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Se nos ha ido una gloriosa mujer

Este sábado 16 de abril falleció la activista socialista y principal referente en la lucha por los derechos humanos en México, Rosario Ibarra de Piedra, quien también fuera la primera mujer candidata a presidenta del país. Un recuerdo emocionado de sus más de 40 años de compromiso militante.

Desde el presidente de México hasta el último reportero de televisión, pasando por diputados, senadores, periodistas y comentaristas, todos hablaron en los últimos días de «doña Rosario». La referente mexicana de la lucha por los derechos humanos Rosario Ibarra de Piedra falleció este sábado 16 de abril, dejando tras de sí una historia de 40 años de compromiso intransigente.

Mientras la noticia ocupaba todos los medios, también nuestros chats se inundaban de recuerdos: «Me duele profundamente la muerte de doña Rosario, ejemplo de fortaleza y congruencia. Estoy muy triste. Cuando salí de la cárcel me uní a su huelga de hambre en el Zócalo de la CDMX», «No hubo mitin en el que la escuchara hablar en el que no me hiciera llorar», «La recuerdo, acompañándonos en la toma de tierras de Jusibampo en Álamos, Sonora. Hasta siempre doña Rosario», «En toda la campaña del 82, en todas las plazas donde hablaba y la gente la escuchaba por primera vez, se percibía el impacto que les causaba: oían lo que poca gente se atrevía a decir públicamente, y la convicción y elocuencia con la que lo decía era muy fuerte. Fueron momentos grandiosos, la emoción a flor de piel se transmitía, se sentía en el aire». 

Las memorias de quienes la trataron se multiplican al infinito, aunque en la mayoría se reiteraba la valoración de sus más de 40 años de lucha por los derechos humanos, como se ha dado en llamar su lucha en este siglo. Y en el México actual, con sus más de 90 000 desaparecidos, obviamente se destaca su lucha pionera por encontrar a los desaparecidos de la «Guerra Sucia» de los años setenta del régimen gubernamental mexicano. 

Antes de Rosario y las otras doñas, nadie hablaba de derechos humanos en México.

¿Quién era doña Rosario?

Rosario Ibarra de Piedra era una ama de casa radicada en la ciudad de Monterrey cuando, en 1975, su hijo Jesús fue acusado de integrar la organización guerrillera Liga Comunista 23 de septiembre y acabó siendo desaparecido por el Ejército mexicano. Al emprender la búsqueda de su hijo, Rosario, como muchas otras madres en México y en toda América Latina, inició una lucha que duró 40 años, exigiendo la aparición con vida de su hijo. En ese camino, asoció su lucha con otras que se libraban en las fábricas, el campo, las escuelas y las calles. 

En ese andar fue dos veces candidata a la presidencia de la República —convirtiéndose en la primera candidata mujer en la historia de México—, además de ocupar los cargos de diputada federal, senadora y asesora del actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. En América Latina fue compañera de todas las madres que crearon la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos (Fedefam), un espacio imprescindible para unificar esa lucha que es común a todo nuestro continente.

Todos los elogios de estos días recuerdan la creación, junto a otras doñas, del primer comité de familiares en busca de sus seres desaparecidos por razones políticas por parte del Estado, que llegó a ser conocido después como Comité ¡Eureka! Pero la mayoría no cita el nombre original que tuvo el comité fundado en 1977  —Comité Pro-Defensa de Presos Políticos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos—, o recuerda la posterior la creación del Frente Nacional contra la Represión (FNCR), en 1981. 

Tampoco mencionan la Ley de Amnistía firmada en 1978 por el entonces presidente de México José López Portillo, gracias a la incansable lucha de doña Rosario, una medida que permitió que casi mil presos, perseguidos, reprimidos o exiliados por sus opiniones políticas regresaran a sus hogares. Un éxito inédito para la época. 

Socialista y honrada

Muchos de los comentarios sobre ella también dejan afuera su lucha en contra de la base de males como la pobreza, la explotación, la opresión, la discriminación, las violaciones y la injusticia, es decir, el capitalismo. 

Aunque se recordó mucho que fue la primera mujer candidata a la presidencia en 1982, por el entonces Partido Revolucionario de los Trabajadores, no se menciona que el programa con el que llevó adelante su campaña fue claramente socialista, cuestionador de muchos aspectos de la sociedad que era necesario que cambiar. Como luchadora consecuente por la democracia y contra la represión, amplió su visión y sus propuestas para incluir a todos los sectores oprimidos: obreros, campesinos, mujeres, indígenas y lo que hoy se llama disidencia sexual. Esa visión que configuró su lucha fue un aglutinante para la izquierda política y social del momento.

Siempre el Comité estuvo cerca de las luchas de todo el pueblo —huelgas, protestas, tomas de tierra y manifestaciones contra la represión— y precisamente por ello Rosario fue propuesta como candidata presidencial, porque su trayectoria de lucha unitaria también simbolizaba la tan necesaria unidad de la izquierda de la época.

Otro elemento de la lucha de Rosario fue su honradez profunda. Se dice fácil, pero en un país en el que la corrupción era la norma, esa faceta se destacaba con fuerza. Simbólica y naturalmente, en sus miles de audiencias con autoridades públicas, incluidas varias entrevistas con presidentes de la República, nunca aceptó ni un vaso de agua. Era un detalle, pero muy importante. Esta mujer, que llegó a ser diputada y senadora federal, mostraba en ese pequeño hecho su independencia absoluta respecto de las estructuras del poder. 

Y esa actitud la mantuvo hasta lo último: cuando en 2019 le otorgaron el Premio Belisario Domínguez, la presea más alta que se le puede ofrecer a un ciudadano en México, envió a las autoridades una carta que su hija Claudia leyó ante el Senado. Agradeciendo el honor —Rosario siempre fue cortés—, le devolvió la condecoración al presidente Andrés Manuel López Obrador, remarcándole: «Dejo en tus manos la custodia de tan preciado reconocimiento y te pido que me la devuelvas junto con la verdad»

Entre compañeras y compañeros que la acompañamos en tantísimas luchas hoy cunde la tristeza, pero también la esperanza, la inspiración y la confianza en un futuro mejor y más justo que Rosario siempre dibujó en su quehacer político y personal.

 

 

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Publicado en Artículos, Historia, homeIzq, Mexico and Política

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