En Gran Bretaña, los años setenta vieron surgir a un grupo cohesionado de políticos laboristas de izquierda que acabaron haciéndose con el control del partido de la mano de Jeremy Corbyn. Si ellos pudieron con Tony Blair, la izquierda laborista actual puede enfrentarse a Starmer.
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La izquierda británica necesita recuperar el radicalismo que mostró durante la primera insurgencia de Jeremy Corbyn contra el establishment del partido.
Contra las élites centristas y una burocracia de partido amañada, la campaña de Andreas Babler, marxista influenciado por Corbyn, ha logrado, contra todo pronóstico, asegurar una dirección socialista para los socialdemócratas austriacos.
El Partido Laborista debe poner freno a los ataques a los derechos de huelga, protesta y voto. Pero Jeremy Corbyn dice que un partido que no respeta la democracia interna es incapaz de defenderla hacia afuera.
Cinco años después de sus avances electorales, los proyectos liderados por Corbyn y Mélenchon han tomado direcciones opuestas. La izquierda británica estaría hoy en una posición más fuerte si hubiera mostrado algo de la garra confrontativa de su par francesa.
La expulsión de Loach del laborismo es solo la faceta más visible de una profunda purga antizquierdista.
La decisión de suspender a Jeremy Corbyn del Partido Laborista representa un ataque contra la izquierda. La militancia del partido deben combatir esta decisión porque si no todo lo que Corbyn defendió abandonará el laborismo junto a él.
Hace cinco años celebrábamos el auge del populismo de izquierda en Europa. Ahora debemos considerar lo poco que este movimiento logró y lo que tal vez se haya perdido.
El corbinismo tenía un programa popular, pero no logró generar la movilización de masas necesaria para luchar por él.
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