A los críticos les encanta la última película de Wim Wenders, por su retrato de un feliz limpiador de baños japonés. Pero en realidad es una fantasía de evasión, que parece atraer sobre todo a los ricos.
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El soberanismo catalán y su reciente protagonismo abre el debate sobre el carácter de los regionalismos españoles y, entre ellos, del andaluz.
Ken Loach habla sobre su carrera, las perspectivas del cine político actual y las razones por las que los artistas deben desenmascarar la explotación y visibilizar las luchas de la gente común contra la injusticia.
Recientemente se ha descubierto que la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, es pariente lejana de Antonio Gramsci. Aunque políticamente se ubican en extremos opuestos, Meloni ha emprendido una campaña por el control de las instituciones culturales cuyas razones Gramsci comprendería bien.
La última película de Martin Scorsese, Los asesinos de la luna, está bien pensada y es digna de admiración. Pero carece del clásico desenfreno y el brillante caos controlado que tanto disfrutamos de sus producciones cinematográficas.
Star Trek imaginó un mundo más allá del capitalismo, el racismo y la opresión, en el que la tecnología se aprovecha para acabar con todas las formas de explotación e injusticia. Sus lecciones siguen siendo tan relevantes como entonces.
En los años previos a la Gran Depresión, la Escuela Ashcan rechazó las normas del mercado del arte, optando por un realismo inspirado en la vida de los trabajadores portuarios, los vendedores ambulantes y las familias inmigrantes.
Mientras la llamada Generación X llora la muerte de Sinéad O´Connor, hacernos ciertas preguntas sobre las características de ese grupo etario permite redescubrirlas como condición de posibilidad para nuevas resistencias.
La derecha francesa afirma que el «islamoizquierdismo» está subvirtiendo su cultura nacional. Pero el galicismo ha sido siempre una identidad en constante cambio.
Afirmar que el marxismo no tiene mucho que decir sobre las sociedades complejas y modernas parece estar de moda últimamente. Pero las clases —y los intereses materiales que generan— siguen siendo los rasgos centrales del capitalismo.