El caos que rodea a Sam Altman y OpenAI revela hasta qué punto la tecnología puede estar impulsada por la fantasía.
Notas publicadas en Ciencia y tecnología
Puede que la Inteligencia Artificial elimine algunos trabajos administrativos. Pero lo que definitivamente no hará es ayudarnos a cuidarnos los unos a los otros en una época de cambio demográfico y abandono institucionalizado.
Algunas tecnologías aumentan la productividad, pero otras remodelan nuestra sociedad y nuestra fisiología. Sea cual sea el futuro de la IA, la estrategia socialista debe ser la misma: incrementar el poder del trabajo.
Technofeudalism, el último libro de Yanis Varoufakis, ofrece agudas reflexiones sobre el auge del «capital en nube», pero lo interpreta equivocadamente como la inauguración de un sistema económico totalmente nuevo.
Analizando los impactos de la inteligencia digital, Slavoj Žižek afirma que los chatbots son máquinas de perversión que manipulan el inconsciente más que cualquier otra cosa.
Desde las filtraciones de los laboratorios hasta la eficacia de los tapabocas, la imposición mediática del consenso científico a través de la regulación de las preguntas aceptables es en sí misma anticientífica.
Bajo el capitalismo, la automatización destruye puestos de trabajo. En el socialismo, sería un instrumento de liberación.
En las últimas décadas, los científicos han realizado cada vez menos avances innovadores. La culpa la tiene el modelo académico que desalienta la creatividad y la asunción de riesgos.
Los debates sobre la nueva IA se centran en la «inteligencia». Pero ocurre algo más interesante: La IA es una máquina de cultura.