El autoritarismo es consustancial al modelo que defiende Milei. Se trata de un ataque contra las formas de Estado y las instituciones que condensan compromisos sociales y democráticos conquistados por las luchas populares.
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Javier Milei es un síntoma: el presidente argentino expresa de manera concentrada tendencias intrínsecas al capitalismo de nuestros días. No es una anomalía, sino su producto mejor logrado.
Milei señala hacia dónde se dirige la ideología de libre mercado en medio de la crisis cada vez más profunda del neoliberalismo. El cisma entre los neoliberales moderados y el libertarianismo parece estar cicatrizando, y su reencuentro no augura nada bueno.
No hay error ni mala praxis: Milei ejecuta conscientemente una catástrofe social por vía de una estanflación inducida. El poder económico busca desarmar el poder de veto parcial que, con debilidades y retrocesos, el pueblo argentino ha sabido conservar durante medio siglo.
Milei busca impulsar una reforma laboral y consolidar en Argentina un modelo neoliberal semejante al chileno o al colombiano. Pero para lograr ese objetivo necesitará pasar por encima de sindicatos, movimientos sociales y organizaciones democráticas.
Las nuevas derechas se encuentran embarcadas en una auténtica «guerra santa» contra todo lo que les huela a «marxismo cultural». Desde allí, buscan avasallar los derechos humanos, de las mujeres y de las minorías al mismo tiempo.
Lo más sorprendente de la elección de Milei es que ha captado gran parte del voto de la clase trabajadora.
Milei priorizó en su campaña las cuestiones económicas sobre las culturales, a diferencia de Bolsonaro. Pero ambos reflejan el espíritu destructivo del neoliberalismo en su fase nihilista.
Milei encara el cuarto intento de reorganización neoliberal, y el ajuste que propone augura una guerra contra el pueblo. Pero para evaluar si se trata o no de un viraje histórico habrá que aguardar al inicio de su mandato y conocer qué respuesta popular encuentra.
Frente a la desazón de la militancia, es fundamental una rápida reacción. Ante el riesgo de que la aplicación de la «doctrina del shock» en la Argentina propine una derrota histórica a sus fuerzas populares, urge entender qué pasó en las elecciones y qué escenario se abre.