Hay muchas formas de interpretar a Marx. Algunas son legítimas. Otras solo buscan desestimarlo invocando una retórica anticomunista, que resuena todavía en nuestros días. Se burlan de él como si hubiese sostenido un determinismo económico vulgar o arremeten contra sus análisis y predicciones como si hubiesen estado mal planteadas.
Por supuesto, Marx no siempre tuvo razón (¿y quién sí?). Pero estuvo en lo correcto o al menos hizo afirmaciones justificadas con más frecuencia de lo que la gente cree. Todavía hoy vale la pena prestarle atención.
Con la mira puesta en refutar algunas de las lecturas más desengañadas sobre este gran pensador socialista, repasaré ocho tesis que cualquier interpretación creíble de Marx o del marxismo debería tener en cuenta.
Marx no se contentó con rechazar el capitalismo. En realidad, el capitalismo era algo que le impresionaba. Argumentaba que era el sistema más productivo que el mundo había visto:
Marx predijo con precisión que el capitalismo fomentaría lo que hoy se denomina «globalización». Percibió que el capitalismo estaba creando un mercado mundial en el marco del cual los países se volverían cada vez más interdependientes:
A diferencia de lo que sucedía en las sociedades anteriores, que tendían a conservar las tradiciones y las formas de vida, el capitalismo se desarrolla inventando formas de producción nuevas y alternativas que afectan el modo en que vivimos. Las tecnologías cambian nuestras vidas a un ritmo cada vez mayor. Los viejos productos le abren paso a los nuevos (y a quienes los producen).
A pesar de que los capitalistas describen típicamente este proceso como un bien puro y sin contradicciones, la realidad es que puede llegar a ser profundamente perturbador, aun cuando algunos cambios específicos son positivos. Puede llevar a que la gente sienta que sus valores y modos de vida ya no tienen lugar en el mundo, que perviven en la inutilidad. También debe decirse que el empleo de nuevas tecnologías y métodos de producción, con la mira puesta exclusivamente en la ganancia, puede llevar a consecuencias imprevistas. En nuestra época, no caben dudas de que Marx apuntaría contra el cambio climático como una consecuencia del capitalismo no regulado:
Las grandes empresas, la concentración de la riqueza y los nuevos métodos de producción hacen que sea cada vez más difícil que los profesionales independientes y comerciantes mantengan su estatus. Pierden de repente la calificación necesaria para el trabajo o terminan trabajando para empresas que expulsan del negocio a sus pequeños comercios. En otras palabras, Marx anticipó la «walmartificación» de las sociedades capitalistas:
Marx no buscaba la abolición de toda propiedad. No quería que la gran mayoría de la población poseyera menos bienes materiales. No era un utópico antimaterialista. Se oponía a la propiedad privada concebida como la gran propiedad y la riqueza concentrada que poseían los capitalistas y la burguesía. De hecho, hacia el final del siguiente fragmento, Marx y Engels acusan con sorna al capitalismo de privar a las personas de su «propiedad bien adquirida»:
Así entendida, sí pueden los comunistas resumir su teoría en esa fórmula: abolición de la propiedad privada.
¡La propiedad bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano! ¿Os referís acaso a la propiedad del humilde artesano, del pequeño labriego, precedente histórico de la propiedad burguesa? No, esa no necesitamos destruirla; el desarrollo de la industria lo ha hecho ya y lo está haciendo a todas horas.
Marx pensaba que los seres humanos tienen una inclinación natural a sentirse conectados con los objetos que han producido o creado. Llamaba a esto «objetivación» del trabajo, con lo cual quería decir que ponemos algo de nuestra parte en nuestro trabajo. Cuando no podemos conectar con nuestra propia creación, cuando nos sentimos «externos» a ella, se produce la enajenación. Es como si esculpiéramos una estatua, y luego alguien nos la robara para no permitirnos mirarla ni tocarla nunca más. Marx argumentaba que los trabajadores y las trabajadoras en las fábricas del siglo diecinueve estaban en una posición semejante a esta.
¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo?
Marx quería que fuésemos capaces de liberarnos de la tiranía de la división del trabajo y de las largas jornadas laborales, que no permiten que los individuos desarrollen diversas capacidades y talentos. Nos convertimos en sirvientes de un tipo de actividad y no desarrollamos otras dimensiones de nuestra personalidad. En un pasaje que escribió durante su juventud, donde deja ver sus aspiraciones, expuso su punto de vista como sigue:
Marx no sostuvo un determinismo económico vulgar. La cuestión de cómo actúa y piensa la gente era muy importante para él. En una carta que Engels escribió luego de la muerte de Marx, enfatizaba la importancia de la economía, pero también quería dejar en claro que Marx y él habían sido malinterpretados, y que en parte esto era su responsabilidad. Puede notarse el señalamiento contra los marxistas al final del fragmento:
Desgraciadamente, ocurre con harta frecuencia que se cree haber entendido totalmente y que se puede manejar sin más una nueva teoría por el mero hecho de haberse asimilado, y no siempre exactamente, sus tesis fundamentales. De este reproche no se hallan exentos muchos de los nuevos «marxistas» y así se explican muchas de las cosas peregrinas que han aportado….
Para algunas corrientes marxistas, el capital es una relación social que engloba dentro de sí…
Mientras los palestinos se enfrentan al genocidio que se les está infligiendo y a sus…
El movimiento MAGA cambió de estrategia tras el 6 de enero, intentando hacerse con el…
La nueva serie de Yanis Varoufakis explica cómo las élites utilizaron la crisis financiera para…
El arsenal teórico y político leninista es muy utilizado pero rara vez se indaga en…
Eric Hobsbawm relata los orígenes del Día Internacional de los Trabajadores. «Los curas tienen sus…