En Argentina, la última dictadura militar está bien presente en el debate público. No ocurre lo mismo con la resistencia de la clase trabajadora, una historia prácticamente desconocida y escasamente evocada, incluso por las propias organizaciones obreras.
Notas publicadas en Argentina
El autoritarismo es consustancial al modelo que defiende Milei. Se trata de un ataque contra las formas de Estado y las instituciones que condensan compromisos sociales y democráticos conquistados por las luchas populares.
Javier Milei es un síntoma: el presidente argentino expresa de manera concentrada tendencias intrínsecas al capitalismo de nuestros días. No es una anomalía, sino su producto mejor logrado.
Si Javier Milei saltó de los márgenes al centro, fue porque logró hablar el lenguaje de vastos sectores sociales que tuvieron que hacerse cargo de sí mismos mientras la pandemia, la inflación y la clase política los dejaban a la intemperie.
El nuevo gobierno de Argentina busca transformar la estructura social a través de una fenomenal redistribución regresiva del ingreso. De fondo, sin embargo, su objetivo es instalar una nueva visión del mundo, en la que los explotadores son benefactores sociales y los vínculos de solidaridad, un negocio aberrante.
En Argentina volvieron las asambleas, con debates democráticos en plazas públicas, capacidad de movilización y divisiones. Un regreso a la historia de 2002 puede ayudarnos a entender el origen de esas ganas de participación directa y autoorganización.
Milei señala hacia dónde se dirige la ideología de libre mercado en medio de la crisis cada vez más profunda del neoliberalismo. El cisma entre los neoliberales moderados y el libertarianismo parece estar cicatrizando, y su reencuentro no augura nada bueno.
No hay error ni mala praxis: Milei ejecuta conscientemente una catástrofe social por vía de una estanflación inducida. El poder económico busca desarmar el poder de veto parcial que, con debilidades y retrocesos, el pueblo argentino ha sabido conservar durante medio siglo.
Milei busca impulsar una reforma laboral y consolidar en Argentina un modelo neoliberal semejante al chileno o al colombiano. Pero para lograr ese objetivo necesitará pasar por encima de sindicatos, movimientos sociales y organizaciones democráticas.
Aunque el plan de privatizaciones se presente como una mera estrategia para maximizar la eficiencia de empresas hoy en manos del Estado, desde la izquierda tenemos que llamarlo por su nombre: se trata de un robo empresarial de bienes del pueblo.