Press "Enter" to skip to content
Miembros del Partido Comunista de Austria levantan los puños en su conferencia del partido de 2023. (KPÖ Bundespartei / Flickr)

El Partido Comunista de Austria desafía el giro a la derecha

Traducción: Florencia Oroz

Tras dos años al frente del ayuntamiento de Graz, la comunista Elke Kahr fue nombrada recientemente mejor alcaldesa del mundo. El Partido Comunista espera ganar en Salzburgo y demostrar que Austria no está condenada a girar hacia la extrema derecha.

Hace apenas cinco años, el ultraderechista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) se encontraba sumido en una crisis sin final a la vista. Las cosas empezaron a torcerse en mayo de 2019, cuando la prensa obtuvo imágenes grabadas con cámara oculta del presidente del FPÖ y vicecanciller federal, Heinz-Christian Strache, aparentemente borracho y drogado con cocaína durante unas vacaciones en Ibiza. Los videos lo mostraban prometiendo favores políticos a una heredera rusa (en realidad, una actriz implicada en una operación encubierta) si compraba el mayor tabloide de Austria y lo convertía en portavoz de su partido.

A las veinticuatro horas de publicarse el vídeo, había derribado el gobierno federal —una coalición entre el FPÖ y el Partido Popular Austriaco (ÖVP), de centroderecha— y obligado a Strache a dimitir de todas sus funciones políticas. Ahora que le faltaba su estrella, el FPÖ quedó expuesto como al menos tan corrupto como el establishment que tanto le gusta criticar, y ese otoño perdió casi 10 puntos porcentuales en unas elecciones nacionales anticipadas. En los meses siguientes, el partido de extrema derecha sufrió más derrotas electorales a nivel estatal y se sumió en luchas internas.

Una pandemia y una ola inflacionaria masiva después, la crisis autoinfligida por el FPÖ parece historia antigua. En 2024, Salzburgo (155.000 habitantes) e Innsbruck (130.000 habitantes), cuarta y quinta ciudades más grandes de Austria respectivamente, celebrarán elecciones, al igual que los estados de Estiria (1,25 millones de habitantes) y Vorarlberg (400.000 habitantes). Además, habrá dos elecciones nacionales: en junio, al Parlamento de la Unión Europea (UE), y probablemente en septiembre, al Parlamento Nacional de Austria. Sobre todo a nivel nacional, las perspectivas del FPÖ no podrían ser mejores.

Durante meses, el presidente del FPÖ, Herbert Kickl, ha encabezado todas las encuestas, que solo han variado en cuanto a la amplitud de su margen de victoria. Aunque carezca del carisma de un Strache o un Jörg Haider, el pionero de la Nueva Derecha que transformó el FPÖ de «liberal nacional» a partido etnonacionalista en los años 80, el partido de Kickl ronda actualmente el 30% a nivel nacional. Por el contrario, el ÖVP y el Partido Socialdemócrata de Austria (SPÖ), de centroizquierda, luchan por salir de la veintena, mientras que los Verdes, liberales de izquierda, y el NEOS, libertario, se sitúan en torno al 10%.

Aunque la elección del incendiario izquierdista Andreas Babler como presidente del SPÖ alimentó la esperanza de que el partido se recuperara en las encuestas, hasta ahora no ha sido así. Su impulso se ha visto obstaculizado, al menos en parte, por elementos hostiles dentro de su partido. Mientras tanto, los Verdes han destruido gran parte de su credibilidad desde que sustituyeron al FPÖ como socios menores en el gobierno de coalición austriaco dirigido por el ÖVP, convirtiéndose de hecho en ejecutores de la agenda derechista del ÖVP.

Si hay un rayo de esperanza para la izquierda en la República alpina, es el Partido Comunista de Austria (KPÖ), que está experimentando un auge tras décadas en los márgenes. En Estiria, los comunistas están a punto de abrirse camino. Tras la elección en 2021 de Elke Kahr como alcaldesa de la capital de Estiria, Graz (300.000 habitantes), la segunda ciudad más grande de Austria, el camarada de Kahr, Kay-Michael Dankl, parece tener posibilidades de ganar la alcaldía de Salzburgo. Este otoño, el KPÖ podría incluso superar el umbral del 4% necesario para entrar en el parlamento austriaco.

Impulso para los comunistas

De cara a 2024, el KPÖ se beneficiará del hecho de que las elecciones se celebrarán en los estados en los que ha tenido éxito en los últimos años. El primero de ellos es Estiria, donde el partido está representado en el parlamento estatal desde 2005. Una encuesta reciente situaba a los comunistas de Estiria en el 14%, más del doble de su resultado en las elecciones estatales de 2019. Aunque las encuestas deben tomarse con cautela, cabe suponer que el partido obtendrá importantes ganancias en su bastión tradicional.

Hasta ahora, la alcaldesa de Graz, Elke Kahr, no ha decepcionado. De hecho, fue nombrada mejor alcaldesa del mundo en 2023 gracias a su «abnegada dedicación a su ciudad y a su gente». Mientras tanto, los intentos de los adversarios políticos de Graz de atacar al KPÖ apuntando a las posiciones del partido en política exterior han tenido poco efecto. Ni la negativa de los comunistas a «declarar su apoyo» a las sanciones de la UE contra Rusia cuando el NEOS, incondicionalmente atlantista, les retó a hacerlo, ni el hecho de que fueran el único partido que votó en contra de que ondeara la bandera israelí en el ayuntamiento después del 7 de octubre de 2023, han perjudicado su apoyo. Aunque Werner Murgg, diputado del KPÖ en el parlamento del estado de Estiria, ha provocado él solo un flujo constante de prensa negativa para el partido por sus viajes a Donbás en 2019 y a Bielorrusia en 2021, no volverá a presentarse a las elecciones de 2024.

En sus bastiones estatales de Estiria y Salzburgo, el KPÖ ha demostrado ser un antídoto eficaz contra la desafección política. Los análisis del patrón de voto de las elecciones a la alcaldía de Graz de 2021 revelan que los comunistas ganaron votos de todos los partidos, pero obtuvieron resultados especialmente buenos entre quienes no solían acudir a votar. Los análisis de las elecciones estatales de Salzburgo de abril de 2023, en las que el historiador y guía turístico de museos Kay-Michael Dankl, de treinta y cuatro años, llevó al KPÖ a un porcentaje sin precedentes del 11,7%, cuentan una historia similar. Desde aquellas elecciones, Dankl solo ha ganado en popularidad. Según una encuesta de diciembre, goza del índice de aprobación más alto, con diferencia, de todos los políticos del parlamento de Salzburgo. Dankl se presenta ahora como candidato a la alcaldía de la ciudad de Salzburgo y tiene bastantes posibilidades de ganar. En las elecciones de ayer, el KPÖ alcanzó el segundo lugar: con el 28 por ciento de los votos, Dankl quedó justo detrás del vicealcalde socialdemócrata Bernhard Auinger, que alcanzó el 29,4 por ciento. Debido a que ninguno de los dos candidatos llegó a más del 50 por ciento, habrá una segunda vuelta el 24. Al igual que en las elecciones estatales del año pasado, su campaña se centra en gran medida en la vivienda, un tema candente en la segunda ciudad más cara de Austria en términos de alquiler.

Siguiendo una tradición iniciada hace décadas por el KPÖ en Estiria, sus recién elegidos diputados al parlamento estatal de Salzburgo han decidido limitar sus propios salarios a 2400 euros al mes —aproximadamente lo que gana un comerciante medio— y dar el resto a las personas necesitadas. De este modo, los comunistas de Salzburgo recaudaron un total de 45.626,60 euros para los electores solo en 2023, que se suman a los 3,2 millones de euros recaudados por la organización del partido de Estiria desde 1998. Allí donde ha ocupado cargos electos, esta práctica ha ayudado al partido a establecer su credibilidad, ayudándole a acceder a la alcaldía de Graz y convirtiéndole en un serio aspirante a hacerlo en Salzburgo.

Dirigido por la trabajadora social de treinta y cinco años Pia Tomedi, el KPÖ también intenta afianzarse en Innsbruck, la capital del estado de Tirol. En Tirol, el partido se encuentra todavía en una fase inicial de construcción y actualmente está recogiendo firmas para presentarse a las elecciones municipales de Innsbruck en abril. Sin embargo, no es improbable que la receta de Graz y Salzburgo también tenga éxito aquí. Innsbruck tiene los precios de alquiler más caros de todas las ciudades de Austria, y en Tirol el SPÖ ha sido tradicionalmente débil. Al igual que Kahr y Dankl, Tomedi ha hecho especial hincapié en la cuestión de la vivienda. Si resulta elegida para el ayuntamiento de Innsbruck, es muy posible que el KPÖ gane también en otras partes del Tirol: tanto en Estiria como en el estado de Salzburgo, los éxitos de los comunistas comenzaron cuando obtuvieron escaños en los ayuntamientos de sus respectivas capitales.

No confíes en el ÖVP

De cara al otoño, estas elecciones podrían dar al KPÖ el impulso que necesita para hacer su espectacular entrada en el parlamento austriaco, donde ocupó escaños por última vez en 1959. Por desgracia, sin embargo, esto no es motivo suficiente para el júbilo de la izquierda, ya que en todo el país, el éxito potencial del KPÖ se ve más que ensombrecido por los pronósticos alcistas para el FPÖ.

Es muy probable que el FPÖ sea uno de los partidos que formen el próximo gobierno de Austria, con toda probabilidad con el apoyo del ÖVP. Aunque todos en el ÖVP, desde el presidente y canciller austriaco Karl Nehammer hacia abajo, han afirmado que una coalición con un FPÖ dirigido por Herbert Kickl está descartada, esta vaga promesa no debe tomarse en serio, dejando de lado el hecho de que el FPÖ es un partido de extrema derecha, esté o no dirigido por Kickl. Muchos sospechan que el ÖVP podría incluso estar dispuesto a ceder la cancillería al FPÖ como parte de un acuerdo de coalición.

A diferencia de Alemania, la colaboración con los extremistas de derechas hace tiempo que dejó de ser un tabú en Austria. Además del ÖVP y el SPÖ, el llamado Drittes Lager (Tercer Campo) ha sido un elemento fijo del orden de posguerra del país. En 1949 se fundó el partido predecesor del FPÖ, la Federación de Independientes (VdU). De orientación aparentemente libertaria, abrió sus puertas a pangermanistas y exnazis que habían sido incluidos en las listas negras de los dos grandes partidos, reintegrándolos en la política nacional. A partir de los años 80, Jörg Haider transformó el FPÖ en el prototipo de lo que la mayoría de los medios de comunicación denominan ahora un partido «populista de derechas». Veinte años antes de que se fundara Alternativa para Alemania (AfD), el FPÖ ya había obtenido hasta el 22% de los votos en unas elecciones nacionales.

Durante años, los políticos austriacos trataron al FPÖ exactamente igual que lo hacen hoy en Alemania: los conservadores y los socialdemócratas se distanciaron de los extremistas de derechas e hicieron promesas electorales de que no habría coaliciones con ellos. Pero en 1999 se produjo un cambio radical: el presidente del ÖVP, Wolfgang Schüssel, anunció un gobierno de coalición nacional con el FPÖ. El «cortafuegos» contra la extrema derecha, al que tantos alemanes siguen aferrándose hoy, se derribó en Austria en la década de 1990.

Bajo el desprestigiado excanciller austriaco Sebastian Kurz (ÖVP), cuya retórica apenas se distinguía de la del FPÖ, la alianza entre la centroderecha y la extrema derecha se consolidó plenamente. Desde su coalición nacional de 2017-2019 con el FPÖ, estas confluencias se han convertido en la nueva normalidad a nivel estatal. En el estado de Salzburgo y en la Baja Austria, el ÖVP gobierna con el FPÖ desde 2023, después de que este último lograra recuperaciones electorales masivas. En Alta Austria, cuna de Adolf Hitler y Jörg Haider, existe una armoniosa coalición de derecha y extrema derecha desde 2015.

Si el ÖVP no tiene reparos en gobernar con el FPÖ incluso en Baja Austria, el estado con la organización del partido FPÖ quizá más de extrema derecha, ¿por qué se lo pensaría dos veces antes de hacerlo a nivel nacional? Durante las elecciones estatales de 2018 en Baja Austria, el FPÖ atacó a la presidenta del ÖVP de Baja Austria, Johanna Mikl-Leitner, llamándola «musulmana Mama Mikl», y Udo Landbauer, del FPÖ de Baja Austria, fue expuesto como perteneciente a una fraternidad de duelistas nacionalistas alemanes cuyo cancionero incluía números sobre la reanudación del Holocausto. En la actualidad, Udo Landbauer trabaja bajo las órdenes de Mikl-Leitner como vicegobernador de Baja Austria.

Sobre todo desde su giro a la derecha con Sebastian Kurz, el ÖVP se ha acercado mucho más ideológicamente al FPÖ que a los Verdes o al SPÖ. En el actual gobierno nacional con los Verdes, los conservadores se han visto obligados a asumir cuestiones que personalmente preferirían ignorar, como la antigua exigencia de los Verdes de una nueva ley integral sobre el clima. Con el FPÖ, en cambio, podrían alcanzar acuerdos rápidos sobre puntos clave: menos legislación climática, leyes de inmigración aún más racistas y un «Estado más estrecho».

En la plataforma económica más reciente del FPÖ, redactada en 2017, el partido exigía exenciones fiscales para los ricos y las empresas, junto con recortes del gasto social. Si estas políticas suenan como si pudieran provenir del ÖVP, no es de extrañar: ambos partidos sirven principalmente a los intereses de la clase dominante.

A pesar de lo que se suele suponer, el FPÖ nunca ha comprometido seriamente su popularidad participando en gobiernos. Ni una sola vez las acciones del partido en el gobierno han llevado a los austriacos a «desencantarse» de él o a indignarse repentinamente por su extremismo de derechas. Por el mismo mérito, los demás partidos aún no han encontrado una receta eficaz para frenar al FPÖ. Más bien, sus crisis han sido siempre autoinfligidas, causadas por la corrupción o las luchas internas. En todas las ocasiones se ha recuperado tarde o temprano: hoy, cinco años después del mayor escándalo de corrupción de su historia, el FPÖ es más fuerte que nunca.

¿Un país de derechas?

En lugar de contrarrestar al FPÖ con narrativas alternativas y posturas políticas basadas en principios, los demás partidos principales de Austria han ido adoptando sus posiciones como propias, la misma estrategia infructuosa que ahora siguen Emmanuel Macron contra la Rassemblement national en Francia y Friedrich Merz contra la AfD en Alemania. Especialmente en la cuestión del asilo y la migración, las reivindicaciones anteriores del FPÖ se han convertido ahora en la corriente dominante. El mayor beneficiario de este cambio ha sido el FPÖ.

El SPÖ y el ÖVP han evitado durante mucho tiempo desarrollar sus propias posiciones sobre estas cuestiones, asumiendo que Austria simplemente tiene una «mayoría de derechas» insuperable. Los austriacos, según esta sabiduría convencional, simplemente son culturalmente de derechas, y no se les puede convencer con cuestiones izquierdistas.

Es cierto que los partidos de derechas en Austria, sumados, han disfrutado de una mayoría prácticamente ininterrumpida durante décadas. Pero, sobre todo para el SPÖ, asumir que esto era una realidad inmutable fue un error crítico. Nadie nace de derechas o fascista, ni siquiera en Austria. Más bien, las mayorías se construyen. La izquierda, más que nadie, debería saberlo. Una y otra vez ha repetido como un mantra que se puede llegar a la gente mediante ofertas políticas creíbles, que mejoren tangiblemente su vida cotidiana.

Desde que asumió la presidencia del SPÖ hace medio año, Andreas Babler ha intentado convertir esto en el credo de su organización. Lo consiguió brevemente durante su campaña por la presidencia del partido: una contienda entre él y el más derechista Hans Peter Doskozil sobre la futura dirección de la socialdemocracia. Durante semanas, los medios de comunicación austriacos no se centraron en los temas centrales del FPÖ —asilo e inmigración—, sino en las propuestas de una semana laboral más corta, un impuesto sobre el patrimonio y la igualdad salarial para las mujeres.

Sin embargo, desde su elección, Babler se ha encontrado en la difícil situación de tener que unir tras de sí tanto a sus seguidores como a sus oponentes. Entre los izquierdistas se ha extendido la preocupación de que su proyecto sea derribado por las estructuras conservadoras y los colegas de derechas de su propio partido, como le ocurrió a Jeremy Corbyn en el laborismo.

En el Süddeutsche Zeitung, un periódico alemán de centroizquierda, Babler explicaba su recientemente más reservada personalidad pública de la siguiente manera: «En una situación difícil, vimos que primero teníamos que dirigir nuestra energía hacia dentro para unificar el partido». Una vez conseguido esto, afirmó, el partido trabajará en un «amplio abanico de temas» para presentarlos externamente. 

La mayoría de las encuestas nacionales sitúan a Babler en segundo lugar. Para vencer a Kickl, tendrá que volver a despertar el espíritu de las primarias del SPÖ. Debe apoyar con decisión sus reivindicaciones, independientemente de que reciba críticas de sus oponentes en las organizaciones estatales del SPÖ. Tiene que demostrar que tiene a su partido bajo control y que no cederá a los abucheos de Doskozil y los de su calaña.

Unos resultados respetables para el SPÖ y un auge regional del KPÖ de la magnitud que se prevé actualmente no bastarán para detener el peor escenario posible de una cancillería del FPÖ este año. Sin embargo, los acontecimientos de Estiria y Salzburgo alimentan la esperanza de tiempos mejores. Al fin y al cabo, estos «enclaves de resistencia» de izquierda, como se refirió a ellas Elke Kahr, alcaldesa de Graz, demuestran que una política que vaya más allá de la insensibilidad económica y la agitación racista es posible.



Cierre

Archivado como

Publicado en Artículos, Austria, Conservadurismo, homeIzq and Partidos

Ingresa tu mail para recibir nuestro newsletter

Jacobin Logo Cierre