El 5 de noviembre de 2021 se cumplen cuarenta años de la muerte de Mário Pedrosa. Una enorme ausencia que todos nosotros en la izquierda latinoamericana sentimos, especialmente en estos momentos trágicos que vive el pueblo brasileño.
Pedrosa es reconocido, por un lado, en el mundo de la crítica artística: dio solidez y un estatuto de profundidad a ese campo en Brasil, convirtiéndose de paso en uno de los responsables de la actualización del arte moderno y en uno de los defensores más destacados de las vanguardias en América Latina. Por otro lado, en el campo de la política, además de introducir y difundir en Brasil las ideas de León Trotski y de Rosa Luxemburgo, Pedrosa fue un implacable defensor de la independencia de la clase trabajadora frente al Estado y un incansable adversario del estalinismo y del fascismo.
Existen muchos estudios sobre la trayectoria y las ideas de Mário Pedrosa en el campo de la crítica. Pero la atención que recibe su acción política es más bien escasa. Entonces, es necesario hacer un esfuerzo para comprender y reunir las dimensiones artística y política en la vida de Mário Pedrosa. Esta fue, de hecho, la inspiración que me llevó a escribir Pas de politique Mariô! Mario Pedrosa e a política, un primer paso en el proyecto de completar esa laguna que atraviesa la carrera política de Pedrosa.
A lo largo de sus 81 años de vida, Pedrosa trazó un camino luminoso en los campos de la cultura y de la política, a los que jamás consideró como irreconciliables: «Siempre conviví muy bien con la política y con las artes. Nunca mezclé las áreas». Tal vez esa convivencia armoniosa obedezca al hecho de que Pedrosa siempre fue un observador apasionado y atento del drama humano.
Desde mediados de los años 1920, Pedrosa exhibió en su actividad periodística, primero como crítico literario, luego como analista de política internacional, una capacidad de comprensión extraordinaria. Así se lo confesó el poeta modernista Mario de Andrade a Manuel Bandeira:
Lo mismo, pues, sucedió con la política, cuando Mário Pedrosa empezó a investigar Brasil y el lugar que ocupaba en el mundo para transformarlo bajo la égida del socialismo, cuyo fin era, como él solía decir, «conseguir que la dignidad humana deje de ser el monopolio de una élite, en última instancia hereditaria». Sus tareas en este campo, que iniciaron con «Esboço de uma análise da situação econômica e social do Brasil», escrito en colaboración con Livio Xavier en 1930, continuaron con los dos tomos de A Opção Brasileira e A Opção Imperialista (publicados en 1966) y terminaron con Sobre o PT (1980), dejaron una sólida herencia y rinden todavía hoy frutos útiles y saludables.
Fue entonces cuando se aprobó la propuesta de creación del Frente Único Antifascista (FUA), que tenía como premisa la unión de toda la izquierda para combatir activamente el integralismo y las organizaciones fascistas locales. La FUA se sumó a la iniciativa de lanzar una publicación de la organización, el periódico O Homem Livre, del que Mário participó activamente y en cuyas páginas publicó artículos de análisis político y su primer trabajo de crítica artística, dedicado a la obra de Kaethe Kollwitz, grabadora alemana.
Pero Mário Pedrosa había empezado a prepararse antes, entre 1927 y 1929, cuando, durante una estadía en Berlín, militó en las filas del Partido Comunista Alemán y conoció el nazismo. Pedrosa mantuvo la fidelidad a esa experiencia, aunque no se dedicó tanto a compartir su experiencia personal, sino a las actividad periodística y editorial.
Tradujo los brillantes análisis de León Trotski y defendió sus ideas en tierras brasileñas, desde las filas de la Liga Comunista de Brasil. Las compiló en el libro Revolução e Contrarrevolução na Alemanha, la más completa colección de textos de análisis del nazismo y medios para combatirlo realizada en vida de Trotski, publicada en febrero de 1933.
Pedrosa continuó su lucha al frente de la FUA: participó de elecciones y actividades, escribió en O Homem Livre, y, tal vez más importante, cumplió un rol importante en la negociación de las fuerzas de izquierda de la que resultó la contramanifestación del 7 de octubre. En ese evento fue herido por un integralista, poco tiempo después de haber visto morir en sus brazos a un militante de la Juventud Comunista.
Con su compañera Mary Houston detenida, Pedrosa salió del hospital y pasó a la clandestinidad, que lo llevó a exiliarse en Francia y en Estados Unidos. Sin contar su breve estadía en Brasil de 1941, durante la que fue detenido y finalmente expulsado, recién pudo volver a su país en 1945.
Aunque rompió con Trotski y con la IV Internacional en 1940, Pedrosa nunca se alejó del marxismo. Por el contrario, en su campo de acción y pensamiento sostuvo siempre la defensa intransigente de la transformación del mundo y de la vida, resumida en la reivindicación «Socialismo y libertad», insignia de su periódico, Vanguarda Socialista.
Sin embargo, después de los años 1940, había aquellos que se oponían a su consigna de vida y insistieron en vincularlo organizativa y políticamente con la IV Internacional. Los estalinistas lo acusaban de ser un «pontífice del moribundo trotskismo nacional», y, en 1966, con ocasión de su candidatura a diputado federal por el MBD (recien fundado como partido de oposición a la dictatdura), intentaron impugnar su participación mediante acusaciones provenientes del aparato represivo de la dictadura brasileña. Estos afirmaban que Pedrosa, después de haber mantenido «contacto con terroristas franceses» (¡ni siquiera los identificaban!), había «regresado de la URSS» (¡donde solo estuvo en 1961!) a México «donde mantuvo contacto con Trotski» (a quien jamás conoció personalmente y que fue asesinado, como se sabe, bajo órdenes de Stalin en 1940).
En fin, un completo disparate, que muestra con total claridad la incompetencia de los corruptos y brutales aparatos represivos del Estado brasileño. Pero una cosa está clara: ¡Mario Pedrosa jamás se rindió!
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