En medio de la creciente violencia y el auge de la extrema derecha, Ferat Koçak, diputado de Die Linke, reflexiona sobre la lucha contra el fascismo, el estado de la izquierda en Alemania y la importancia de apoyar a Palestina.
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El mayor logro de la ultraderecha radica en presentar las formas de dominación más extremas como desafíos al statu quo, como formas de transgresión, dislocación o incluso rebeldía. Lo que ocurre es exactamente lo contrario.
Las elecciones europeas de este fin de semana se saldaron con un giro a la derecha. Aunque la mayoría de las fuerzas de ultraderecha abandonaron la idea de romper con la Unión Europea, cada vez tienen más capacidad para marcar la agenda del bloque.
El Partido Socialista español es la fuerza de centroizquierda más fuerte de Europa y se impuso fácilmente las elecciones catalanas del domingo 12 de mayo. Pero está ganando a costa de sus propios socios de coalición, cuya debilidad corre el riesgo de poner de rodillas al Gobierno de Pedro Sánchez.
Los trabajadores franceses votan al ultraderechista Rassemblement National en mayor medida que a otros partidos, pero lo más frecuente es que ni siquiera voten. Marine Le Pen ha sabido explotar el vacío dejado por el declive de las organizaciones obreras.
Si Javier Milei saltó de los márgenes al centro, fue porque logró hablar el lenguaje de vastos sectores sociales que tuvieron que hacerse cargo de sí mismos mientras la pandemia, la inflación y la clase política los dejaban a la intemperie.
El nuevo gobierno de Argentina busca transformar la estructura social a través de una fenomenal redistribución regresiva del ingreso. De fondo, sin embargo, su objetivo es instalar una nueva visión del mundo, en la que los explotadores son benefactores sociales y los vínculos de solidaridad, un negocio aberrante.
Recientemente se ha descubierto que la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, es pariente lejana de Antonio Gramsci. Aunque políticamente se ubican en extremos opuestos, Meloni ha emprendido una campaña por el control de las instituciones culturales cuyas razones Gramsci comprendería bien.
Las izquierdas deben comenzar por resolver los problemas económicos de las mayorías, entendiendo realmente el nuevo mapa de la informalidad.
Las nuevas derechas se encuentran embarcadas en una auténtica «guerra santa» contra todo lo que les huela a «marxismo cultural». Desde allí, buscan avasallar los derechos humanos, de las mujeres y de las minorías al mismo tiempo.