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Scarlett Johansson como Midge Campbell en Asteroid City. (Focus Features, 2023)

Asteroid City, sólo para fans de Wes Anderson

Traducción: Pedro Perucca

Asteroid City logra ser una de las películas más «wesandersonianas» de la filmografía del director, pero dejando a su paso un enorme vacío emocional.

A estas alturas, o eres un fan acérrimo de Wes Anderson o definitivamente no lo eres. Así que es de suponer que eso decidirá si ves su nueva película Asteroid City. Con el paso de los años, Wes Anderson se ha vuelto tan extremadamente «wesandersoniano» que la gente a la que simplemente le gustaban sus primeras películas, como Rushmore (1998) y The Royal Tenenbaums (2001), se ha quedado boquiabierta, incapaz de soportar la creciente falta de aire nuevo de su parte.

Asteroid City, irónicamente, trata sobre la inmensidad del espacio y los grandes misterios de la vida y la muerte, e involucra a los asistentes a una convención de astronomía en una pequeña ciudad del desierto americano que se convierte en el lugar de un aterrizaje alienígena real. Pero la forma que tiene Anderson de tratar temas tan amplios es hacer que todo resulte apretado, artificioso y limitado. Es posible que esté tratando de transmitir las limitaciones de la experiencia humana y la forma en que tendemos a vivir atrapados en rígidos arreglos arquitectónicos, dioramas, convenciones sociales y hábitos mentales rígidos, sin importar las cosas extraordinarias que nos sucedan.

Pero no lo creo. Sobre todo en el último período, las películas de Anderson — independientemente de las premisas o el desarrollo de la trama — siempre utilizan complejas historias y escenarios teatrales. Parece que es porque le gusta el efecto.

Este film en concreto presenta una convención de «jóvenes astrónomos y cadetes del espacio» en 1955 en la remota ciudad desértica de Asteroid City, donde un cráter dejado por la supuesta caída de un meteorito hace siglos es la principal atracción turística. Un gerente de motel (Steve Carell, en sustitución de Bill Murray, que tuvo COVID) regenta el único alojamiento turístico de la ciudad, una serie de rudimentarias cabañas para huéspedes. Sólo hay un restaurante, una cafetería. Las pruebas con bombas atómicas que se realizan en las cercanías provocan ocasionales nubes con forma de hongo, lo que explica la fuerte presencia militar, dirigida por el general Grif Gibson (Jeffrey Wright).

Durante la convención, un pequeño grupo de sesudos adolescentes reciben premios por sus inventos relacionados con el espacio, y sus padres y otros adultos están allí para presenciar la ceremonia. Entre ellos se encuentran el fotógrafo de guerra y viudo Augie Steenbeck (Jason Schwartzman), la estrella de cine y televisión Midge Campbell (Scarlett Johansson), la profesora June Douglas (Maya Hawke) y la astrónoma Dra. Hickenlooper (Tilda Swinton).

Además, se produce un aterrizaje real de un alienígena espacial y un extraterrestre —una divertida criatura animada, alargada y de ojos saltones, con Jeff Goldblum como el actor que lo interpreta entre bastidores— que aterriza en el cráter. Este impresionante acontecimiento altera temporalmente la experiencia de todos, hasta que la rutina de la vida familiar y profesional vuelve a apoderarse de todos.

Todo esto se presenta de la forma patentada y extremadamente estilizada de Anderson, por supuesto, con una combinación de colores que distrae y es bastante hermosa, con una intensificación de los colores del sudoeste, como el turquesa y el coral. Las imágenes más memorables de la película son probablemente los planos frontales de Johansson como Midge, con el pelo negro como el cuervo, maquillaje de ojos de gato y labios rojos a lo Elizabeth Taylor, enmarcada en la ventana de su camarote, hablando con Schwartzman como Augie, igualmente enmarcado frente a ella, mientras mantienen una inexpresiva relación amorosa entre «dos personas catastróficamente heridas». Johansson, en particular, parece haber dado con la clave para interpretar con eficacia los diálogos semisedados de Anderson, y atribuye a Schwartzman —un favorito de Anderson desde que protagonizó Rushmore en su día— el mérito de haberla ayudado a descubrir cómo hacerlo.

La película comienza en blanco y negro, con la antigua relación de aspecto cuadrada de la Academia, para transmitir una imagen televisiva de los años 50 en la que un narrador masculino (Bryan Cranston), típicamente rígido y solemne, describe una obra de teatro televisada llamada Asteroid City. Está escrita por un famoso dramaturgo estadounidense llamado Conrad Earp (Edward Norton), a quien vemos trabajando en la obra. A continuación, sus personajes empiezan a poblar el escenario. La imagen se abre a una pantalla panorámica en color a medida que vemos la versión más realista y al aire libre de los acontecimientos de la obra, aunque se mantiene una escenografía básica en el aspecto remilgado de los «decorados» y el estilo interpretativo un tanto narcotizado de todos los actores. Pero la narración sigue yendo y viniendo entre estos personajes, en color, y los actores que interpretan a los personajes, y Earp trabajando, en blanco y negro.

En las entrevistas, Anderson habla de su obsesión juvenil por el director Elia Kazan, en quien se inspira el director desenfrenadamente machista de la obra Asteroid City, Schubert Green (interpretado por Adrien Brody). Como tantas explicaciones de lo que supuestamente hace Anderson en sus películas, ésta nos deja en blanco, porque ningún cineasta pareció nunca menos inspirado por Kazan, que fue miembro del Group Theater y cofundador del Actors Studio, además de dedicarse a un teatro de comentario social izquierdista, antes de vender su alma dando nombres al Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes. Como director, Kazan se especializó en la emoción cruda, la injusticia social y la agonía de la experiencia estadounidense en películas como Gentleman’s Agreement (1947), Un tranvía llamado deseo (1951), On the Waterfront (1954), East of Eden (1955) y A Face in the Crowd (1957).

En cambio, el enfoque de Anderson parece diseñado para mantenerte a una distancia emocional, sin ninguna teoría política, digamos brechtiana, ni ninguna otra teoría que lo justifique o le dé sentido. A pesar de todos los esfuerzos de Anderson por distanciarse, algunas personas encuentran esta película increíblemente conmovedora. Al crítico de Vulture Bilge Ebiri se le saltaron las lágrimas. Y para hacerle justicia, tiene una opinión sobre todas las películas de Anderson para explicar su emoción:

Toda esta indulgencia tiene su razón de ser. Los dioramas obsesivamente construidos de Anderson exploran la necesidad humana de organizar, cuantificar y controlar nuestras vidas frente a lo inesperado y lo incierto. El universo regimentado de Moonrise Kingdom entra en una espiral de decadencia por la manía del amor juvenil. El ambiente de caja de caramelos de Mitteleuropaïsch de The Grand Budapest Hotel se deshace por el mal sigiloso del autoritarismo. La fascinación romántica y continental de French Dispatch se ve afectada por la protesta, la injusticia y la violencia. Puede que Asteroid City sea la expresión más pura de esta dinámica, porque trata de lo desconocido en todas sus formas. La muerte, la búsqueda de Dios, la creación del arte, la exuberancia del amor, los misterios del cosmos… en la narración de Anderson, todas son facetas de lo mismo.

Me encantan las películas sobre «lo desconocido en todas sus formas» y creo que el cine es un medio increíblemente adecuado para contemplarlo. También me encanta el formalismo cinematográfico, con usos de la fotografía, la puesta en escena, el montaje y el sonido tremendamente inventivos y llamativos. Esto debería significar que me encanta Wes Anderson. Pero su cine de los últimos años me ha perdido por completo. Mi reacción ante películas de Anderson como The Grand Budapest Hotel y The French Dispatch es de rabia espumosa. Asteroid City produce el mismo efecto.

Al final de Asteroid City, los títulos de crédito reproducen la canción «Freight Train», con su ritmo alegre, su brillante acento sureño y su lúgubre letra: «Cuando esté muerto y en mi tumba / No anhele más buenos momentos aquí / Pongan las piedras a mi cabeza y a mis pies / Y díganles a todos que me he ido a dormir». Está claro que pretende reflejar la combinación de la película de un soleado escenario desértico y la convención de jóvenes cadetes espaciales con nubes atómicas de fatalidad que se ciernen sobre ellos, que por extensión evocan nuestro actual estado de fatalidad y negación.

Entonces, en medio de esa canción culminante, aparece un correcaminos de burda animación en la parte inferior de la pantalla y baila una danza ridícula que dura hasta la imagen final. Es difícil explicar por qué resulta tan exasperante y tiene un efecto tan jódanse-por-perdedores. ¿Acaso este nerd de los suburbios de Texas cree que está exento de la condición humana sólo porque ahora vive en Europa, se relaciona con la élite cultural y viste trajes a medida?

Hablando de sus trajes, un amigo mío dijo que Wes Anderson parecía alguien a quien, de niño, sus padres vistieron con un traje seersucker (un tipo de tela de algodón de textura arrugada, también conocido como «mil rayas», que se popularizó en el sur de Estados Unidos) en miniatura, como el que llevan los caballeros sureños disecados, sólo para ver lo precioso que quedaba. Luego nunca dejó de llevarlo, haciéndose trajes de seersucker cada vez más grandes hasta que desarrolló una especie de traje de seersucker del alma. Sus películas, incluso en sus mejores momentos, estaban afectadas y alineadas con la élite, y cada día están más alejadas de las preocupaciones de la humanidad ordinaria que sufre.

Anderson acaba de asistir al Festival de Cannes, donde se estrenó Asteroid City, con un traje de seersucker. Parece apropiado.

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Publicado en Cine y TV, homeCentro3, Ideología and Reseña

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