Para ganar votantes de clase trabajadora -y las elecciones de hoy- los demócratas necesitan ir contra las élites económicas. Pero la campaña de Kamala Harris no ha ofrecido consistentemente un contrapunto antiélite al populismo reaccionario de Donald Trump.
Notas publicadas en Políticas
En respuesta a la amenaza de Donald Trump, los demócratas desempolvaron la retórica apocalíptica del fascismo inminente. Esto es, sobre todo, un intento de desresponsabilización.
No se puede entender el antifascismo si no se entiende el fascismo, tanto en sus formas contemporáneas como en las históricas.
A pesar de enfrentar a un oponente singularmente frágil, Kamala Harris sigue compitiendo codo a codo con Donald Trump. Para reforzar su apoyo entre el electorado, debe promover políticas a favor de los trabajadores y dejar de respaldar el genocidio de Israel.
A los defensores del capitalismo les encanta resaltar las estadísticas que sugieren progreso en la erradicación de la pobreza global. Sin embargo, estos indicadores sitúan la vara a un nivel ridículamente bajo y no tienen en cuenta la obscena explosión de la desigualdad.
En Alemania, la nueva Alianza de Sahra Wagenknecht ha tenido buenos resultados electorales, pero su rechazo a la política de clases y su acercamiento a la derecha en temas de inmigración no auguran buenas noticias para la izquierda.
¿Cuán malo podría ser un segundo mandato de Donald Trump? Eso depende de la seriedad con la que sustituya a los burócratas de carrera que dotan de personal al Estado actual por gente propia dispuesta a llevar a cabo sus políticas más demenciales.
Un feminismo socialista debe insistir en la acumulación de fuerzas y la politización popular que solo produce la movilización. No hay atajo posible.
Este mes Colombia será sede de la COP16 sobre biodiversidad. En el contexto de un gobierno progresista, la conferencia debe convertirse en un espacio de cuestionamiento de las causas estructurales de la crisis ambiental que destaque las voces subalternas de la ruralidad.
El nuevo primer ministro francés, Michel Barnier, quiere achicar el déficit presupuestario, pero el presidente y sus aliados se resisten a hablar de aumentos de impuestos. Están decididos a recortar el gasto, y para ello necesitarán el apoyo de la extrema derecha.