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El economista y pensador marxista belga Ernest Mandel. (Wikimedia Commons)

El capitalismo tardío como desciframiento de la modernidad

El marxista belga Ernest Mandel popularizó el término «capitalismo tardío» para describir la forma en que el sistema había cambiado en las décadas de posguerra. La obra de Mandel marcó un hito en el estudio del capitalismo, y aún hoy podemos aprender mucho de su análisis.

Este texto es el prólogo a El capitalismo tardío de Ernest Mandel (Viento Sur-Sylone/Verso libros, 2023)

Cuando, en 1961, Ernest Mandel entregó el manuscrito del Tratado de economía marxista[1] a su editor, todavía era relativamente poco conocido fuera de los círculos militantes en los que había estado involucrado desde su juventud.

Con 38 años, y tras una larga preparación del libro, no solo disponía de un conocimiento profundo de la teoría y de las alternativas en disputa, sino también de datos empíricos y aportaciones de otras ciencias; y, de esta manera, se oponía a una tendencia entre los marxistas posteriores a la Segunda Guerra Mundial que, en el contexto de la Guerra Fría y después del fracaso de las revueltas en Francia y en Grecia, con la imposición de las reglas del imperio norteamericano en Occidente y con el reforzamiento del estalinismo en la URSS, se volcaron a la filosofía y, sobre todo, a la estética, alejándose de la lucha política y del análisis de las contradicciones del capitalismo triunfante. El libro disfrutó de un éxito generalizado desde su publicación en 1962 y confirmó a Mandel como el más dotado y profundo de los economistas marxistas, lo que se consolidaría a lo largo de los años siguientes.

Sin embargo, como nos cuenta en el prefacio de la primera edición alemana de este libro, publicado en 1972 y que sería su aportación fundamental, el autor quedó insatisfecho con el capítulo sobre la economía contemporánea, que consideraba como “demasiado descriptivo”; sobre todo, porque no profundizaba en el análisis de las etapas de la evolución del capitalismo y, en particular, porque no relacionaba las leyes del desarrollo del capital con el estudio de sus diversas manifestaciones (lo que sería su principal punto de divergencia con las teorías monocausales de las crisis de sobreproducción, que eran dominantes durante la década de 1960 y anteriores).

El camino de cara a ese libro, que es el que ahora está en manos del lector o lectora, recorrió dos vías fundamentales. La primera fue la profundización en el estudio de Marx, con la publicación de La formación del pensamiento económico de Karl Marx, en 1968. Se trataba de una polémica contra la visión entonces hegemónica, según la cual habría dos Marx contrapuestos, uno de juventud, más bien romántico, y otro de madurez, científico y riguroso. Althusser era, por entonces, uno de los impulsores de esta comprensión de la “ruptura epistemológica” entre los dos Marx, pero no era el único. Ahora bien, como ha demostrado Mandel, el concepto de “alienación” atraviesa toda la obra y establece un puente entre las obras de juventud, como los Manuscritos de París (1844), y las últimas obras, de madurez, como El Capital (1867). La publicación de los Gründrisse (1858), que apareció en 1939, en el año en que comenzó la Guerra, y especialmente su edición de 1953, demostraron con claridad cómo Marx mantuvo a lo largo de su vida sus conceptos fundamentales sobre la naturaleza de la explotación y cómo hizo de ellos un manifiesto de combate. La amistad de Mandel con Roman Rosdolsky, uno de los fundadores del Partido Comunista de Ucrania, un viejo bolchevique y profundo conocedor de los textos marxistas, puede haber contribuido a este camino de estudio de Marx (Rosdolsky murió en 1967, siendo publicado póstumamente en ese mismo año el notable Génesis y Estruc-tura del Capital de Karl Marx). Siendo así, que desde el Tratado Mandel ha consolidado su marxismo crítico y, por tanto, no solo con fidelidad al origen, sino también impulsando su desarrollo.

La segunda vía que prosiguió a lo largo de esa década –que, no se debe olvidar, fue también la época del Mayo del 68, del otoño italiano, del crecimiento de resistencias antifascistas en el Estado Español y bajo otras dictaduras– fue el trabajo sobre la crisis económica. Sus siguientes publicaciones, en ese campo, fueron dos artículos en el Socialist Register y en Le Temps Modernes, en 1964[2], analizando la posibilidad de un vuelco económico. Este esfuerzo demostraba cómo buscaba profundizar su interpretación de las fuerzas actuantes en la crisis. Fueron estos dos procesos intelectuales, el estudio del Marx menos conocido y la discusión de las contradicciones del modo de producción capitalista, los que lo llevaron a la Tercera Edad del Capitalismo, publicado inicialmente en alemán como Capitalismo Tardío[3]. Los dos títulos tienen cierta ambigüedad, a la que se refiere el autor en el prólogo original: no se trataría de identificar una nueva época, ni un “neocapitalismo”, ni una nueva fase de un “capitalismo monopolista de Estado”, sino una secuencia temporal dentro de la época del imperialismo. “Lamento, además, no haber encontrado un nombre mejor para esta época histórica que este –insatisfactorio porque es sólo cronológico y no sintético– de Spaktapitalismus, o tercera edad del capitalismo”, escribe[4].

Este libro, que es también la tesis doctoral que Mandel presentó para su aprobación en la Universidad Libre de Berlín, donde fue profesor invitado (en el mismo año ocupó una plaza en la Universidad de Vrijen, en Bruselas), fue escrito entre 1970 y 1972, cuando la noción de una profunda crisis sistémica aún era dudosa pero comenzaba a merecer atención (en 1971, el sistema monetario internacional establecido en Bresatton Woods había sido destrozado por Nixon). El autor había explicado las crisis económicas en su Tratado siguiendo la idea del eco-ciclo de la inversión, sin considerar entonces los largos períodos de transformación tecnológica y social. Ahora bien, a partir de 1964, amplió su perspectiva y comenzó a estudiar los trabajos de Kondratiev (artículos de 1922, 1924 y 1926 y el resumen del debate en el Instituto de Coyuntura de Moscú, que sólo se publicará en 1928 en ruso)[5], la confrontación con Trotsky sobre el tema (el informe de 1921 al congreso de la Komintern y su polémica de 1923 con Kondratiev)[6], y la contribución del más heterodoxo de los economistas ortodoxos, Joseph Schumpeter (sobre todo, su libro Business Cycles de 1939)[7]. A partir de estos autores, a los que Mandel reinterpretaría proponiendo su propia teoría, el estudio de las ondas largas del desarrollo capitalista pasó a ocupar su agenda y se convirtió en uno de las incorporaciones más sustanciales que introdujo este libro (en ediciones posteriores, también separaría el texto sobre la ideología y el Estado en dos capítulos distintos, con la intención de desarrollar el tema, aunque sólo lo esbozaría).

Las ondas largas y el capitalismo tardío

La constatación de la existencia de largos periodos de aceleración y desaceleración económica a lo largo del siglo XIX y principios del XX había sido reconocida por muy diferentes autores: Parvus (1901) y Van Gelderen (1913), ambos miembros de partidos socialdemócratas, Bresciani-Turroni (1913, 1916), Pareto, que luego sería nombrado senador vitalicio por Mussolini (1913) y Tonelli (1921), en la academia. Otros economistas han abordado el mismo tema (Aftalion, Tugan-Baranowski). Estos diversos economistas estuvieron de acuerdo con la cronología de largos períodos de expansión y contracción y reconocían la necesidad de combinar factores económicos, políticos y sociales en su análisis. Sin embargo, las explicaciones eran contradictorias: para Pareto, las ondas serían el resultado de conflictos dentro de la élite dominante, particularmente entre especuladores y rentistas, mientras que para Turroni y Tonelli, como para Parvus y Van Gelderen, serían el efecto de luchas sociales determinadas por la disputa sobre la tasa de ganancia.

Van Gelderen sería, entre estos autores, quien propondría una tesis más elaborada, siendo seguido por De Wolff, amigo suyo[8]. Kondratiev, especialista en estadística, comenzó a dedicarse al tema en 1922 y no conocía los escritos de Gelderen, pero llegó a la misma conclusión[9]. Trotsky, que habría conocido el concepto de su camarada Parvus sobre períodos Sturm und Drang[10], de expansión y depresión en las economías capitalistas, se refirió al tema en su discurso en el congreso de la Komintern de 1921, reconociendo diferentes etapas y “coyunturas” en la evolución económica.

De esta manera, pretendía agregar un elemento de crítica a la posición de la ultraizquierda de la Internacional, en particular a la de Bela Kun y la dirección del KPD, que defendían la tesis de que la revolución era inminente ante el esperado colapso del capitalismo, y que recomendaban una acción ofensiva, sobre todo en Alemania. Kondratiev publicó su primer estudio, en el que planteó la hipótesis de un movimiento estadísticamente detectable de grandes variaciones en el desarrollo capitalista, en 1922. Sin embargo, al año siguiente Trotsky lo criticó, utilizando datos del Times londinense para identificar una “curva de desarrollo capitalista” que sería modificada por eventos exógenos, como revoluciones, guerras y decisiones políticas. Criticó así el intento de endogeneizar todos los factores políticos y de ignorar la autonomía de la esfera social en relación con la economía, es decir, el papel de la estrategia y de los partidos políticos. Kondratiev quedaría sorprendido por esta crítica, pues se sentía cerca de cómo se abordó el tema en el discurso de 1921, y no comprendió que el blanco de Trotsky pasara a ser otro sector de su propio partido: la tesis de Bujarin sobre la estabilización del sistema, en el polo opuesto del debate anterior. La visión de Trotsky, que de alguna manera influyó en la lectura de Mandel, era que, si hay una tendencia de desarrollo económico, son los factores políticos exógenos los que determinan los puntos de inflexión, o que las contradicciones internas producen un “equilibrio dinámico” a través de rupturas determinadas exógenamente. En otras palabras, la política manda. De alguna manera, esta interpretación se impuso trágicamente en la vida de estos hombres: en 1928, Kondratiev fue arrestado y, aunque seguiría escribiendo en prisión, ya no podía comunicarse con sus colegas y fue fusilado después de ocho años de cárcel; Trotsky sería por el mismo período apartado del partido y exiliado, y más tarde asesinado.

Las contribuciones teóricas de Mandel

Este libro de Mandel sobre la “tercera edad” constituye su magnum opus y su análisis global más sistemático del capitalismo y sus cambios estructurales. En el momento de su publicación y en los años siguientes, parte del debate sobre la existencia o no de estas ondas largas, que ya se había avivado, se centró en el uso de diversas técnicas estadísticas para medir las desviaciones de la serie real en relación a una tendencia teórica, a través de la descomposición de series (como hicieran Kondratiev y Oparin, y prosiguieran Kuznets, Imbert, Dupriez, Duijn, Kleinknecht, Menshikov, Ewijk, Zwan, Hartman, Metz, Reijnders, etc.)[11]. Por el contrario, Mandel se basa en el estudio de las contradicciones internas del modo de producción capitalista para explicar el paso de una fase de expansión a otra de depresión, sugiriendo que serán necesarios shocks sistémicos para generar una nueva fase de expansión (fase A), una vez instalado un largo período de retracción o desaceleración de la tasa de ganancia y acumulación, pero el viraje a la fase de contracción (fase B) es producida por el propio movimiento de acumulación y sus contradicciones. Así, no propone una simple síntesis entre Trotsky y Kondratiev, sino una teoría distinta y original, que incorpora la autonomía del proceso político en el marco de las “leyes del desarrollo”, o tendencias fuertes de la evolución del capitalismo, que, como ya se verá, son “parcialmente indeterminadas”, y considera “la sociedad como una totalidad orgánica estructurada, movida por el peso de las contradicciones internas”[12]. Así, Mandel fue uno de los primeros autores en desarrollar una explicación históricamente integrada de estos procesos. A éste le siguieron algunos otros autores, en el período de mayor florecimiento del estudio de las ondas largas: Gordon (y los primeros trabajos de la Social Structures of Accumulation), algunos de los regulacionistas franceses, también Shaikh, Wallerstein, Freeman, Pérez, Tylecote, Rosier, Dockès, Kleinknecht e historiadores y estadísticos de las fases del capitalismo, como Maddison. Hay una importante razón teórica para que largos períodos de la historia económica no estén representados por las mismas relaciones estructurales, calculadas a través de una regresión u otro instrumento de descomposición estadística: es que las mutaciones son permanentes en el proceso económico, ya sea en la innovación tecnológica, en los conflictos en las relaciones laborales, en los cambios en las instituciones políticas, o en la estructura y tamaño de los mercados, o incluso en los cambios en las estrategias de los grupos sociales. Las premisas de equilibrio están destinadas a fracasar, y los métodos econométricos tradicionales, particularmente aquellos que asumen el principio de estabilidad causal e intertemporal, dan respuestas erradas a una pregunta errada.

La descomposición estadística de las series se inspiró en el trabajo pionero de Ragnar Frisch, quien en un artículo publicado en 1933 (el mismo que le haría merecedor del primer Premio Nobel de Economía, establecido en 1969), proponía la distinción entre un sistema de impulso [estímulos] (generado por shocks exógenos no sistemáticos) y un sistema de propagación [contagio] (que representaría el mecanismo de la economía, determinando un efecto de disipación de los shocks). Si bien Frisch no realizó un análisis estadístico con datos empíricos, sino una simulación matemática, tanto porque desconfiaba del enfoque probabilístico que servía de base para las regresiones y cálculos estadísticos, como porque creía que no sería posible obtener pruebas estadísticas de la “autonomía”, es decir, de la robustez de comportamiento de variables esenciales, propuso esta dicotomía como base para el análisis de los ciclos[13]. Con el éxito de este modelo, se estableció y después se prolongó en la epistemología positivista de la econometría tradicional, que la causalidad debe ser expresada desde la perspectiva de proximidad exógena, proposición que disgustaba a Schumpeter, con el que mantuvo correspondencia Frisch para la elaboración de este texto, quien, a diferencia de su colega, intuía que el capitalismo genera sus propias innovaciones y sus propias crisis y ésa es su naturaleza. Por otro lado, al discutir el notable libro de Schumpeter sobre los ciclos económicos, Business Cycles, algunos distinguidos economistas lo criticaron por no especificar estas relaciones causales mecánicas[14]. Schumpeter no quería hacerlo, dado que consideraba el capitalismo como un proceso adaptativo, lo que Mandel retoma con minuciosidad a partir de las evidencias precisadas en la Tercera Edad, mostrando el impacto y la adaptación de sucesivos “sistemas de máquinas”[15].

Ahora bien, la incapacidad de los métodos analíticos tradicionales para identificar tanto el mecanismo de equilibrio como la regularidad de estos shocks exógenos, que serían causales, se deriva no tanto de la realidad como de la forma de estos mismos métodos para analizar los datos. Por otro lado, las fronteras entre la exogeneidad y la endogeneidad están definidas por el tipo de modelo que se considere y, por lo tanto, pueden variar, sin ser necesariamente una consecuencia de la realidad. Lo que no es posible es exigir un modelo económico puramente endógeno, por dos razones, siendo la primera que la economía no es suficiente para explicar el capitalismo. En segundo lugar, como demostró Polanyi en The Great Transformation (1944), la imagen de un funcionamiento independiente y mecánico de la esfera económica, imponiéndose a la sociedad, es una proyección ideológica del liberalismo para la justificación del mercado imperfecto, un factum de la imaginación. De hecho, la exigencia de una teoría que lo explique todo es absurda: para que sea posible una explicación con completa formalización endógena, tendría que incluir todas las variables e incluso la extravagante afirmación de que las fuerzas económicas determinan todos los procesos sociales, guerras y revoluciones, así como el propio contexto institucional en todo momento.

Por otro lado, una explicación puramente exógena sería redundante e irrelevante, porque explicaría los acontecimientos por los propios acontecimientos. O sea, el debate sobre la endogeneidad o exogeneidad de los factores causales, que resumió Mandel y que condiciona el horizonte de muchos científicos, es un artificio de un mundo en el que la modelización se ha convertido en la única forma legítima de interpretación científica. Por lo tanto, la centralización exclusiva en la endogeneidad o la explicación por determinación causal exógena son soluciones autodestructivas.

Mandel sugirió una alternativa, una economía realista basada en el conocimiento de la historia. Por eso, en el capítulo cuatro de este libro, critica tanto a Kondratiev como a Schumpeter por no utilizar la tasa de ganancia (o la acumulación) como indicador fundamental de la dinámica temporal del capitalismo, y así propone estudiar las diversas formas del capital y sus transformaciones en la segunda mitad del siglo XX. Durante los últimos quince años de su vida se dedicó a profundizar en este tema, que comenzó a ser discutido en esta Tercera Edad.

“Determinismo paramétrico” y variables semiautónomas

El problema sería retomado por Mandel en 1978, en sus conferencias Alfred Marshall en la Universidad de Cambridge, que fueron publica- das en 1980 como The Long Waves of Capitalist Development, y sobre todo más tarde en un texto de 1985, que dedicó a estudiar las “variables parcialmente independientes” y que fue incluido como anexo en una reciente edición francesa de la Tercera Edad. En este texto estudia la “lógica interna en el análisis marxista clásico”, señalando que algunas variables deben ser consideradas exógenas en el largo plazo, pero que, al no resultar de un simple formalismo que establezca la frontera endógeno-exógeno (es decir, lo que es o no incorporado y definido como consecuencia del proceso formalizado en un modelo dado), son generados en el corto y medio plazo por el propio proceso económico. Mandel llamó a esto las “variables parcialmente independientes (autónomas)”, que representan “todas las dimensiones básicas del modo de producción capitalista”[16], tales como la composición orgánica del capital (volumen y distribución del capital) y su estructura (proporción de activos fijos y circulantes y su distribución entre sectores), la tasa de plusvalía, la tasa de acumulación (y consumo productivo e improductivo de la plusva- lía), la evolución del tiempo de rotación del capital, las dificultades de realización, el intercambio entre sectores, incluyendo las nuevas formas del sector económico de la industria militar o las finanzas. Con este concepto, Mandel pretendía evitar la trampa del reduccionismo de los modelos analíticos y condensar el sistema en el que se determinan estas variables, es decir, las fronteras donde se dan los conflictos por el control, coordinación y poder[17].

Esas variables describirían procesos automáticos en la estructura económica: “Pueden determinar la velocidad, la dirección, el grado de homogeneidad/heterogeneidad del desarrollo. No pueden alterar la naturaleza del sistema o invertir sus tendencias históricas generales (…). Además de la lógica interna del sistema, existen factores exógenos que están activos, que co-determinan parcialmente el desarrollo del sistema, al menos a corto y medio plazo”[18]. Pero el texto añadía que la lógica interna está contenida por la estructura paramétrica que delimita sus trayectorias posibles y que las grandes mutaciones sistémicas se dan en ese espacio: «Entonces, cualquier interacción entre las fuerzas exógenas y endógenas siempre está limitada por esos parámetros, por esas restricciones, y alcanza sus límites cuando amenaza con eliminar los mecanismos básicos del sistema”[19].

De este modo, Mandel se aleja, y con razón, de los debates clásicos de la primera mitad del siglo XX, en los que se posicionaron Luxemburg, Hilferding, Grossmann o Bujarin, que basaban sus análisis de ciclos en los esquemas de reproducción de El Capital. Mandel criticó esta estrategia analítica, dado que se trata de estudios basados en la simplificación del equilibrio de la reproducción, son fotografías estáticas y, en cambio, deberían estudiarse las tendencias inherentes a la ruptura de esos equilibrios, como la relación entre factores causales y sólo comprensibles en contextos concretos. Sin historia, la teoría económica es incapaz de ver la realidad.

Michal Kalecki había abordado un problema similar en uno de sus últimos artículos, en 1968, sugiriendo la definición de “variables semiautónomas” para representar las fuerzas exógenas en el contexto de los modelos matemáticos, pero que debían ser explicadas por la teoría, y así formuló sus modelos de crecimiento y crisis. De esta manera, abandonó la inquietante demanda de una endogeneización completa de la relación entre variables, al mismo tiempo que señaló que un modelo limitado a unas pocas variables nunca podría representar la realidad. Por eso prefería modelos flexibles, asumiendo sus limitaciones, pero realistas, aunque parciales, sustentados en una teoría general que interpretase sus limitaciones y resultados. No desarrolló este tema, pero su intuición fue notable[20]. Es por reconocer estas dificultades que el concepto de variables parcialmente independientes es tan importante, pues desarrolla el papel condicionante de la historia en el marxismo: en lugar de simplificación y determinismo, reincorpora la sucesión de modos de producción en una historia indeterminista y como totalidad orgánica, que analiza procesos y no el equilibrio, utilizando la dialéctica en lugar de una inalterabilidad causal, o determinaciones concretas y locales y no abstractas. Tal vez por eso, en una síntesis autobiográfica en los últimos años de su vida, escrita para el Biographical Dictionary of Dissenting Economists, Mandel subraya que una de sus contribuciones principales fue la noción de “determinismo dialéctico (paramétrico)” opuesto al “determinismo mecanicista”[21],  o sea, subrayó su oposición al positivismo y al marxismo dogmático.

De este modo, apuntó que las fuerzas exógenas no son realmente independientes y deben ser descritas como «variables parcialmente autónomas», o siguiendo a Kalecki, semiautónomas. Kalecki y Mandel sugirieron así que el análisis de la sociedad es irreductible a la simplicidad y el reduccionismo es un error. Este es el enigma de las ondas largas, que son períodos específicos de la historia del capitalismo: las teorías tradicionales no pueden detectar ni un mecanismo ni una regularidad,que son conceptos urdidos para ignorar la historia y descubrir, en su lugar, alguna continuidad y equilibrio.

Complejidad e historia

Al resolver este rompecabezas teórico y al transformar su marxismo en un desciframiento de la modernidad, Mandel mostró cómo el contexto de las ondas largas permitía simultáneamente un rechazo del mecanicismo y entender una historia abierta. Así, es la lucha de clases la que determina la historia y estos grandes períodos, como había sugerido Maddison, son «fases del desarrollo capitalista», que forman y exigen “shocks sistémicos”: la lucha de clases, una vez más[22]. Contra cualquier determinismo tecnológico y estudiando la aceleración de las innovaciones y las transformaciones del capital fijo, u otras condiciones para modificar la composición orgánica del capital y la tasa de beneficio, sobre todo las que resultan de la indeterminación del conflicto social, Mandel y Chris Freeman se acercaron en esta visión de lo que el segundo describía como la tensión entre el sistema tecnoeconómico y la estructura socioinstitucional, lo que puede evitar, retardar o potenciar el impacto de esos cambios y determinar el proceso oscilatorio[23].

De esta forma, reivindicaba la incorporación de la economía como ciencia social y el marxismo como teoría crítica, es decir, como economía política en sentido clásico. La obra de Mandel es un ejemplo paradigmático de este enfoque, que se presentaba claramente cómo el proyecto de comprender y actuar en la realidad social y económica, introduciéndose en sus dinámicas internas, en sus factores ambientales y en las mediaciones políticas e institucionales. Consciente de la dimensión de este trabajo, afirmaba que “podemos aceptar, por tanto, la idea de que las ondas largas son mucho más que las subidas y bajadas rítmicas de la tasa de crecimiento de las economías capitalistas. Son períodos históricos distintos en un sentido real”[24]. Es esa integración teórica la que hace de su teoría un desafío permanente, que no busca una superposición o suma de causas, sino una historia concreta de los conflictos, basada en el análisis del poder y de la coordinación entre las economías y sociedades. Es en esa complejidad que transcurre la modernidad tan enferma en la que vivimos.

Notas

[1] Ernest Mandel (1962), Traité d’Économie Marxiste, Paris: Julliard, 2 volúmenes.

[2] Ernest Mandel (1964), “The Economics of Neocapitalism”, Socialist Register, 1, pp.56-80; (1964), “L’Apogée du Neocapitalisme et ses Lendemains”, Temps Modernes, 20: 219-220, p. 193-210. Mandel abandonaría pronto el concepto de “neocapitalismo”, pero la importancia de estos dos artículos es que son sus primeros textos en que anticipa el agotamiento del largo ciclo expansivo.

[3] El título La Tercera Edad del Capitalismo fue el adoptado en la edición francesa, con la anuencia del autor. Es cierto que el título original, El Capitalismo Tardio, que reflejaba alguna influencia de la Escuela de Frankfurt, donde se usaba ese término, fue visto por Mandel como sinónimo de la versión francesa, aquí seguida. Otras ediciones optaron por traducir literalmente el título original (la brasileña, por ejemplo).

[4] Ernest Mandel (1972/1997), Le Troisième Âge du Capitalisme, Paris: Ed. La Passion, p. 16.

[5] Los principales textos de Nikolai Kondratiev, incluyendo sus tablas estadísticas, sólo fueron publicados en francés en 1992 (ed. Louis Fontvieille, ed., 1992, N.D. Kondratieff, Les Grands Cycles de la Conjoncture, Paris: Economica). La edición inglesa, incluyendo otros textos inéditos, es de 1998 (Londres: Pickering & Chatto, en 4 volúmenes).

[6] La ponencia que Leon Trotsky presentó ante la Komintern fue publicada en The First Five Years of the Communist International, 1945, New York: New Park, vol. 1, pp. 174-226. Su crítica a Kondratiev está en “The Curve of Capitalist Development”, 1973, in Problems of Everyday Life, New York y Londres: New Park, pp. 273-80. El debate en el Instituto de la Coyuntura sólo era entonces conocido por el resumen sesgado de George Garvy (1943, “Kondratieff ’s Theory of Long Cycles”, Review of Economics and Statistics, 25:4, pp.203-220). En ese debate, uno de los investigadores del Instituto de la Coyuntura dirigido por Kondratiev, Oparin, presentó una interpretación alternativa como ponencia en un seminario en 1926, disintiendo sobre el método estadístico de su director y criticando la arbitrariedad de la selección de las ecuaciones, pero asumiendo que existirían puntos discretos de equilibrio y una tasa “natural” de crecimiento de las reservas de oro, siguiendo una teoría monetarista.

[7] Joseph Schumpeter (1939), Business Cycles, New York: Martino, reedición de 2014.

[8] 8 Van Gelderen sólo escribió una serie de artículos sobre las ondas largas (“Spring- vloed-Beschouwingen over Inclustrieele Ontwikkeling en Prijsbeweging”, 1913, en el Die Nieuwe Tijd, no. 4, 5, 6, Amsterdam). Sus ideas fueron después desarrolladas por un amigo, De Wolff, pero ambos escribían en holandés y los textos permanecieron desconocidos para la suya y para las generaciones siguientes. Después de publicar estos artículos, Van Gelderen no volvió al tema y después la tragedia interrumpió su vida (se suicidó en 1940 cuando los nazis ocuparon su país). Kondratiev y los otros participantes en el debate de 1926 no conocían estas contribuciones, que sólo fueron publicadas en inglês en 1996 (por Christopher Freeman, ed., 1996, Long Wave Theory, Aldershot: Elgar).

[9] La cronología de esos cambios en la tendencia era la siguiente: 1781-1851, 1851- 1873, 1873-1894, 1894-1913,1913-… Esto corresponde aproximadamente a las cronologías de los autores anteriores, como a la adoptada por los italianos y por Van Gelderen, que Trotsky probablemente desconocía. La coincidencia de tantos autores diferentes sobre la misma cronología sugiere que, incluso trabajando inde- pendientemente, se les hacían manifiestas características evidentes y comunes del desarrollo del capitalismo en el siglo XIX.

[10] Alexander Parvus (1901), “Die Handelskrisis und die Gewerkschaften”, in Parvus et al., Die langen Wellen der Konjunktur, Berlin, 1972.

[11] Discutí las polémicas sobre Kondratiev y las aportaciones de Mandel sobre todo en Francisco Louçã (1997), Turbulence in Economies, Aldershot: Elgar; (1999), “Ernest Mandel and the Pulsation of History”, in Achcar, Gilbert (ed.), The Legacy of Ernest Mandel, London: Verso, pp. 104-118; (1999), “Nikolai Kondratiev and the Early Consensus and Dissensions about History and Statistics”, History of Political Economy, 31:1, pp. 169-205; (1999), “An Economist at the Crossroad of the Century”, reseña de “Works of Nikolai Kondratiev”, Journal of the History of Economic Thought, 21:2, pp. 203-9; (2012), “Nikolai Kondratiev and Long Waves in Recent Dictionaries and Encyclopaedias”, in Besomi, Daniele (ed.), Crises and Cycles in Economic Dictionaries and Encyclopaedias, pp.443-61, Londres: Routledge; e (2021), “As Time Went By- Why is the Long Wave so Long?”, Journal of Evo- lutionary Economics, 31(3): 749-71.

[12] “Partially Independent Variables and Internal Logic in Classical Marxist Economic Analysis”, publicado inicialmente in Social Sciences Information 14(3), 1985, pp. 485- 505, p.474; reimpreso in (1992), Himmelstrand, Ulf (ed.), Interfaces in Economic and Social Analysis, London, pp. 33- 50. Se cita la versión de 1992, p. 37.

[13] Ragnar Frisch (1933), “Propagation Problems and Impulse Problems in Dynamic Economics”, in K. Koch, ed., Economic Essays in Honour of Gustave Cassel, London: Cass, pp. 171-205. Debe señalarse que, a pesar de este modelo, tanto Frisch como Tinbergen, el físico holandés que compartió con él el premio Nobel de Economia, estaban convencidos de la existencia de las ondas largas en economía y defendieron esa idea a lo largo de sus vidas.

[14] Simon Kuznets (1940), “Schumpeter’s Business Cycles”, in American Economic Review 30, pp. 257-71; Oskar Lange (1941), “Schumpeter’s Business Cycles”, in Review of Economic Statistics 23, pp. 190-93.

[15] 15 Como ocurre con todos los análisis anticipatorios, el de Mandel reveló algunas imprecisiones. Algunas críticas señalaron que lo que consideró la “tercera revolución tecnológica” (desde el final de la Segunda Guerra Mundial), consistente en la generalización de la energía nuclear, en el proceso de automatización y en la electrónica (Troisième Âge, pp. 120-21), ignoró que las primeras generaciones de productos electrónicos no fueron tan impactantes como la difusión de nuevos bienes de consumo duradero. La (micro)electrónica de hoy podría convertirse en la base técnica de una nueva expansión, pero ni su efecto económico era evidente en las décadas de 1980 y 1990, ni están aún dadas las condiciones institucionales y sociales para esta expansión. Pero, como es fácil ver, La Tercera Edad del Capitalismo se publicó apenas un año después de la invención del microprocesador, y su potencial sólo se hizo evidente mucho después. Por otro lado, Mandel sugiere el año 1968 para el final de la fase A de la cuarta onda larga, admitiendo un criterio político dominante, dado que la crisis del sistema monetario internacional y la recesión general que puso fin a los treinta años de expansión sólo ocurriría a principios y a mediados de la década siguiente.

[16] Mandel, 1992, p.38.

[17] 17 No se establece claramente el origen ni el contenido de este concepto. En otra carta privada a este autor (9 de septiembre de 1994), Mandel presentó el concepto como expresión de la incertidumbre en la lucha por el poder. En otra carta a este autor (3 de marzo de 1995), Mandel me dijo que estas “variables parcialmente autónomas” reflejan la incertidumbre y la determinación compleja de la evolución social, en el contexto de las limitaciones históricas. Por tanto, incluirían factores políticos y económicos que forman parte del conflicto social y de la historia real. Supongo que el concepto ha sido influenciado por investigaciones contemporáneas de evolución en biología y procesos dinámicos. Así, a principios de la década de 1980, Levins y Lewontin habían demostrado que la estabilidad de un sistema evolutivo dependía de procesos de retroalimentación y parámetros que gobiernan el índice de evolución y constituyen sus límites. Al mismo tiempo, Prigogine e Isabelle Stengers, y estoy seguro de que Mandel conocía sus trabajos, demostraron que cambiar los parámetros puede causar caos y generar complejidad, o nuevos ordenamientos [organizaciones]. La introducción de los conceptos de complejidad, tiempo, incertidumbre, orden y desorden, entropía y mutación, se ha leído desde entonces en las ciencias sociales como un aporte relevante contra el mecanicismo positivista. Mandel acompañó y, en alguna medida, anticipó esas orientaciones.

[18] Mandel, 1992, p.37.

[19] Ibid. p. 39.

[20] Michael Kalecki, “Trends and Business Cycles Reconsidered”, Economic Journal 78, 1968, pp. 262-76.

[21] Mandel (1992), in Arestis, Sawyer, eds., A Biographical Dictionary of Dissenting Economists, Aldershot: Elgar, p. 340.

[22] Angus Maddison (1991), Dynamic Forces in Capitalist Development, Oxford: Oxford University Press; Mandel (1995), Long Waves of Capitalist Development, Cambridge: Cambridge University Press, p. 141, n. 19, primera edición 1980. Esta idea ya estaba presente en el libro de 1972 (Mandel, Troisième Âge, p. 139).

[23] Escribí con Chris Freeman un análisis de las ondas largas en 2001, publicado como As Times Goes By – From the Industrial Revolutions to the Information Revolution, Oxford: Oxford University Press.

[24] Long Waves, p. 82.

 

Publicado originalmente en Viento Sur.

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