndum de 2018 y la «Ley Humanitaria» aprobada en mayo de 2020, que allanó el camino para la precarización laboral durante la pandemia. Tanto Xavier Hervás como Yaku Pérez han demostrado una y otra vez su acérrimo antagonismo hacia Rafael Correa y su movimiento, mientras que en varias ocasiones respaldaron indirectamente la candidatura de Lasso: en 2017, Yaku declaró que «un banquero era preferible al dictador», mientras que Hervás dijo que votaría por Lasso en la segunda vuelta de las elecciones de 2021. Sin embargo, las bases políticas y sociales que los elevaron a posiciones de influencia y liderazgo en sus respectivas organizaciones parecen estar mucho más divididas sobre la postura a adoptar ante el futuro gobierno.

El ala izquierda del movimiento CONAIE, representada por Leonidas Iza, probablemente intente llevar a Pachakutik hacia la oposición y la confrontación con la presidencia de Lasso. La dirección de la Izquierda Democrática no respaldó ninguno de los candidatos en la segunda vuelta, y varios de sus miembros electos también han manifestado su oposición a la agenda de privatizaciones en el sector estatal o en la seguridad social. Pachakutik y la Izquierda Democrática también parecen estar dando pasos hacia la creación de su propio bloque de votantes en la Asamblea Nacional.

Sin embargo, también es muy posible que Lasso pueda forjar una coalición de «unidad nacional» a través de acuerdos y tratos con las secciones centristas y de derecha de Pachakutik, la Izquierda Democrática y otros partidos más pequeños mientras continúa utilizando el clima político de «país todavía polarizado» como herramienta contra las posibles alianzas de izquierda que encabeza la UNES.

En conclusión, el futuro del país andino parece completamente incierto: un gobierno de derecha que carece de mayoría parlamentaria, una oposición primaria de izquierda que continúa sufriendo acoso legal y político y una crisis económica y social persistente y profundamente arraigada, combinada con la actual pandemia del COVID-19. Esta miríada de problemas y tensiones fertilizará, inevitablemente, el terreno del descontento popular.

Que la nueva movilización social de masas dé sus frutos depende enteramente de la capacidad de las diversas organizaciones de izquierda del país para superar la polarización «Correa vs anti-Correa» y crear un frente unido en torno a la oposición al neoliberalismo y la creación de un gobierno que fusione juntos los ideales del socialismo, el plurinacionalismo, el antipatriarcado y la defensa de los derechos de la naturaleza, como el que se propuso con éxito en Bolivia en octubre de 2020.

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