El carácter central de la clase trabajadora como agente social de cambio anticapitalista no es sinónimo de determinismo económico ni de «reduccionismo de clase».
Notas publicadas en La Guillotina
La clase obrera europea, que alguna vez pobló las filas de los partidos socialdemócratas y comunistas, no desapareció. Pero, huérfana de la política de las organizaciones de masas de antaño, corre el riesgo de sucumbir ante una nueva multitud de derechistas paranoicos.
Un Green New Deal más ambicioso —verdaderamente popular— es factible. Pero para luchar por él debemos tener en claro si nuestros objetivos se enmarcarán en el plano de lo posible, que hoy gira en torno al capitalismo verde, o en lo realmente necesario: una ruptura sistémica de carácter ecosocialista.
El contexto de gobiernos progresistas en América Latina habilitó la actualización de una contraposición clásica de la filosofía política. El autonomismo y el estatalismo ideológicos vinieron a polarizar lecturas, conduciendo al abandono de la vocación por pensar los procesos sociales en clave de tensiones, ambigüedades y contradicciones.
Justo cuando América Latina parecía condenada a vivir otra larga etapa de gobiernos de derecha, el tablero comenzó a cambiar nuevamente. Sin embargo, los nuevos gobiernos progresistas parecen orientarse a cumplir un papel más conservador que durante el ciclo anterior.
Acechada por el espectro democrático, el texto de la Constitución de los Estados Unidos es el fruto de un error histórico. El pueblo estadounidense sufre las consecuencias hasta el día de hoy.
El libreto con el que la nueva derecha liberal capta voluntades entre las clases trabajadoras lleva implícita una peligrosa recodificación de las relaciones de explotación. Si no damos el debate en esos términos, la discusión está perdida de antemano.
Fue un error pensar que ciertos límites no serían traspasados. Bajo la premisa de que no podía suceder, existió una dificultad para anticipar los movimientos más recientes de la derecha en la región.
Hace al menos tres años que se debate si Bolsonaro es o no un neofascista. Esta discusión no es mero diletantismo. Exige rigor. ¿Cuáles deben ser, desde una perspectiva marxista, los criterios para usar la categoría de neofascismo? Es preciso ser serios al estudiar a nuestros enemigos.
¿Quién es Biden, el candidato demócrata desconocido hasta por el propio electorado estadounidense y que está a punto de ingresar a la Casa Blanca?