De Donald Trump a Javier Milei, los principales referentes de la extrema derecha contemporánea son asociados de manera deliberada a los villanos más disfuncionales del cine. Si fuera ficción, quizás sería divertido. Pero no lo es.
Notas publicadas en Élites
Las apariciones de Elon Musk en la toma de posesión de Trump y en un mitin de Alternative für Deutschland no son solo un retorno al pasado. Son una fusión de nacionalismo autoritario con una marcada tendencia posmoderna y libertaria.
Para la extrema derecha, la izquierda es un agente de cambios monumentales que busca poner patas arriba la civilización occidental. En su imaginación conspirativa podemos vislumbrar, como en un espejo de feria, cuál es la izquierda que necesitamos.
Ayer se conoció la noticia del fallecimiento de Jean-Marie Le Pen. Estudiar su perfil es explorar el lado más oscuro de la historia francesa contemporánea, desde las acusaciones de tortura durante la guerra de Argelia hasta las de antisemitismo.
Marine Le Pen y Giorgia Meloni representan un nuevo modelo de marketing político de extrema derecha: pintan al neoliberalismo occidental como un faro de empoderamiento femenino, afirmando que defienden los derechos de las mujeres. Pero omiten que esos derechos solo son válidos para una minoría.
Después de lograr el primer alunizaje de una empresa privada, la start-up tejana Intuitive Machines está depositando los desechos de los ricos en la superficie lunar, una sombría señal de cómo los superricos planean plantar su bandera más allá de nuestro planeta.
Donald Trump afirmó que le quitará poder a los moderadores de contenidos y acabará con la «censura de izquierda». No deberíamos exagerar la importancia de tales movimientos. La desigualdad material, y no el discurso online, es lo que explica la derrota del electoral.
El descenso de los precios de las energías renovables no provocapó el auge previsto porque la energía verde aún no es suficientemente rentable para los inversores privados. La inversión y la propiedad públicas son esenciales para una rápida transición verde.
Aunque hace algunos años pareciera improbable, el Partido Demócrata devino en la organización por excelencia del capital estadounidense. En el camino, fue perdiendo todo vestigio de su base obrera.