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Celso Furtado (Imagen vía Problemas brasileiros)

Desarrollo y subdesarrollo en el pensamiento de Celso Furtado

Pensadores rebeldes, el último libro de Cristóbal Kay, ofrece un oportuno panorama de una era en la que el pensamiento social latinoamericano se puso al servicio de las causas más urgentes de su tiempo.

El texto que sigue es un capítulo del libro Pensadores rebeldes (Ediciones Universidad Diego Portales, 2023), de Cristóbal Kay.

 

Introducción por
Martín Arboleda

A través del análisis de la vida y obra de seis intelectuales latinoamericanos, Pensadores rebeldes, el último libro de Cristóbal Kay, ofrece un oportuno panorama de una era en la que el pensamiento social de la región se puso al servicio de las causas más urgentes de su tiempo, y con ello se legitimó ante el pueblo trabajador y reclamó su lugar en el debate global por las ideas.

En Pensadores rebeldes, Kay muestra hasta qué punto las tradiciones dependentistas y estructuralistas tensionaron los enfoques surgidos en el Norte Global y propusieron lecturas de la economía global que transformaron los términos en que se comprendía y debatía el capitalismo alrededor del mundo. Además de haber logrado una amplia recepción internacional, la obra de estos intelectuales latinoamericanos también informó el diseño de políticas económicas y de desarrollo que tuvieron una incidencia concreta en la vida de millones de personas a lo largo de la región.

Uno de los aspectos más relevantes del libro quizás sea el hecho de que el autor fue a su vez miembro y protagonista de esta importante corriente intelectual. Autor del clásico libro Latin American Theories of Development and Underdevelopment (Routledge, 1989), Kay jugó un rol fundamental en la difusión global del pensamiento estructuralista y dependentista. Durante el gobierno de la Unidad Popular en Chile fue miembro del Centro de Estudios Socioeconómicos de la Universidad de Chile (CESO), donde se redactaron varias de las obras canónicas de la Teoría Marxista de la Dependencia (TMD).

Adicionalmente, la agenda intelectual de Kay ha impulsado novedosos entrecruces entre enfoques desarrollistas y los estudios agrarios, arrojando importantes luces sobre las reformas agrarias, los campesinados y la economía política de la tierra. Junto a Haroon Akram-Lodhi coordinó el libro Peasants and Globalization: Political Economy, Rural Transformation and the Agrarian Question (Routledge, 2009), hoy una referencia ineludible en los campos de los estudios agrarios y la economía política internacional. Desde la década de 1970, Kay se encuentra radicado en Europa, donde es Profesor Emérito del Institute of Social Studies (ISS) de la Universidad de Rotterdam.

 

Celso Furtado es uno de los pensadores latinoamericanos más destacados sobre la problemática del desarrollo y subdesarrollo de la región. Furtado falleció en 2004 a los 84 años en Río de Janeiro. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva proclamó tres días de duelo nacional declarando que «Furtado fue un brasileño que nos enorgullece por su compromiso con el Brasil, Latinoamérica y con todos los países en desarrollo». El Partido de los Trabajadores (PT), el partido de «Lula», como se conoce comúnmente al presidente, afirmó que Furtado era un economista que supo vincular sus reflexiones con un fuerte compromiso con los pobres del país y que «el ejemplo ético será un referente fundamental para el PT».

Aunque Furtado fue crítico con su gobierno, el expresidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) lo aclamó como «uno de los grandes teóricos de América Latina» y que «encarnó como nadie lo que hoy se llama un intelectual público, dedicando su mente y energía a la gran causa de su tiempo: encontrar el camino del desarrollo» (Cardoso, 2005: 3). A su vez, Francisco de Oliveira (2003), en su libro de ensayos sobre Furtado, destaca no solo sus contribuciones al pensamiento sobre desarrollo y subdesarrollo sino también su desafío al pensamiento autoritario y al autoritarismo.

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Raúl Prebisch ya detectó el talento del joven Furtado cuando en 1949 ingresó a la recién creada Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), una de las comisiones regionales de las Naciones Unidas, con sede en Santiago de Chile. Un año más tarde, Prebisch, entonces jefe de la CEPAL, nombró a Furtado como el primer director de la recién creada División de Desarrollo Económico. Aunque Furtado permaneció en la CEPAL solo hasta 1957, estos fueron años de formación cruciales para él y para la institución que ayudó a formar en sus decisivos años constitutivos.

La renuncia de Furtado de la CEPAL a los 37 años tomó a todos por sorpresa, ya que por su inteligencia y carisma era considerado el sucesor natural de Prebisch (quien ya tenía 57 años) en la conducción de la Comisión. Pero Furtado siguió colaborando en las actividades de la CEPAL. Se convirtió en uno de los principales pensadores de la escuela de desarrollo estructuralista latinoamericana que germinó en la CEPAL y que Furtado siguió desarrollando fuera de la CEPAL.

Además de Prebisch y Furtado, la Comisión incluyó a pensadores del desarrollo como los economistas chilenos Jorge Ahumada, Aníbal Pinto, Osvaldo Sunkel y Pedro Vuskovic, y los economistas mexicanos Víctor Urquidi y Juan Noyola, además del sociólogo español José Medina Echeverría, quien vivió en México escapando de la dictadura de Franco antes de mudarse a Chile. De estos pioneros de la CEPAL solo queda con vida Sunkel, quien fue mi profesor en la asignatura de economía del desarrollo en la Escuela de Economía de la Universidad de Chile en Santiago y, al igual que Furtado, fue un estructuralista y representante de la versión estructuralista de la dependencia (Sunkel, 1967).

El estructuralismo y el «desarrollismo» de la CEPAL tuvieron una gran influencia en la política económica de los países latinoamericanos con su promoción de una política de industrialización por sustitución de importaciones y de planificación e integración económica. Prebisch (1949), al revelar y destacar los diversos mecanismos de intercambio desigual entre el Norte y el Sur, también abogó por un orden económico internacional más justo. Si Prebisch fue el principal economista del desarrollo de América Latina, habiendo desafiado la teoría de las ventajas comparativas del comercio internacional de los economistas ortodoxos, Furtado le siguió de cerca (Lora y Mallorquín, 1999; Mallorquín, 2005).

Furtado se graduó en Derecho en la Universidad Federal de Río de Janeiro en 1944 y obtuvo su doctorado en economía en la Universidad de Paris (Sorbona) en 1948. En 1956, mientras trabajaba en la oficina subregional de la CEPAL en Ciudad de México, conoció a Nicholas Kaldor, miembro del King’s College, Cambridge, quien impresionó a Furtado con su uso de categorías keynesianas para el análisis de problemas de desarrollo económico. Al igual que Prebisch, Furtado estuvo muy influido por el keynesianismo, particularmente en lo que respecta al papel del Estado en el proceso de desarrollo. Kaldor invitó al joven Furtado a quedarse un año en King’s, cosa que hizo entre 1957 y 1958.

Allí en Cambridge Furtado conoció a destacados economistas como Piero Sraffa, Joan Robinson, Piero Garegnani, Richard Kahn, James Mead y Arthur Pigou (que para entonces ya estaba jubilado), así como al joven A. K. Sen, quien años más tarde recibió el Premio Nobel de Economía. Furtado quedó particularmente impresionado por el poder de exposición de Kaldor, su capacidad de síntesis y su clara percepción de las limitaciones de las construcciones abstractas de sus colegas economistas.

Tapa de Pensadores rebeldes (Ediciones Universidad Diego Portales, 2023), de Cristóbal Kay.

A propósito, probablemente por recomendación de Furtado, Prebisch invitó a Kaldor en 1956 por varios meses a la CEPAL para realizar una consultoría. Mientras estuvo en Cambridge, Furtado escribió The Economic Growth of Brazil: a Survey from Colonial to Modern Times (1963), una versión sustancialmente revisada del texto publicado originalmente con el título de Formaçao Econômica do Brasil (1959) que Ricardo Bielschowsky (1989) ha caracterizado como «una obra maestra del estructuralismo cepalino» y que se convirtió en un clásico y probablemente es su libro más influyente, particularmente en Brasil.

Furtado fue un escritor prolífico que publicó más de 30 libros que han sido traducidos a 15 idiomas y han vendido más de 2 millones de ejemplares en todo el mundo. Escritos en un estilo muy accesible y atractivo, sus textos resultaron muy populares, especialmente entre los estudiantes en Brazil y América Latina. Recuerdo haber leído varios de ellos durante mis días de estudiante en la Universidad de Chile en Santiago en la década de 1960, tales como Desarrollo y subdesarrollo (1964) y Subdesarrollo y estancamiento en América Latina (1966). Su libro La economía latinoamericana: una síntesis desde la conquista Ibérica hasta la revolución cubana (1969) fue el texto estándar para los estudiantes que seguían los estudios latinoamericanos en los Estados Unidos, el Reino Unido y en América Latina.

En su análisis de los países en desarrollo, Furtado argumenta que el subdesarrollo es un proceso histórico discreto por el cual las economías desarrolladas no necesariamente han pasado. Su proposición de que los países desarrollados y subdesarrollados están vinculados por una serie de relaciones asimétricas, que reproducen las desigualdades del sistema capitalista, representó un alejamiento clave de las teorías del desarrollo y la modernización evolucionistas y difusionistas predominantes en ese momento, así como del comercio internacional ortodoxo.

Para Furtado, la principal característica distintiva de los países subdesarrollados es la existencia de un sector precapitalista. Esto actúa como una reserva de mano de obra para el sector capitalista, manteniendo así los salarios bajos. El proceso de industrialización emplea una tecnología, en gran parte importada de los países desarrollados, que aumenta rápidamente la densidad de capital, lo que conduce a una mayor concentración de ingresos a medida que los salarios se mantienen estables. La creciente desigualdad de ingresos reproduce una estructura industrial cada vez más ineficiente que conduce al estancamiento económico.

En el modelo de Furtado, la industrialización dentro de una estructura económica dualista reproduce el dualismo y el subdesarrollo, conduciendo al estancamiento. Furtado argumenta que, debido al pequeño tamaño del mercado interno, las industrias de bienes intermedios y de capital no pueden aprovechar al máximo las economías de escala y, por lo tanto, son ineficientes ya que no operan a su nivel óptimo de producción. Así, a medida que el proceso de industrialización avanza hacia la producción de bienes intermedios y de capital, la tasa de ganancia cae, siendo baja la productividad del capital en estas industrias intensivas en capital. Esta caída de las ganancias conduce a un nivel de ahorro insuficiente para financiar la siguiente etapa del proceso de sustitución de importaciones.

A juicio de Furtado, la severa desigualdad en la distribución del ingreso explica el carácter estructural del estancamiento industrial una vez agotada la llamada «fase fácil» de la ISI en América Latina. Por lo tanto, la ISI no había logrado absorber el excedente de mano de obra y mejorar la distribución del ingreso, lo que agravó el fenómeno de la «dualidad estructural». Esta tesis del estancamiento de Furtado ha generado diversas polémicas, siendo cuestionada por María da Conceição Tavares y José Serra (1971) —ambos eran estructuralistas y cercanos a Furtado— y apoyada por el dependentista marxista Theotônio dos Santos (1972).

A su vez, Fernando Henrique Cardoso (2005), uno de los principales pensadores de la dependencia, cuestiona la tesis del estancamiento de Furtado y argumenta que la «confianza de Furtado en la capacidad del Estado para planificar y liderar un proceso endógeno de desarrollo autosuficiente también fue exagerada». Furtado favoreció la reforma agraria, así como otras medidas redistributivas por razones económicas y de equidad, ya que tales políticas cambiarían la estructura de la demanda hacia un tipo de productos industriales más intensivos en mano de obra y con menos requerimientos en divisas, que eran relativamente escasas, ya que eran productos menos sofisticados de consumo popular. Así se ampliaría el mercado interno de productos industriales, permitiendo que la industria coseche los beneficios de las economías de escala y mejore así su eficiencia.

Luego de su estancia en Cambridge, en 1958 Furtado fue designado como director del Banco Brasileño de Desarrollo Económico (BNDE) por el gobierno desarrollista de Juscelino Kubitschek. Allí concibió el proyecto que en 1959 condujo a la creación de la SUDENE, una agencia gubernamental para la promoción del desarrollo del nordeste, región expuesta a la sequía y empobrecida de Brasil.

Su compromiso con el desarrollo de su país y en especial con los pobres fue una constante a lo largo de su vida, tanto en la academia como en sus diversas funciones de gobierno. Dirigió la SUDENE hasta el golpe militar de 1964 que derrocó al gobierno reformista de João Goulart, del Partido Laborista Brasileño (PTB). Durante el gobierno de Goulart también llegó a ser la primera persona en ocupar el cargo de Ministro de Planificación (1962-63).

Con el golpe militar, Furtado fue privado de sus derechos políticos y engrosó el número de exilados brasileños. Asumió cargos en varias universidades, entre ellas la University of Yale en New Haven (1964-65) y la Université Paris-Sorbonne, donde permaneció por un largo período —desde 1965 hasta 1985—, aunque en ocasiones también estuvo asociado a otras instituciones. Fue el primer profesor extranjero en ser nombrado por la Sorbona y el decreto fue firmado por el presidente Charles De Gaulle.

Durante su estadía en la Universidad de Yale, Furtado comienza a analizar «la concentración del poder económico en los Estados Unidos y su proyección sobre América Latina», que lo acerca a la teoría de la dependencia, y en su artículo sobre «dependencia externa y teoría económica» (1971) desarrolla su versión sobre la dependencia. Furtado vincula su análisis anterior del subdesarrollo con la teoría de la dependencia al sostener que «la capacidad de ciertos países para controlar el progreso técnico e imponer patrones de consumo se convirtió en el factor decisivo en la estructuración del aparato productivo de otros países, que en consecuencia se volvieron “dependientes”». A esta imitación de los patrones de consumo del Norte por parte del Sur Furtado posteriormente la denomina «dependencia cultural». Además, explica que

El subdesarrollo tiene sus raíces en una conexión específica, creada en un marco histórico particular, entre el proceso interno de explotación y el proceso externo de dependencia. Cuanto más intensa es la entrada de nuevos patrones de consumo, más concentrado tiende a volverse el ingreso. Así, si aumenta la dependencia externa, la tasa interna de explotación también tiene que aumentar. Las tasas más altas de crecimiento económico tienden a implicar un agravamiento tanto de la dependencia externa como de la explotación interna. Por lo tanto, mayores tasas de crecimiento, lejos de reducir el subdesarrollo, tienden a agudizarlo, ya que implica un aumento de las desigualdades sociales” (Furtado, 1971, 1973).

¿Cómo cambió el principal pensador estructuralista a una posición dependentista, aunque de tipo estructuralista? Se trata de una pregunta que ha estado en mi mente durante mucho tiempo y que pocos, que yo sepa, se han hecho alguna vez. Creo que dos factores clave contribuyeron a este cambio: su fracaso en lograr que la Alianza para el Progreso adoptara su plan de desarrollo para la región nororiental de Brasil azotada por la pobreza y el golpe militar que derrocó al gobierno de Goulart.

Furtado, desde su cargo al frente de la SUDENE, y Prebisch al frente de la CEPAL, respaldaron con entusiasmo el programa multimillonario de ayuda para América Latina de la Alianza para el Progreso que Kennedy lanzó en 1961. Ambos lo vieron como un medio para promover reformas en la región —como la reforma agraria—, lo que ayudaría a superar algunos de los problemas que habían frenado su desarrollo, así como a reducir la pobreza. Para el gobierno de Estados Unidos un objetivo clave era reducir la amenaza de nuevas insurgencias en la región a la luz de la revolución cubana, evitar la expansión del comunismo y que la Unión Soviética ganara más influencia. En medio de la Guerra Fría, el gobierno de los Estados Unidos no podía permitir ningún desafío a su dominio del «patio trasero».

Furtado estaba interesado en obtener financiación para su programa de desarrollo «Operación nordeste» de Brasil. Como relata Fajardo (2022), Furtado mostró sus dotes políticos al obtener la aprobación para su plan inicial de 1959 para la región, primero del presidente Kubitschek (1956-61) del Partido Social Democrático y del Congreso, y luego de su sucesor el presidente Jânio Quadros (1961), quien renunció después de seis meses de asumir la presidencia y, finalmente, de su sucesor como presidente João Goulart (1961-64) quien había sido su vicepresidente.

Furtado, quien pensó que su plan para el Nordeste se ajustaba perfectamente a los objetivos reformistas de la Alianza para el Progreso, tuvo una reunión con el presidente Kennedy en julio de 1961 en la que presentó su plan. Sin embargo, el Departamento de Estado de Estados Unidos tuvo otras ideas y envió una misión de USAID a Brasil para proponer un plan alternativo que Furtado consideró como una simple o mera fachada. Estas diferencias entre los respectivos planes permitieron que aquellos grupos sociales que podrían haber sido afectados negativamente por el plan de Furtado intensificaran su campaña política en contra de Furtado acusándolo de fomentar actividades comunistas y de boicotear la Alianza. Furtado también fue criticado por grupos de izquierda más radicales.

Furtado quedó atrapado entre dos fuegos. En su opinión, quienes pedían una revolución no se daban cuenta del poder arraigado de la élite, ni sabían que los campesinos y trabajadores no pedían la revolución sino mejores niveles de vida. En síntesis, dijo en 1962: «Aunque me considero un hombre de izquierda (…) no creo en la revolución» (citado en Fajardo, 2022). Pero Furtado tampoco pudo realizar su nuevo plan de desarrollo nacional fraguado bajo el gobierno de Goulart, ya que la ayuda financiera solicitada a la Alianza para el Progreso no se materializó. «Furtado denunció firme y públicamente a los Estados Unidos (…) por tratar de “hacerse cargo del desarrollo latinoamericano”, limitando la autonomía de la región» (op. cit.).

De ahí que, a mi juicio, esta experiencia de gobierno bajo tres presidentes, la Alianza para el Progreso, el golpe militar y su exilio, lo llevaron a su análisis de la dependencia, aunque dentro de una posición estructuralista y reformista. Como expresa acertadamente Fajardo (2022): «Furtado se volvería cada vez más militante, reinterpretando las ideas cepalinas de centro y periferia como formas embrionarias de antiimperialismo y denuncias de dependencia, incluso cuando él y otros cepalinos habían luchado mucho y duro por la cooperación entre el centro y las periferias y el cumplimiento de las responsabilidades globales del centro hegemónico del mundo».

Como mencioné anteriormente, Prebisch también trató de usar la Alianza para el Progreso de Kennedy para obtener apoyo y financiamiento para los objetivos desarrollistas de la CEPAL, solo para frustrarse al igual que Furtado. Según Fajardo, sus altas esperanzas iniciales en la Alianza «les costó legitimidad entre la izquierda intelectual, así como la habían perdido entre la derecha intelectual» además de difundir «su postura antirrevolucionaria» (ibid..: 138).

Aunque no era marxista, Furtado ciertamente fue influenciado por el marxismo habiendo analizado sus ideas sobre el desarrollo capitalista en algunos textos. Fue uno de los primeros científicos sociales en utilizar el término «dependencia» (en uno de sus primeros libros, publicado en 1956) e hizo una importante contribución a la teoría de la dependencia que cautivó la imaginación de los estudiantes durante las décadas de 1960 y 1970 en América Latina y en otros países.

Al igual que André Gunder Frank (1968), considerado por muchos un dependentista marxista, pero bastante antes que él, Furtado argumentó que el desarrollo y el subdesarrollo son parte del mismo proceso histórico, solo diferentes caras del sistema capitalista global. Como el subdesarrollo es un fenómeno específico, «requiere un esfuerzo de teorización autónoma», como escribe en su libro de 1964. Esto es exactamente lo que Furtado trató de lograr a lo largo de su vasta producción intelectual y lo que lo destaca como uno de los principales pensadores originales del Sur.

Reflexionando sobre su estadía en la Universidad de Yale, Furtado escribe: 

Pero lo cierto es que nadie se atrevió a apartarse del paradigma dominante, por temor a una descalificación académica inevitable. Hasta entonces no me había dado cuenta del verdadero terrorismo que ejerce la escuela de pensamiento dominante en la economía. (…) Los que intentaron recuperar el concepto clásico de excedente tienen que aceptar la etiqueta marxista, con las consecuencias que esto trajo, porque el marxismo no fue visto como una forma de conocimiento científico. (…) Cuando dije que el problema del subdesarrollo requiere una teorización autónoma, que el subdesarrollo no es una «etapa» sino una configuración que se reproduce en diferentes niveles de crecimiento, el escepticismo era la regla (Furtado, 1991: 124, citado por Dos Santos, 2016: 120).

Entre 1979 y 1982 Furtado fue miembro del Comité de Planificación del Desarrollo de las Naciones Unidas en Nueva York. Con el retorno a la democracia en Brasil fue nombrado primer Embajador de Brasil ante la Unión Europea en Bruselas (1985-86) y luego ministro de Cultura (1986-88) bajo el gobierno de José Sarney. Entre 1987 y 1991 fue miembro de la Comisión del Sur de Ginebra que encabezaba Julius Nyerere, expresidente de Tanzania, y donde Manmohan Singh, que llegó a ser primer ministro de India, desempeñaba un papel destacado. Furtado también fue miembro de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo de la UNESCO (1993-95) mencionado anteriormente y de su Comité Internacional de Bioética (1995-97). En 1997 fue elegido Miembro de la Academia de Letras de Brasil y en 2003 de su Academia de Ciencias.

Furtado fue un decidido partidario de Lula durante su campaña por la presidencia y celebró su victoria en 2002. Mientras aplaudía la lucha del presidente Lula contra la pobreza, se preocupó por su política económica, que encontró una aprobación creciente del FMI en Washington, D.C. Sin embargo, Furtado se mostró muy complacido cuando en julio de 2003 Lula decidió recrear la SUDENE. En 2003, Furtado fue nominado para el Premio Nobel de Economía en 2004. Theotônio Santos, junto con otras personalidades, inició una gran campaña de apoyo, aunque finalmente no recibió el premio. El Comité Nobel perdió la oportunidad de honrar a un gran pensador del Sur, un incansable activista contra la pobreza y un feroz crítico de la globalización neoliberal. 

 

Referencias bibliográficas

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