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El capitalismo no funciona. Pero, ¿cómo sería un sistema socialista viable?

El “socialismo” es un término algo abierto. En el capitalismo, las empresas no están en manos de quienes trabajan ni de la sociedad en su conjunto, sino de una clase separada de propietarios. Estos capitalistas deciden qué se produce, cómo se produce y cómo se distribuyen los beneficios. Los socialistas de todo tipo quieren cambiar esto. El eslogan de Michael Walzer capta bien este impulso: “Lo que afecta a todos debe ser decidido por todos”.

Pero, ¿qué significa eso en la práctica?

Es fácil pintar una imagen del socialismo que es a la vez atractiva y extremadamente vaga. En el capitalismo, las decisiones económicas clave son tomadas por un puñado de propietarios. Y muchos resultados económicos ni siquiera reflejan las preferencias de ningún capitalista individual. En su lugar, se derivan de los imperativos caóticos de la competencia del mercado.

Es natural, por tanto, que los socialistas consideren estos dos aspectos del statu quo y digan que los invertirían. Si el sistema actual es antidemocrático y no planificado, los socialistas dicen que apoyamos la “planificación democrática”. Si el sistema actual tiende a no satisfacer las necesidades importantes, diremos que apoyamos la “producción organizada en torno a las necesidades humanas”.

Es fácil decir que al largo plazo se derivarían buenos resultados de un sistema así. Pero hay una enorme distancia entre los eslóganes sobre las características que nos gustaría que tuviera un sistema alternativo y una explicación concreta de cómo funcionaría, especialmente si estamos interesados en convencer a los progresistas escépticos de que ese sistema podría funcionar.

Muchas democracias capitalistas han conseguido planificar al menos algunos sectores de la economía al margen del mercado. El Servicio Nacional de Salud británico (NHS) es un ejemplo obvio. No es perfecto, pero incluso después de décadas de gobiernos conservadores que han socavado el servicio, el NHS sigue proporcionando resultados mucho mejores que el sistema sanitario privado de Estados Unidos. Dicho esto, la historia de los intentos de los gobiernos comunistas de planificar economías enteras ha sido mucho menos inspiradora.

Estos sistemas han tenido éxito en la rápida industrialización, pero han sido mucho peores a la hora de llenar las góndolas de las tiendas con los productos que la gente quiere comprar, y el descontento generalizado causado por estos fracasos fue un factor importante en el colapso del socialismo de Estado.

Es fácil decir que lo que defendemos como socialistas democráticos es muy diferente del modelo soviético, pero es más difícil explicar por qué la distinción supone una diferencia en torno a estos problemas específicos. Si la estructura básica del sistema soviético hubiera sido articulada con la libertad de expresión y las elecciones multipartidistas, de modo que el jefe de la oficina central de planificación, Gosplan, fuera nombrado por cualquier partido que tuviera mayoría parlamentaria, seguramente se habrían evitado atrocidades como la hambruna de Ucrania. Pero, ¿habría mejorado el sistema para coordinar eficazmente la producción con las necesidades de consumo de los trabajadores?

Podemos decir que queremos una planificación radicalmente democrática y descentralizada en lugar de una planificación de arriba hacia abajo, pero la consideración de cómo sería esto puede hacer que el socialismo suene aún menos atractivo para la gente corriente. Pocos de nosotros queremos pasar horas de nuestro tiempo libre en reuniones. Podemos mantener la esperanza de que los avances tecnológicos nos permitan externalizar parte del trabajo pesado a los computadores, pero ¿realmente queremos retrasar la transición al socialismo hasta que llegue la singularidad? ¿O simplemente tranquilizarnos pensando que los problemas de cálculo se resolverán por sí solos cuando estemos preparados para superar el capitalismo?

Un enfoque mucho más solido parte del reconocimiento de que necesitamos al menos empezar con lo que suele llamarse “socialismo de mercado”. Esto no significa una forma de socialismo en la que los mercados dominen todos los sectores de la economía, sino una en la que al menos una gran parte de las transacciones económicas sigan implicando transacciones de mercado entre empresas controladas por los trabajadores. Las “alturas de mando” de la economía –pensemos, por ejemplo, en el sector financiero o en las compañías eléctricas– pueden quedar fuera del mercado por completo. También los servicios vitales como la sanidad y la educación. El sector “privado” restante puede estar formado por empresas cooperativas.

En este escenario, el crecimiento del sector estatal, por un lado, y la transición de las empresas del sector privado al control de los trabajadores, por otro, suprimirían por completo a la clase capitalista. Quizás en el futuro puedan producirse cambios aún más radicales. El objetivo de proponer visiones realistas del socialismo no es cerrar la imaginación utópica de nadie, sino abrir la imaginación de aquellos que actualmente no pueden imaginar nada más allá del capitalismo.

Mientras tanto, en el sistema “cinco-minutos-después-del-capitalismo” que acabamos de describir, se habrían eliminado muchas de las características objetables del antiguo sistema. Al igual que en las cooperativas de trabajadores existentes, como la Corporación Mondragón en España, los directivos seguirían existiendo. Simplemente serían elegidos y responderían democráticamente ante los trabajadores.

Lo mejor de todo es que esta visión realista del socialismo no representa un salto al vacío. El NHS existe. Existen bancos estatales en varios países. Existen cooperativas de trabajadores exitosas. Todos estos elementos han sido probados con éxito bajo el capitalismo.

Sólo es cuestión de unirlos en un marco que pueda ofrecer tanto una mayor prosperidad económica como democracia económica a miles de millones de personas en todo el mundo.

 

 

Ben Burgis

Ben Burgis es profesor de filosofía y autor de Give Them An Argument: Logic for the Left. Es presentador del podcast Give Them An Argument.

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