Los primeros meses del segundo gobierno de Trump confirman una profundización de sus aspectos más autoritarios. Esta reconfiguración profunda del orden político bien puede definirse como neofascista.
Artículos publicados por: Jorge Orovitz Sanmartino
Sociólogo e investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC) de la Universidad de Buenos Aires.Los primeros meses del segundo gobierno de Trump confirman una profundización de sus aspectos más autoritarios. Esta reconfiguración profunda del orden político bien puede definirse como neofascista.
El kirchnerismo no representó una ruptura sistémica sino un proyecto de igualación dentro del capitalismo periférico. Sin embargo, incluso esa moderada redistribución bastó para abrir la puerta del odio clasista y el revanchismo.
¿No se había dicho mil veces, analizando las elecciones europeas, que los partidos del sistema, al favorecer el consenso empobrecedor del neoliberalismo «liberal», dejaban el campo abierto a los neofascistas?
Poulantzas revolucionó el marxismo al concebir el Estado como una condensación de relaciones de fuerza entre clases.
El autoritarismo es consustancial al modelo que defiende Milei. Se trata de un ataque contra las formas de Estado y las instituciones que condensan compromisos sociales y democráticos conquistados por las luchas populares.
Si el movimiento socialista aspira a transformar sus ideas en fuerza material, debe ser parte de los grandes movimientos populares, empalmar con el «buen sentido» de las resistencias en curso y fusionar su programa con el ideario de los movimientos reales.
Los análisis que explican el ascenso de Milei exclusivamente por el «voto bronca» subestiman las corrientes subterráneas de la opinión pública.
El idioma poulantziano parece entenderse más en suelo latinoamericano que en la propia Europa.