Con la llegada de Donald Trump al poder, varias facciones del Partido Republicano compiten por imponer su dominio. Entre ellas están los «Groypers», el ala más derechista de la coalición, que busca que el partido adopte una agenda abiertamente nacionalista blanca.
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Donald Trump fue un presidente espectacularmente débil durante su primer mandato. Todo apunta a que será espectacularmente débil durante su segunda estancia en la Casa Blanca también.
Y hasta que los demócratas no encuentren la forma de recuperar a una parte importante de los votantes de la clase trabajadora, los sucesores de Donald Trump también se verán favorecidos en las próximas elecciones presidenciales.
Lo más importante de Donald Trump no es su condición psicológica, sino el hecho de que es un capitalista. Y de un tipo particular: un lumpencapitalista.
A pesar de enfrentar a un oponente singularmente frágil, Kamala Harris sigue compitiendo codo a codo con Donald Trump. Para reforzar su apoyo entre el electorado, debe promover políticas a favor de los trabajadores y dejar de respaldar el genocidio de Israel.
Derrotar a Donald Trump exigirá ir más allá de las apelaciones racionales al interés económico individual, una promesa bastante débil comparada con las fantasías de poder con las que el expresidente invita a sus seguidores a identificarse.
¿Qué pasaría si las «dos Américas» se separaran de forma definitiva?

Donald Trump y el Partido Republicano intentan detener el escrutinio inundando los juzgados con demandas y sembrando dudas acerca del voto por correo. La sociedad estadounidense no puede permitir que se roben estas elecciones.
En su primera campaña presidencial, Donald Trump prometió recuperar los puestos de trabajo con buenos salarios en el sector manufacturero. No cumplió con su promesa.