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Undine es una película extraordinaria

Undine (2020) acaba de ser incluida en el Festival Internacional de Cine de Santiago (SANFIC). El extraordinario filme de Christian Petzold, uno de los cineastas alemanes más interesantes del panorama presente, aborda la relación del mundo contemporáneo con los mitos y la arquitectura.

Undine (2020) acaba de ser incluida en el Festival Internacional de Cine de Santiago (SANFIC). El extraordinario filme de Christian Petzold, uno de los cineastas alemanes más interesantes del panorama presente, aborda la relación del mundo contemporáneo con los mitos y la arquitectura.

Allí donde domina la verosimilitud y la imagen producida por el móvil es considerada como prueba irrefutable, se tiene la impresión de que todo ha sido develado, que todo ha sido superado; pareciera que el progreso intenta borrar los detalles vaporosos, inquietantes e inaprensibles: todo debe ser explícito. 

Imaginemos que la realidad es un líquido. Si se rompe la tensión superficial, ¿a qué profundidad nos sumergiríamos? La historia y la metáfora de la frontera son dos de los temas preferidos del director alemán Christian Petzold, que con Undine (2020), su filme más reciente, cuenta la historia de Undine, una ninfa acuática de nuestros días.

En la mitología germana, undine (ondina, en español) es una deidad acuática que vive en ríos y lagos; en la película de Petzold es una historiadora que trabaja como guía de un museo en Berlín donde se exhiben enormes maquetas que explican la evolución arquitectónica de la ciudad. 

Diversos colores diferencian los edificios y los espacios del pasado, el presente y el futuro de Berlín, fronteras temporales que, a la manera del Borges que lee a Kafka y sus precursores, al tomarse a contrapelo abordan la historia de la ciudad no a partir del pasado, sino de sus marcas en el presente; no de lo que ya fue, lo histórico, sino de lo que sigue siendo.

Paula Beer como Undine es más que misteriosa: parece frágil, de pocas palabras y tiene una fuerza física notable. Las lágrimas que mojan su mejilla cuando Johannes, su novio de carácter pragmático, rompe con ella para irse con otra, son una epifanía. «Si me dejas, te mato», le anuncia ella. Dice el mito que al enamorarse de un hombre, la ninfa perdía su inmortalidad; también, que al ser engañada por él debía matarlo. La heroína del filme, sin embargo, encuentra el amor en otro, pero no olvida la maldición que lanzó. Ahora se trata de un buzo industrial, Christoph (encarnado por Franz Rogowski), que trabaja revisando los cimientos de los puentes de la ciudad, anclados en los lagos; su actividad estimula el regreso inevitable de Undine a su origen acuático.

Como todos los mitos, este tiene una dimensión trágica que en parte es la de las tribulaciones del amor. Un amor que no solo es una potente fuerza sino que, en palabras de Petzold, es un laboratorio —un laboratorio social, añadimos—. Como en el cuento de los hermanos Grimm La ondina del estanque, en la película hay un intercambio que permite que la ninfa y el buzo cumplan su destino; lejos, pero no separados. 

Ella, vigilante sumergida en el agua; él, con su escafandra, no tiene opción: debe volver de a ratos a la superficie. Desde el inicio de los tiempos, Undine vela por Berlín: el nombre de la ciudad es de origen eslavo y significa pantano. Fundadas en zonas lacustres, las ciudades no olvidan su origen acuoso; el mito subyace, con todos sus detalles finos, perturbadores e inasibles.

El cine de Petzold es el de las cicatrices de la historia (como la que cruza el rostro de la protagonista de Phoenix, su filme de 2016, sobreviviente del Holocausto) y de las huellas temporales que se dislocan —en Transit (2018), por ejemplo, la pareja Beer/Rogowski atraviesa épocas sin artilugios de ciencia ficción, soplando las brasas del pasado, animando el presente, aglutinándolos—. 

Al usar de forma sutil la imagen sonora, que hace audible el sonido sumergido que percibe la ninfa, con Undine el creador alemán expande su cine-escritura, dramaturgia a contracorriente que critica los discursos historicistas.

«En el centro de Berlín se encuentra ahora un museo construido en el siglo XXI con la forma de un palacio de gobierno del siglo XVIII», explica Undine a los visitantes del museo sobre el Foro Humboldt, recién terminado de construir, señalándolo en la maqueta. «La parte engañosa de esto es que, al no haber diferencias reales, parece indicar que todo progreso es imposible». Petzold no reconstruye el mito; al contrario, señala que está intacto.

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