Cultura

Marshall Sahlins: recordando una mente radical

Marshall Sahlins no solo fue el antropólogo más notable de su generación. También fue un pensador profundamente radical e influyente, con un auténtico compromiso con la acción política. 

En la academia, muchas personas temen que el compromiso político diluya o socave la pureza de la reflexión teórica. La vida y la obra de Sahlins constituyen un claro correctivo a esta postura. A lo largo de su carrera, manifestó su oposición a la opresión dondequiera que la viera, ya sea hacia las poblaciones víctimas del expansionismo económico y militar o hacia las comunidades académicas amenazadas con la censura de su expresión intelectual.

En este compromiso se basó gran parte de su obra teórica pionera, como su crítica a la aplicación universal de la economía neoclásica en Stone Age Economics. Esta colección de ensayos constituye uno de los desafíos más poderosos a la supuesta universalidad natural del «actor económico racional» que ronda por los manuales de economía.

Sahlins fue sumamente prolífico. Además de numerosos artículos, fue autor de unos diecinueve libros, algunos de los cuales han influido profundamente en la forma de pensar la antropología pero, también y de forma más general, las ciencias sociales. Su análisis inspiró a un amplio abanico de pensadores radicales, incluidos los anarquistas de izquierda y posizquierda: el neoprimitivista ecológico John Zerzan le debe mucho a Sahlins («mi influencia más importante»), mientras que Hakim Bey también ha citado repetidamente a The Original Affluent Society como la principal inspiración de su reflexión.

Su impacto en el pensamiento radical dentro de la academia también fue profundo.  Fue asesor de doctorado y mentor de David Graeber en Chicago. La inclinación anarquista de Graeber, su compromiso político y su capacidad para hablar con claridad ante grandes audiencias deben mucho a Sahlins, a quien tenía en gran estima.  

Un activista en la Academia

Sahlins, cuya contribución intelectual se vio impulsada por el compromiso de decir la verdad al poder, no estaba dispuesto a limitarse a la academia. Fue el fundador del teach-in durante las manifestaciones contra la guerra de Vietnam en los campus estadounidenses a finales de la década de 1960. A diferencia de muchos de su generación, que se fueron acomodando gradualmente al statu quo a medida que avanzaban sus carreras, Sahlins estaba decidido a utilizar su creciente influencia para seguir haciendo frente a la autoridad.

Estuvo al frente de los intentos de resistir la cooptación de antropólogos en las invasiones al Oriente Medio liderado por Estados Unidos a principios de la década de 2000. En este sentido, Sahlins continuó la tradición establecida por la principal figura fundadora de la antropología cultural estadounidense, Franz Boas, que fue expulsado de la Asociación Antropológica Americana, que había fundado por su oposición a que los antropólogos ayudaran al ejército estadounidense en la Primera Guerra Mundial. Intelectualmente, Sahlins puede considerarse el último gran defensor de la tradición del relativismo cultural establecida por Boas un siglo antes. 

Sahlins también estaba dispuesto a tomar partido contra las tendencias académicas que consideraba políticamente perjudiciales. En 2013 renunció a su prestigioso puesto como miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, en parte como protesta por la colaboración de la institución con el ejército estadounidense, pero sobre todo como resultado de la reciente elección de Napolenon Chagnon.  

El trabajo de Chagnon con los Yanomami en Venezuela los había caricaturizado como «gente feroz»; salvajes violentos obsesionados con la muerte y el asesinato. Y no solo eso, sino que, como Sahlins había explicado en un ensayo anterior, las «teorías» de Chagnon eran una extensión de los dañinos mitos sociobiológicos de la agresividad innata en el corazón de la naturaleza humana, un intento, como dijo Sahlins, de «apoyar la teoría de que la violencia se ha inscrito progresivamente en nuestros genes». 

Para Sahlins, tales teorías actuaban como legitimación de quienes –como los militares estadounidenses– deseaban naturalizar la violencia estructural. Había que oponerse a ella por esos motivos tanto como por su espuria base pseudocientífica, edificada en base a detalles escogidos a dedo y diseñados para excitar y entretener. 

Sahlins era muy consciente de las repercusiones personales que recibiría por su protesta, pero aun así siguió adelante. En sus últimos años, continuó la lucha por la libertad académica protestando contra el intento del Instituto Confucio, respaldado por el gobierno chino, de utilizar su fuerza financiera para influir y limitar la expresión en las universidades estadounidenses.

Sahlins fue un hombre que respaldó sus palabras con acciones. Antiguos colegas de Michigan cuentan que, en el momento álgido de las luchas estudiantiles y antibelicistas de principios de la década de 1970, propuso un sistema por el que el profesorado pondría en común sus salarios y los distribuiría equitativamente, eliminando de un plumazo una parte importante de la diferencia de poder entre el profesorado junior y el senior.

La política del igualitarismo no era simplemente algo a estudiar en otras sociedades: era algo a lo que había que aspirar en la vida cotidiana. Una sugerencia profundamente política y acorde con el temperamento de un hombre que mantenía un sano escepticismo por la jerarquía académica a pesar de haber llegado a la cima de la profesión.

Unos minutos en su compañía bastaban para darse cuenta de que se trataba de un hombre que se complacía en criticar la pomposidad y las pretensiones allí donde las encontraba. Algunas de las posiciones que adoptó le enfrentaron a otros en la izquierda; su defensa del relativismo cultural fue criticada por algunos, sobre todo por el antropólogo de Sri Lanka Gannanath Obeysekere, como una especie de exotismo que situaba a los pueblos no occidentales fuera de la historia de forma orientalista. En ocasiones, sobre todo en su emblemático libro Culture and Practical Reason, se empeñó en argumentar que las formas de economía política radical, como el marxismo, se basaban en un tipo de racionalidad occidental no tan diferente de la que plantea la economía neoclásica.

Dada la amplitud y extensión de sus escritos, nadie estaría de acuerdo con cada punto y cada coma de su pensamiento, salvo el propio Sahlins. Uno sospecha que alguien tan entusiasta del debate intelectual como Sahlins no lo habría hecho de otra manera. Su voz es importante y se echará de menos, mientras que su obra seguirá siendo una inspiración para el pensamiento genuinamente radical durante muchos años.

 


Sobre los autores:

Keir Martin y Theo Rakopoulos trabajan en el departamento de Antropología Social de la Universidad de Oslo.

Keir Martin y Theodoros Rakopoulos

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