Ya vivimos en una economía planificada. ¿Por qué no hacerla democrática?
Notas publicadas en Capital
Hace dieciocho meses, la economista Isabella Weber se enfrentó a intensas críticas por culpar de la inflación a los beneficios empresariales. Ahora su análisis aparece regularmente en la prensa económica, y los ideólogos neoliberales se quejan de ello.
La fantasía más desbocada de los ideólogos hipercapitalistas no es ampliar la democracia, sino restringir su alcance o incluso extinguirla.
David Harvey habla del estado del capitalismo, de los límites de la versión izquierdista del populismo y de las luchas francesas como antídoto contra las tendencias autoritarias de la crisis.
La explotación de la clase trabajadora es fundamental para el funcionamiento del capitalismo. El argumento socialista es sencillo: podemos vivir en un mundo sin opresión.
En tanto lugar de exploración, transporte y adquisición, la historia y la política del mar muestran cómo el capitalismo se extiende desde su costa más cercana hasta sus más oscuras profundidades.
Ludwig von Mises se autopercibía como un crítico sobrio y científico del socialismo. Pero en realidad era un ideólogo del libre mercado, que utilizaba un dogma camuflado para probar por qué los trabajadores debían someterse a sus amos capitalistas.
Mucho antes de Bretton Woods, las poderosas naciones capitalistas perfeccionaron el arte de explotar a otros países sin colonizarlos formalmente. Por eso, para luchar eficazmente contra el neoliberalismo a nivel local, será necesario luchar por un nuevo sistema internacional, auténticamente democrático.