Pese a cumbres como la COP26, las empresas de combustibles fósiles siguen operando con normalidad.
Notas publicadas en Ambiente
En la COP26, las élites mundiales pronunciaron largos sermones sobre la reducción de los daños que ellas mismas han causado. La gente que se enriquece destruyendo el planeta no será nunca la que lo salve.
Aunque en la literatura está repuntando el «cli-fi» —ficción sobre distopías y utopías climáticas—, una buena parte de lo que se escribe carece de toda imaginación política.
En Alemania existe un creciente consenso sobre la necesidad de alcanzar la neutralidad climática e independizarse de los combustibles fósiles. Pero si no se cuestionan las bases capitalistas de la destrucción ambiental, lo que se avecina es un nuevo imperialismo climático.
Mientras el calentamiento global sigue empeorando, los científicos activaron la alerta roja para la humanidad. Si queremos seguir teniendo un mundo habitable, debemos transformar los fundamentos de nuestras economías.
Los intereses empresariales quieren desviar el movimiento climático hacia soluciones individuales, pero no vamos a salvar el ambiente eliminando bolsas plásticas.
No todas las personas tienen la misma responsabilidad en la catástrofe climática «de origen humano» de la que habla el informe publicado por el IPCC.
Lo único peor que una catástrofe climática es una catástrofe climática a la que se suma el fascismo.