Nacida el 16 de enero de 1855, Eleanor Marx fue la hija menor de Karl y Jenny Marx. Fue una precursora del feminismo socialista y una de las dirigentes políticas y sindicales más importantes de Gran Bretaña. Eleanor militó sin miedo, cautivó a multitudes con sus discursos, sostuvo siempre la fidelidad a sus camaradas y a su familia y se convirtió en una teórica política brillante. Y no solo eso: también defendió con firmeza los derechos de los niños, hizo traducciones destacadas de clásicos de la literatura europea, estudió la obra de Shakespeare durante toda su vida y fue una actriz apasionada.
Desafortunadamente, hoy casi nadie conoce la historia de sus infatigables esfuerzos por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, especialmente de las mujeres.
Pero todas las carencias materiales eran compensadas por la cultura intelectual del hogar. El padre y la hija menor desarrollaron un vínculo especial en torno a la lectura apasionada, el comentario de las obras de Shakespeare y el precoz interés que mostró Eleanor por la política. En las cartas que escribía de niña a su tío, Lion Philips, discutía la opresión nacional de Polonia, el destino de Blanqui como preso político y su simpatía por Abraham Lincoln.
En cierto momento, dado su amor por los gatos, los padres de Eleanor empezaron a llamarla «Tussy» —que rimaba con «pussy cat»— y el apodo terminó imponiéndose. La joven tenía una personalidad aventurera, cultivada en la lectura de las novelas de James Fenimore y Cooper y en los relatos marinos del capitán Marryat. Coleccionaba estampillas con avidez y cuidaba a todas las mascotas de la familia.
Dos meses después de su décimo cumpleaños, Tussy jugó con su familia un juego llamado «Confesión». Los jugadores debían definir una larga lista de preferencias y los resultados de Eleanor anticipaban el tipo de mujer en el que se convertiría:
Tu virtud favorita: la verdad.
Tu virtud favorita en un hombre: el coraje.
Tu virtud favorita en una mujer: [blanco]
Un rasgo que te define: la curiosidad.
Tu idea de la felicidad: el champán.
Tu idea de la miseria: el dolor de muelas.
Un vicio del que te avergüenzas: hacerme la rata.
El vicio que más odias: el Eve’s Examiner.
Algo que te genera aversión: la carne fría.
Tu ocupación favorita: la gimnasia.
Tu poeta favorito: Shakespeare.
Tu prosista favorito: el capitán Marryat.
Tu héroe: Garibaldi.
Tu heroína: Juana Grey.
Tu flor favorita: todas las flores.
Tu color favorito: el blanco.
Tus nombres favoritos: Percy, Henry, Charles, Edward.
Tu lema y máxima: «Avanza».
Charles Eve’s Examiner era el nombre de un manual escolar conservador y aburrido que Tussy detestaba y es curioso que haya decidido dejar en blanco la pregunta sobre la virtud femenina.
A la joven Marx no le gustaba la escuela. A diferencia de sus hermanas, no duró mucho en el colegio de mujeres de South Hampstead. Tussy fue atea desde muy joven, y era reacia al enfoque parroquial y patriarcal de la institución, que formaba a las mujeres en la corrección y la obediencia.
Aunque dejó la escuela, Tussy no dejó de tener una educación de primera. La atmósfera intelectual de su hogar era más que suficiente, y Friedrich Engels y Lizzy Burns, su compañera irlandesa, tuvieron una influencia mucho más profunda en Eleanor que las señoritas del South Hampstead. El «tío Ángel» —nombre con el que la joven llamaba a Engels— enviaba libros para discutir y Lizzy Burns brindaba educación práctica en historia y política. Burns pertenecía al movimiento republicano irlandés y convirtió a Tussy en una hermana feniana. Eleanor compraba el Irishman, prensa nacionalista, y se ataba el pelo con cintas verdes en señal de apoyo a la causa republicana.
Pero Marx también estaba actuando de manera egoísta: en esa época dependía mucho de Eleanor, tanto en términos intelectuales como emocionales, y eso terminó atentando contra la independencia de su hija. Eleanor no solo se desempeñaba como su investigadora asistente, trabajando duramente en el British Museum, sino que Marx parecía vivir en parte a través de ella. Es conocida su confesión: «Jennychen se parece bastante a mí, pero Tussy es idéntica».
Eleanor no quería ser la hija ama de casa. A los dieciocho años rompió con sus padres y se mudó a la costa de Brighton. Siendo una mujer con poco dinero y casi sin educación formal, no debe haber sido una definición fácil. Eleanor todavía salía con Lissagaray —conocido como «Lissa»—, y lo ayudó a editar y traducir al inglés su historia de la Comuna de París mientras buscaba trabajo como docente para mantenerse.
Tussy se esforzaba para mostrarles a sus padres que podía valerse por sí misma. Finalmente consiguió un cargo en un seminario para mujeres jóvenes en Sussex Square. Ella y Lissa hacían largas caminatas por la costanera, y, como dice Rachel Holmes, biógrafo de Eleanor, pasaban el tiempo «saboreando pescados y papas fritas, anguilas, almejas y buccinos en el muelle, fumando un cigarrillo atrás de otro, conversando y debatiendo sus lecturas». Según sus amigos y vecinos, Lissa era el prometido de Eleanor.
Pero la declaración de independencia no duró mucho. Sus padres estaban preocupados porque los «esponsales» permitirían que la pareja caminara libremente en público y participara de actividades restringidas tradicionalmente a los matrimonios. Karl y Jenny querían que Tussy volviera a casa y se alejara de su amante. Eleanor se resistió, pero los Marx insistieron y terminaron ganando: Eleanor abandonó su cargo docente y volvió al hogar de sus padres en Modena Villas.
Se deprimió y su resentimiento se transformó en una anorexia. Marx estaba aliviado porque su secretaria favorita estaba de nuevo a su lado, pero ella en realidad sufría enormemente la actitud posesiva y dominante de su padre.
Pero incluso en medio de ese tormento, la actuación, el teatro y las artes siguieron siendo una fuente consistente de alegría. En 1877, Eleanor fundó el «Dogberry Club», bautizado en honor al torpe personaje de Mucho ruido y pocas nueces de Shakespeare, y también se unió a varias sociedades literarias dedicadas al Bardo y a Percy Bysshe Shelley. Se había convertido en una excelente traductora y su versión de Emma Bovary, de Flaubert, reinó sobre todas las otras ediciones inglesas hasta los años 1950.
A los veinticinco años, Eleanor perdió a su madre. El compromiso inquebrantable de Jenny Marx jugó un rol fundamental en la formación socialista y feminista de Eleanor. La vida de Jenny fue bastante dura y ella no quería que su hija sufriera las mismas adversidades.
Tres años después, Jennychen, hermana mayor de Eleanor, murió de un cáncer de vejiga, y Karl murió de bronquitis y pleuritis. Eleanor colaboró con la conservación del legado de su padre escribiendo una de sus primeras biografías y continuando su lucha por el comunismo internacional. Con el tiempo, empezó a enfatizar la liberación de las mujeres, los derechos de los niños y el activismo sindical.
Poco tiempo después de la muerte de su madre, Eleanor terminó oficialmente su relación con Lissa. La Tercera República había concedido la amnistía de los excomuneros, y Eleanor, a diferencia de sus hermanas, no siguió a su revolucionario parisino camino a casa. Pronto conocería al hombre con el que —para bien o para mal— pasaría el resto de su vida.
Eleanor y Edward tenían mucho en común: su amor por el teatro y su compromiso con el socialismo, y también compartían ideas sobre el concepto de «amor libre», que definían como la capacidad de amar a quien uno quisiera. Edward llevó esta noción a límites bastante hipócritas y tuvo muchas aventuras a espaldas de Eleanor. Mientras ella proveía económicamente a la familia, Aveling acumulaba deudas con sus muchas —y con frecuencia jóvenes— amantes. De hecho, el donjuanesco personaje de Louis Dubedat, que aparece en El dilema del doctor de Bernard Shaw, está inspirado en Edward.
En 1886, la pareja colaboró en la redacción de «La cuestión de la mujer», aunque lo cierto es que el grueso del trabajo salió de la pluma de Eleanor. El principal argumento del texto es que los hombres y las mujeres deben trabajar codo a codo para superar la opresión de las mujeres, y que la liberación femenina es una condición necesaria del socialismo. Las cuestiones vinculadas al género, al matrimonio y a la vida cotidiana de las mujeres bajo el capitalismo no debían ser ajenas al materialismo histórico, pues son esenciales a su objeto.
Contra el puritanismo victoriano reinante, Eleanor planteaba sin ambages la necesidad de una verdadera educación sexual:
Eleanor no criticaba ni denunciaba la lucha de las feministas de clase media por el sufragio. En su análisis, las mujeres de clase media se habían convertido en proletarias de sus propios hogares, relegadas como estaban frente a sus esposos. Sin embargo, Eleanor argumentaba que los «derechos de las mujeres» sin lucha de clases siempre serían limitados, y que el feminismo de clase media estaba más interesado en competir con los hombres que en liberar del capitalismo a la clase obrera.
También afirmaba que es imposible eliminar la desigualdad entre los géneros de la estructura del capitalismo, pues aquella desigualdad es la que hace a este último posible. Los patrones sacan provecho de las divisiones entre hombres, mujeres y niños para mantener los salarios bajos y las ganancias elevadas. En otros términos, los capitalistas tienen un incentivo material para ser patriarcales y sexistas, y los hombres y las mujeres deben unirse en los mismos sindicatos y organizaciones para luchar contra los patrones.
Eleanor no creía en los roles de género prestablecidos. En sus propias palabras, «la “vocación natural” de las mujeres es tan inexistente como la la ley “natural” de la producción capitalista, o el límite “natural” del valor producido por los obreros que debe volver a ellos en calidad de medios de subsistencia». Muchas de sus ideas siguen siendo radicales hasta el día de hoy.
Eleanor participó en muchas huelgas obreras británicas. Se desempeñó como educadora, activista y portavoz, pero también realizó tareas menos glamorosas, vinculadas con el trabajo de oficina y el papeleo. Dirigió la huelga portuaria de Londres, que logró parar efectivamente el transporte marítimo de la ciudad, la huelga gasera de Silvertown, donde recibió el apodo de «Vieja fogonera», y la huelga de las de los peladores de cebolla, en el marco de la que logró sindicalizar a cuatrocientas mujeres.
Rachel Holmes describe los efectos que tuvo su intervención en este último caso:
Estas huelgas allanaron el camino del movimiento obrero británico moderno. Eleanor y Edward también acompañaron a Wilhelm Liebnecht a observar las condiciones laborales de los Estados Unidos, donde se la joven Marx se convirtió en una partidaria apasionada de los anarquistas de Haymarket, que en ese momento estaban siendo juzgados en Chicago, y los defendió de las acusaciones falsas por atentados que les imputaba un sistema legal injusto. El activismo de Tussy era intrépido y resuelto, y nunca perdió de vista su objetivo final: emancipar a la clase obrera.
Eleanor terminó descubriendo las mentiras y los engaños de Edward, entre los que figuraba el hecho de que nunca había querido divorciarse de su primera esposa porque deseaba heredar su dinero. En realidad, seguía junto a Eleanor por el mismo motivo: quería su herencia, que incluía todo el legado de Engels y el control sobre las obras de Marx.
La decepción de Eleanor tocó nuevos límites cuando se enteró de que Edward se había casado en secreto con Eva Frye, una de sus jóvenes estudiantes. La noticia llegó poco después de que Eleanor pasara muchos meses cuidando a su compañero de una enfermedad de los riñones. Durante décadas, sus amigos y su familia habían advertido a la joven Marx que Edward no la merecía —era mentiroso, infiel y manipulador—, pero Eleanor había decidido permanecer a su lado y concentrarse en su actividad política.
Con tantos golpes amorosos, sumados a la muerte de Engels y a la verdad sobre su hermano Freddy, Eleanor inició una espiral descendente. Según Holmes, Edward:
Pero tantas promesas falsas y mentiras terminaron pasándole factura a Tussy. El 31 de marzo de 1898, Eleanor Marx fue encontrada sin vida. La causa: ingesta de cianuro. Se especuló mucho con el tema: ¿fue un suicidio o un asesinato? Sea como sea, no cabe duda de que Edward Aveling siempre había abusado de ella.
Pero no es eso lo que debemos recordar de Eleanor Marx. Debemos recordarla y celebrarla como la mujer luchadora que fue, como una verdadera pionera del marxismo feminista.
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