Pedro Castillo, profesor rural y sindicalista de izquierda, es el virtual triunfador de la segunda vuelta del pasado 6 de junio en Perú. Con un 50,13 % de votos válidos frente al 49,87 % de Keiko Fujimori, el estrecho margen de alrededor de 44 mil votos se ha convertido en pretexto para el despliegue de maniobras fraudulentas por parte de la ultraderecha, que no cesa en sus embates contra la democracia.
El fujimorismo comenzó a hablar fraude sin atribuir responsabilidad directa a los organismos electorales, pero sí acusando a PL de cometer actos irregulares. Solicitaron 134 recursos de nulidad de actas electorales (aproximadamente, cada acta comprende 300 votos) en el plazo estipulado por la legislación electoral e intentaron solicitar 806 nulidades más que no fueron admitidas debido al plazo perentorio. A la fecha, el 68 % de las nulidades ingresadas conforme ley fueron declaradas improcedentes por parte del Jurado Electoral Especial (JEE).
Fuerza Popular es consciente de que no cuenta con la correlación necesaria en las instituciones electorales para perpetrar un fraude en tiempos regulares. Pero, sobre todo, sus argumentos son inválidos y sumamente racistas: el objetivo, en general, pasa por invalidar el voto rural. El relato del fraude en mesa es construido y reforzado con apoyo de los grandes medios de comunicación, a la vez que se procura construir un movimiento social ultrareaccionario con ribetes fascistas. Y los estudios jurídicos de abogados corporativos de Lima se han puesto rápidamente al servicio de tal andanada.
El exparlamentario Victor Andrés García Belaunde, del partido Acción Popular y artífice en las sombras de la aventura destituyente contra Vizcarra en noviembre de 2020, ha deslizado la posibilidad de convocar a nuevas elecciones ante el escenario de incertidumbre prolongada. El exgeneral y congresista electo por Renovación Popular, Jorge Montoya, ha escalado aún más en las expresiones golpistas, sosteniendo que es necesaria la revocación de las autoridades del JNE y la ONPE, la nulidad de los resultados del balotaje y la convocatoria a nuevas elecciones con auditores internacionales.
El periodista Phillip Butters, de Willax Televisión, ha instado a desconocer al presidente en funciones Francisco Sagasti y tomar por asalto el palacio de gobierno, en un llamado abierto a un golpe de estado clásico, recurriendo a una imitación mediocre del asalto al Capitolio por las huestes de Trump en Estados Unidos. Y es que en la elucubración afiebrada de estos mercenarios mediáticos, el gobierno es cómplice del supuesto fraude en mesa. El trumpismo a la limeña, atrincherado en Willax, donde un periodista ha llegado incluso a llamar a matar a un congresista electo por Perú Libre, es la expresión más recalcitrante y degradada de la ultraderecha peruana.
Las movilizaciones reaccionarias han levantado la cabeza del fascismo peruano, que reedita los marcadores sociales de la extrema derecha mundial. Aunque algunos sectores liberales se vienen desgajando de la andanada fujimorista, tienen cierta responsabilidad en la consolidación de los grupúsculos fascistas en las calles de Lima y del golpe institucional en curso.
Por su parte, distintas delegaciones del campesinado del sur andino y la sierra central, partidarias de Perú Libre, se dirigen en estos momentos a Lima para defender su voto ante la ofensiva fujimorista y el intento de golpe racista por parte de las élites limeñas. Vienen organizando vigilias en el frontis del Jurado Nacional de Elecciones y en el local de campaña central de Perú Libre, al tiempo que participan de las movilizaciones en defensa del triunfo popular.
Pero el movimiento popular peruano no cuenta —por ahora— con una dirección política clara que le permita afrontar este escenario vertiginoso e incierto con mayor contundencia. Sin embargo, ha dado sobradas muestras de estar dispuesto a luchar en defensa de la democracia y contra treinta años de continuismo neoliberal, demostrando ser portador de una mística solidaria ante el atropello oligárquico que resiste en Lima, su último bastión. Para frenar la andanada fujimorista y abrir un nuevo ciclo de cambios profundos en Perú solo hay un camino: unidad, unidad y más unidad.
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