Press "Enter" to skip to content
Theodor Adorno en un acto en Fráncfort del Meno el 28 de mayo de 1968. (Manfred Rehm / picture alliance via Getty Images)

La Escuela de Frankfurt estudia hace un siglo la dominación en las sociedades modernas

Traducción: Pedro Perucca

En 2023 se cumplió un siglo de la fundación del Instituto de Investigación Social, más conocido como la Escuela de Frankfurt. Su historia es la de un largo desafío al statu quo y la negativa a aceptar que el capitalismo es la única realidad posible.

En 1923, al menos en la mayor parte de Europa, los disparos habían cesado. Sin embargo, en Alemania, un grupo de jóvenes académicos pensaban que la agitación social que siguió a la Primera Guerra Mundial aún podía provocar una catástrofe y creían que un instituto de investigación social era un paso necesario para hacer frente a este desafío.

Ya a principios de la década, Felix Weil, Max Horkheimer y Friedrich Pollock habían concebido la idea de crear un organismo de este tipo en Frankfurt. Estos amigos imaginaron una institución que llevaría a cabo investigaciones tanto teóricas como empíricas sobre la sociedad, con el objetivo de encontrar un modelo más humano y justo para el futuro, reflexionando al mismo tiempo sobre por qué la Revolución de Noviembre y otros intentos recientes de revolución en Alemania habían fracasado. La idea contó con el apoyo del padre de Weil, benefactor de la Universidad de Frankfurt.

Carl Grünberg, el primer director del Instituto, le dio oficialmente una orientación marxista. Durante su conferencia inaugural, se comprometió apasionadamente con el marxismo y declaró su intención de utilizar métodos de investigación histórico-materialistas en sus tareas científicas. Dado que para fundar el instituto había que obtener la aprobación de diversos agentes y administraciones, Weil ocultó en un principio la orientación marxista utilizando un «lenguaje esopiano» en el documento fundacional de 1922.

La denominación inequívoca del programa de investigación por parte de Grünberg en 1923, que hacía referencia a Marx, sorprendió y escandalizó por tanto a muchos conservadores presentes que trabajaban en la Universidad de Frankfurt y sus alrededores. Grünberg había fundado en 1911 la revista Archiv für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegung (Archivo para la historia del socialismo y el movimiento obrero), que se convirtió en la publicación más importante de los primeros años del Instituto.

El Instituto inició sus actividades públicas en 1923 con la «Erste Marxistische Arbeitswoche» (Primera Semana del Trabajo Marxista), en la que participaron muchos jóvenes intelectuales socialistas de todo el continente, como György Lukács, Karl Korsch y Karl August Wittfogel. Durante este periodo, el Instituto también participó en otras formas de intercambio internacional fruto de la colaboración de Grünberg con David Riázanov, un conocido editor. Riazánov y los austromarxistas del entorno de Grünberg habían acordado en 1911 publicar una edición completa de los escritos de Karl Marx y Friedrich Engels. Con la decisión del V Congreso de la Internacional Comunista, Riazánov, director del Instituto Marx-Engels de Moscú, llegó a Frankfurt en 1924 para empezar a trabajar en la edición completa en cooperación con el instituto.

Durante años, el personal se dedicó a filtrar, archivar y documentar los escritos de Marx y Engels, culminando con la primera parte de la edición completa en 1927. Sin embargo, esta cooperación no estuvo exenta de conflictos: el Instituto, que siempre se esforzó por conseguir una edición objetiva y un tono erudito, se resistió cada vez más a la instrumentalización política de este proyecto, lo que llevó a la disolución conjunta de la cooperación en 1928. Moscú había adoptado con demasiada frecuencia un tono autoritario. Los editores de Frankfurt se resistieron a la invasiva estalinización, como escribió Weil en 1928: «No puedes pedirme que persuada a la gente que me pide información para que vaya a Moscú en estas condiciones, y no me refiero a las condiciones materiales, sino a las otras…».

El mandato de Grünberg como primer director del Instituto también llegó a su fin ese mismo año, ya que, tras sufrir un derrame cerebral, no pudo seguir cumpliendo con sus obligaciones. Max Horkheimer fue el siguiente director y cambió el enfoque del marxismo ortodoxo por un enfoque interdisciplinario: bajo su dirección, se combinaron disciplinas sociofilosóficas, sociológicas, económicas, literarias y psicoanalíticas y se contrató a personal de estas diferentes disciplinas. Con la Zeitschrift für Sozialforschung (Revista de Investigación Social), se fundó una publicación que lideró los debates académicos a lo largo de la década de 1930, con autores destacados como Leo Löwenthal, Friedrich Pollock, Theodor W. Adorno, Erich Fromm y Walter Benjamin.

Una revista para la investigación social

El objetivo declarado de Max Horkheimer para la Zeitschrift für Sozialforschung era reunir una amplia variedad de estudios y enfoques para la elaboración de lo social. De ahí que diera a la revista el propósito de explorar la «sociedad en su conjunto», como mencionaba en el primer prefacio. No debía distanciarse de los trabajos empíricos ni perderse en debates puramente teóricos, sino vincularlos. Esto significaba que la revista debía ser una recopilación de las distintas formas de ver el mundo, encontrando siempre puntos de referencia concretos para ellas dentro de los debates contemporáneos.

A ello contribuyeron diferentes expertos de sus disciplinas, como Fromm desde el psicoanálisis o Löwenthal desde la literatura. El objetivo era formular una crítica de las condiciones imperantes a través de un trabajo empírico interdisciplinar que también se desmarcara del establishment científico positivista.

La revista también es un ejemplo de la historia del instituto. Mientras que el primer número de 1932 aún se publicaba en Alemania y trataba del nacionalsocialismo como posible régimen venidero, los siguientes números se publicaron en París y los dos últimos en Nueva York. Con el desarrollo del nacionalsocialismo y la ubicación del instituto en Suiza y más tarde en Estados Unidos, también cambiaron los puntos de vista sobre los acontecimientos sociales. Sin embargo, la revista nunca fue sólo un estudio de contextos políticos, sino que también combinaba reflexiones estéticas, como la de Adorno sobre Richard Wagner.

Teoría crítica y exilio

 

En los primeros años antes de la llegada de los nazis al poder, Horkheimer y sus colegas investigaron para entender por qué la revolución socialista no se produjo como había predicho Marx. A través de sus estudios sobre la familia, la personalidad y la autoridad, descubrieron que una parte significativa de la clase obrera no se identificaba con la idea de una revolución socialista, sino más bien con opiniones políticas conservadoras. Como resultado, el Instituto y su entorno se volvieron cada vez más cautelosos, ya que anticipaban una toma de poder autoritaria en Alemania.

En 1932, Horkheimer fundó una sucursal del instituto en Ginebra, adscrita a la «Internationales Arbeitsamt» (Oficina internacional del trabajo) con el propósito oficial de realizar investigaciones, pero también como medida preparatoria para un posible exilio. Bajo su dirección, la Zeitschrift für Sozialforschung se trasladó a París y los fondos de la fundación se transfirieron a Holanda. El propio Horkheimer empezó a vivir en diferentes hoteles para evitar ser capturado.

Sin embargo, sus planes se toparon con las duras realidades de la agitación social. La primera fase de Frankfurt terminó en 1933 con la confiscación del Instituto y su archivo por la Gestapo (policía secreta del Estado alemán), lo que llevó a su cierre. Horkheimer dirigió el instituto durante los años de exilio, primero desde Ginebra y luego desde Estados Unidos, e intentó continuar su labor llevándose consigo a miembros de su personal. Este triste capítulo de la historia es particularmente evidente en los pensadores de la teoría crítica que se convirtieron en víctimas del régimen nazi, como Benjamin.

 

Teorías tradicionales y críticas

 

Otros miembros del Instituto, como Horkheimer, Adorno y Herbert Marcuse, continuaron su labor en el exilio en Estados Unidos. Durante este tiempo, desarrollaron la teoría crítica, que era un enfoque de inspiración marxista para estudiar la sociedad y la cultura que pretendía revelar y cuestionar las estructuras de poder subyacentes que conforman la vida social.

Un ensayo fundamental de Max Horkheimer, «Teoría tradicional y teoría crítica», compara y contrasta lo que él denomina las dos formas de teoría social. Horkheimer sostiene que la teoría tradicional, que se centra en el orden y la estabilidad social, tiene una capacidad limitada para comprender y cambiar la sociedad. Sitúa los problemas sociales del lado de los individuos y reproduce así las contradicciones sociales.

Por el contrario, la teoría crítica, que se centra en el poder y la dominación en la sociedad, pretende cuestionar el statu quo y promover el cambio social. Horkheimer destaca la importancia de la postura crítica, que consiste en empezar siempre de nuevo y reconocer la relación entre las posturas intelectuales y su ubicación social. Cree que el futuro de la humanidad depende de la existencia de la teoría crítica y de su capacidad para promover la justicia social y la igualdad.

A pesar de todos los desafíos, los años de exilio también estuvieron marcados por una enorme productividad. En la Zeitschrift für Sozialforschung se produjeron trabajos pioneros, siempre con la convicción de que era necesario intervenir, incluso sin poder participar. «Pero —insistió Horkheimer— la idea del Instituto no era someterse tan fácilmente a esta realidad. Tal vez suceda, pero al menos no será sin resistencia».

Durante sus años en el exilio, el Instituto no sólo vigiló a Europa, sumida en las llamas de la guerra, sino que también escrutó los acontecimientos en Estados Unidos. Analizó los discursos de los agitadores fascistas, exploró la aparición de la radio y el teatro ligero como medios de comunicación de masas y observó el auge de Hollywood. Divididos en dos grupos regionales, uno en Nueva York y otro en Los Ángeles, Horkheimer y Adorno, junto con otros exiliados como Thomas Mann y Bertolt Brecht, tuvieron la oportunidad de estudiar de cerca el surgimiento de las estrellas rutilantes de Hollywood en Los Ángeles. Fue durante este periodo cuando produjeron una de sus obras más significativas, la Dialektik der Aufklärung (Dialéctica de la Ilustración), que fue terminada en Estados Unidos y publicada en 1949, una vez finalizado su exilio.

Al igual que otras obras de los eruditos de la Escuela de Frankfurt, planteaba la cuestión de cómo, tras los avances de la modernidad en la Ilustración, era posible llegar al horror absoluto de los campos de concentración del nacionalsocialismo. ¿No era esto imposible, el fin de toda razón, o la razón había desempeñado realmente un papel en ello? Escrito por Horkheimer y Adorno, Dialéctica de la Ilustración explora la relación entre la Ilustración y la modernidad y la aparición del totalitarismo en las sociedades occidentales. El punto principal del libro es que el proyecto de la Ilustración, que pretendía liberar a la humanidad de la ignorancia y la superstición, había conducido paradójicamente a la aparición de nuevas formas de dominación y opresión en las sociedades modernas.

Después de la guerra

 

Tras el final de la guerra, el Instituto tuvo que tomar una decisión trascendental: ¿debía permanecer en Estados Unidos o regresar a Frankfurt? En las cartas entre los protagonistas se pueden rastrear antiguas disputas que, sin embargo, condujeron a la decisión de regresar y a la construcción del actual instituto. Tras la destrucción del edificio anterior durante la guerra, el antiguo instituto se trasladó a su ubicación actual y desarrolló en los años cincuenta una cercanía sin precedentes con los estudiantes. En esta nueva fase, Horkheimer y Adorno mostraron una gran alegría en la enseñanza y un radicalismo oculto, un radicalismo en los seminarios a puerta cerrada.

Como muestran los protocolos internos de aquellos días, en el Instituto también se hablaba con los estudiantes y el personal sobre una formulación de la teoría que se mantuviera fiel a «Marx, Engels y Lenin» (como dijo Adorno) y se dirigiera contra el entonces canciller de la República Federal de Alemania, el democristiano Konrad Adenauer.

Entre el personal y los estudiantes se encuentran bastantes de los que iban a configurar decisivamente el panorama de la investigación alemana en las décadas siguientes, como Jürgen Habermas y su continuación de la teoría crítica, Elisabeth Lenk y sus investigaciones en estudios literarios, Regina Becker-Schmidt y la ampliación de la teoría crítica a cuestiones feministas, o Friedrich Weltz y su trabajo pionero en la investigación social cualitativa.

Aunque sus caminos se alejaron del Instituto, continuaron la historia de éste como institución de enseñanza. Por supuesto, esta lista también debería incluir las conexiones con Habermas, como fue el caso de Axel Honneth, posterior director del instituto, o las conexiones marxistas por medio de Alfred Schmidt, Hans-Georg Backhaus o Jürgen Ritsert.

Sin embargo, esta cercanía se hizo más frágil en los años sesenta. Durante la revuelta estudiantil de este periodo, se plantearon exigencias que los directores no quisieron satisfacer en el sentido deseado. Hans-Jürgen Krahl, alumno de Adorno que murió joven, formuló esta ruptura como un canto del cisne de la revolución a su antiguo maestro, que había decidido llamar a la policía contra los manifestantes estudiantes. Muchas voces suponen que, sin la trágica muerte de Krahl, la historia de la izquierda de Alemania Occidental habría sido diferente.

En cualquier caso, esta ruptura de la estrecha relación entre profesor y alumno puede tomarse como ejemplo de la ruptura entre la teoría crítica y el movimiento estudiantil. También se produjeron otras rupturas con la salida de Habermas de Frankfurt y la separación de la trayectoria conjunta del instituto y la teoría crítica. Mientras que la teoría crítica y las referencias a sus posiciones básicas continuaban ahora en otros lugares, el Instituto se ocupaba críticamente de su legado.

Un ejemplo de ello es la celebración del septuagésimo quinto aniversario en 1999 y las críticas asociadas a ella. A juicio de los críticos, la historia del Instituto se redujo a Horkheimer y Adorno; mientras tanto, se ignoró el desmantelamiento de los derechos de codeterminación democrática de los miembros, que había existido en los años setenta. En 1999, parecía que el Instituto de Investigación Social y la teoría crítica se habían separado definitivamente; Honneth, posterior director del instituto, llegó a afirmar que para él la tradición de la teoría crítica en el Instituto ya no existía.

De vuelta al futuro

 

Como nuevo director del instituto, Stephan Lessenich quiere acentuar más las referencias al antiguo Instituto y a la teoría crítica. Para él, el aniversario es una oportunidad única para reformar el Instituto y, en su constitución actual, vincularlo a la antigua teoría crítica. El aniversario fue una oportunidad para dar a conocer ampliamente el trabajo del Instituto y desarrollar un nuevo programa de investigación para los próximos años. Este también abordó críticamente la historia del Instituto e intentará dejar atrás el «provincianismo autoelegido».

Mientras voces —desde Breitbart News hasta Steve Bannon— en los medios de la alt-right y la extrema derecha tejen conspiraciones sobre la gran influencia del Instituto que tendría un firme control sobre la sociedad y la política estadounidenses y afirmando que la teoría crítica es una verdadera creación del satanismo. Pero la situación actual en Frankfurt es muy diferente. Lessenich quiere contribuir a una globalización de la teoría crítica en la posición básica de no someterse fácilmente a esta realidad. Al respecto, plantea:

En cuanto a remitirnos a la tradición de la teoría crítica, pretendemos desarrollar una sociología crítica de la dominación que siga el ritmo de los tiempos, del modo actual de dominación. Y tratamos de contribuir a un pensamiento en alternativas, en formas alternativas de organizar la sociedad, por la vía de la negación del actual estado de cosas; tal como siempre hizo la teoría crítica.

Este enfoque, que Lessenich menciona como objetivo actual del Instituto, puede ejemplificarse con el trabajo de uno de sus miembros actuales, Alexandra Schauer. Su monografía Mensch ohne Welt (Hombre sin mundo) puede entenderse como una nueva referencia a las primeras actitudes básicas del Instituto. Como miembro del personal, investiga la pérdida (percibida) de posibilidades creativas en la modernidad tardía. Utilizando los ejes del tiempo, la esfera pública y la ciudad, traza meticulosamente la socialización dentro y fuera de la modernidad.

Estos y otros trabajos similares en el Instituto actual representan su historia de resistencia y formulan la «vuelta al futuro, volviendo a poner las contradicciones en el centro del análisis social crítico y de la investigación social empírica», por la que se esfuerza Lessenich. O, en palabras de Schauer, en vísperas del centenario del Instituto: «¡Intentemos lo que parece imposible, salvemos lo que es posible!».

Cierre

Archivado como

Publicado en Artículos, Historia, homeIzq and Teoría

Ingresa tu mail para recibir nuestro newsletter

Jacobin Logo Cierre