El director David Lynch, fallecido esta semana a los 78 años, introdujo una particular sensibilidad vanguardista cuando más se la necesitaba. Nunca habrá otro como él.
Notas publicadas en Cine y TV
Las industrias culturales están dominadas por unas pocas grandes empresas que prefieren seguir promocionando viejas historias en lugar de arriesgarse con algo nuevo. Los trabajadores creativos aún pueden producir ideas nuevas, pero no llegan a salir a la luz.
Como alternativa a las películas de las grandes franquicias que dominan la taquilla, The Order es un drama eficaz y emocionante sobre la persecución del FBI a nacionalistas blancos a principios de los años ochenta.
Inspirada por el optimismo ante el futuro de una nueva Alemania, la RDA creó su propia ciencia ficción: la «película utópica». Pero con su fosilización política, la vocación de futuro de este género también se agotó.
Los ejecutivos de la industria cinematográfica tienen miedo de las películas que abordan temas políticos porque aburren al público. Es una época sombría para el cine político.
Almodóvar estrenó La habitación de al lado, film en el que reflexiona sobre el derecho a disponer de la propia vida y propone una valoración de los roles femeninos de cuidado.
Es necesario volver a problematizar el vínculo entre cine y política, pero superando los análisis tradicionales del cine de denuncia, militante o de propaganda. Un camino pasa por discutir el estatuto de la noción de «pueblo».
En la época dorada del Nuevo Hollywood, los creadores recibían enormes sumas para asumir grandes riesgos, y salían ganando. Pero la industria ha sido cooptada por fondos especulativos especializados en la gestión de riesgos. ¿El resultado? Un cine aburrido y previsible.
Los partidarios de Trump nunca irán a ver El aprendiz, y los anti-Trump no podrán soportar dos horas viendo cómo la pesadilla de su existencia asciende a la riqueza y el poder. Esta falta de un público claro augura un desafortunado fracaso de taquilla.
Joker: Folie à Deux, la secuela del gran éxito de 2019 Joker, es una película vaga e incoherente que ni siquiera la dedicación y el carisma de Lady Gaga y Joaquin Phoenix pueden redimir. ¡Pero con números musicales!