El movimiento socialista japonés se formó en medio de la brutal represión que acompañó la expansión imperialista del país. Contra todo pronóstico, los socialistas japoneses construyeron una fuerza política capaz de desafiar al nuevo orden.
Notas publicadas en Japón
Studio Ghibli no es el Disney japonés, sino el anti-Disney. Ideado por animadores con raíces en el movimiento comunista japonés, sus películas celebran el trabajo creativo y la solidaridad humana contra el capitalismo y la guerra.
A los críticos les encanta la última película de Wim Wenders, por su retrato de un feliz limpiador de baños japonés. Pero en realidad es una fantasía de evasión, que parece atraer sobre todo a los ricos.
A doce años de la catástrofe de Fukushima, Japón comenzó a bombear aguas residuales de la central al océano. Insisten en que no hay peligro sanitario, pero sus vecinos están en pie de guerra.
Marx no predijo el cambio climático, pero sabía que el capitalismo contenía la contradicción ecológica que terminaría generándolo. De aquel momento a hoy cambiaron muchas cosas, salvo una: para proteger la vida es necesario acabar con el sistema.
El Partido Comunista de Japón cumplió cien años. Sus activistas desafiaron el sistema imperial del Japón de preguerra y la organización sigue siendo una fuerza de oposición en el marco de una cultura política conservadora.
Los habitantes de Okinawa llevan mucho tiempo haciendo campaña contra las enormes bases militares estadounidenses que dominan su isla. Pero el Estado japonés sigue adelante con la construcción de una nueva base en contra de su voluntad.
Una ventana a una parte de la historia de Japón que ha quedado a menudo en un segundo plano, incluso entre aquellos que se consideran entendidos.
1968 no fue un período convulsionado solo en Occidente. Ese mismo año, Japón vivió intensas movilizaciones de masas que contribuyeron a enriquecer un pensamiento marxista que sigue vigente hasta el día de hoy.