Las horribles escenas de la India y Brasil demuestran que cuando los países ricos aumentan los beneficios de las farmacéuticas, la desigualdad se convierte en un apartheid mundial de vacunas. Cualquier retraso no hará más que agravar una crisis ya catastrófica.
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Para hacer frente al escepticismo sobre las vacunas habrá que hacer algo más que tachar a la gente incrédula de irracional. Requerirá un compromiso genuino con la duda y la incertidumbre, que es también un principio fundamental del método científico.
Los cuarenta años de vaciamiento neoliberal del Estado son la causa del gran fracaso que enfrentamos al momento de vacunar rápidamente a todo el mundo.
Los conflictos de clase a lo largo de la historia fueron influenciados por los modos en que trabajadores y gobernantes respondieron a las pandemias. Cuando superemos el COVID-19, la lucha por regímenes de trabajo más justos será nuestra tarea más urgente.
A poco más de un año del inicio de la pandemia en Ecuador, y a pocos días de la segunda vuelta electoral, vale reconstruir los entramados políticos y empresariales que hicieron de la pandemia un verdadero desastre.
Las clases medias están perdiendo su estatus privilegiado frente a la automatización, la flexibilización laboral y una movilidad social descendente. La izquierda debe encontrar el modo de movilizar a estas capas de la sociedad en la lucha contra el capitalismo financiero posindustrial.
Para acabar con la crisis sanitaria de manera exitosa, no alcanza con detener el contagio. Es indispensable enfrentar, de manera simultánea, las desigualdades económicas y sociales en todo el mundo.
En contraste con las falaces imágenes creadas por las élites y alimentadas por los medios de comunicación hegemónicos, Colombia es hoy un país al borde del estallido social, con crudas cifras de desigualdad, pobreza, desempleo y asesinatos políticos.
No podemos pensar que una sociedad organizada para servir a cada uno de los caprichos de un pequeño puñado de personas ricas mientras rebaja y degrada al resto es sensata o razonable.
La crisis económica disparada por la pandemia no es otra cosa que la precipitación de las secuelas de la crisis financiera de 2008. Ante esta crisis sin precedentes, en América Latina resulta urgente recuperar políticas de integración regional.