Política

Lo siento, antisionismo no es sinónimo de antisemitismo

Facebook está a punto de decidir si va a clasificar las críticas a Israel y al sionismo como discurso de odio. Esto sucede un año después de que Donald Trump firmara una orden ejecutiva que respaldaba el uso de la definición de antisemitismo según la Asociación Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por sus siglas en ingles). La orden ejecutiva, al igual que la Ley de Concienciación sobre el Antisemitismo, forma parte de un intento de consagrar la definición de la IHRA en la ley estadounidense, la cual cita once ejemplos de antisemitismo, siete de los cuales se refieren explícitamente a criticar a Israel.

Como han señalado destacadas figuras del movimiento palestino, esta fusión de antisemitismo y antisionismo es un intento flagrante de intimidar, perseguir y, en última instancia, silenciar al movimiento por los derechos de los palestinos en todo el mundo. Se basa en la falsa suposición de que el sionismo es sinónimo de judaísmo, y que la ocupación de Palestina por parte de Israel durante setenta y tres años es un movimiento religioso y no un proyecto colonial atravesado por intereses geopolíticos y alianzas imperialistas. 

Breve historia del sionismo

El sionismo nació del imperialismo europeo del siglo XIX. En vez enfrentarse a las ideas reaccionarias y racistas que ganaban influencia en la época, Theodore Herzl y Max Nordau, los fundadores del sionismo, reaccionaron al creciente antisemitismo en Europa abogando por un Estado etnojudío independiente. Su propuesta se basaba en dos supuestos: que el antisemitismo era un elemento permanente de la sociedad y que la única forma de ganarse el respeto y la autonomía era convencer a las potencias imperiales de la utilidad de un enclave colonial judío en Oriente Medio.

Herzl, Nordau y, más tarde, la Organización Sionista Mundial, no se hacían ilusiones sobre la brutalidad que haría falta para sustituir a la población autóctona. De hecho, los escritos de Herzl revelan que desde el principio el plan era colonizar una tierra ya poblada con la ayuda de las potencias imperialistas. Herzl tenía como objetivo aliarse con Gran Bretaña, aunque también cortejó al Kaiser alemán, al Zar ruso e incluso al Sultán otomano (a quien Herzl ofreció ayuda para encubrir el genocidio armenio a cambio de recibir la autoridad sobre Palestina). Vladamir Jabotinsky, uno de los fundadores del movimiento sionista, escribió en 1923:

El sionismo es una aventura colonizadora y, por lo tanto, vive o cae por la cuestión de la fuerza armada. Es importante construir cosas, es importante hablar hebreo, pero, desgraciadamente, es aún más importante saber disparar, si no, se acabó el juego colonial.

El sionismo, por tanto, debe entenderse a la luz de la realidad que ha defendido a lo largo de su historia: el colonialismo y la limpieza étnica de la población palestina autóctona en 1948. 

Al día de hoy, Israel favorece a los ciudadanos judíos y niega a la mayoría de los palestinos el derecho al voto, a la compra de tierras, a la construcción de viviendas y a disfrutar de la igualdad de oportunidades laborales, la libertad de movimiento o el acceso a la atención médica. Decenas de estatutos consagran estas desigualdades en la ley. El resultado no es solo una sociedad antidemocrática: es un Estado de apartheid

¿Sionismo y socialismo?

Aunque Herzl preveía una monarquía al estilo europeo en Palestina, amplios sectores del movimiento sionista trataron de integrar el sionismo y el socialismo. Crearon instituciones ostensiblemente igualitarias como los kibutz (colectivos judíos) y promovieron la idea de que el sionismo era un movimiento de izquierdas.

Pero esto siempre fue una empresa contradictoria, porque el sionismo necesita la exclusividad judía. En Rusia, los Trabajadores de Sion se organizaron activamente contra la inclusión de trabajadores no judíos en las acciones laborales. En Palestina, la Histadrut, fundada en 1920 como un sindicato exclusivamente judío, luchó por sustituir a los trabajadores árabes por trabajadores judíos en las fábricas y en las granjas. Las organizaciones obreras sionistas adoptaron abiertamente una política reaccionaria.

Los kibutzim fueron cómplices del plan de judaizar la tierra. Construyeron asentamientos solo para judíos en tierras palestinas, recurriendo a la fuerza para repeler cualquier intento palestino de reclamarlas. Los kibutzim también desempeñaron un papel fundamental en la Haganah y el Irgun, las milicias judías que llevaron a cabo masacres y campañas de limpieza étnica en Palestina en la década de 1940. Son los predecesores de la creciente red de asentamientos ilegales que hoy se extiende por la Cisjordania ocupada.

En 1969, David Hacohen, miembro del Partido Laborista israelí, describió lo que significaba el socialismo sionista en la práctica: 

Tuve que luchar con mis amigos sobre la cuestión del socialismo judío, defender el hecho de no aceptar a los árabes en mi sindicato, la Histadrut; defender el hecho de predicar a las amas de casa que no compraran en las tiendas árabes; defender el hecho de hacer guardia en los huertos para evitar que los trabajadores árabes consiguieran trabajo allí…. Verter queroseno sobre los tomates árabes, atacar a las amas de casa judías en los mercados y romper los huevos árabes que habían comprado.

Muchas organizaciones y personas judías se oponían al sionismo como ideología política, así como a su pretensión de hablar en nombre de todo el pueblo judío. Ya en 1910, Karl Kautsky, destacado teórico marxista judío, escribió ampliamente sobre la realidad de la colonización sionista en Palestina:

De acuerdo con la base del derecho del trabajo y de la autodeterminación democrática, hoy Palestina no pertenece a los judíos de Viena, Londres o Nueva York, que la reclaman para el judaísmo, sino a los árabes del mismo país, la gran mayoría de la población.

El antisionismo en la actualidad

El carácter colonial del sionismo ayuda a explicar por qué sus líderes –pasados y presentes– se han alineado con figuras de extrema derecha y violentamente antisemitas: desde los nazis en los años 30 hasta Víctor Orban o Jair Bolsonaro en la actualidad. El primer ministro Benjamin Netanyahu no es una anomalía. Su agenda de extrema derecha, violenta y expansionista es exactamente lo que Israel ha promovido desde el principio.

Mientras tanto, las cínicas acusaciones de antisemitismo se utilizan para aplacar las formas más básicas de solidaridad. En EE.UU. se han presentado 217 proyectos de ley destinados a frenar a los activistas de los derechos de los palestinos a nivel nacional; el 23% han sido aprobados. Si la definición de la IHRA se convierte en ley nacional, y si Facebook consigue censurar cualquier critica de Israel, una simple declaración como «Israel es un estado de apartheid» será considerada antisemita, como una violación de las políticas de discurso de odio y, en algunos casos, constituiría un delito de odio.

Estas medidas distorsionan lo que el movimiento por los derechos de los palestinos reclama: hacer que un Estado y un movimiento político rindan cuentas por su limpieza étnica y sus crímenes de guerra. El antisemitismo no tiene nada que ver con esto.

 


Sumaya Awad es Directora de estrategia y comunicaciones de Adalah Justice Project y coeditora de Palestine: A Socialist Introduction (Haymarket Books).

Daphna Thier es militante socialista residente en Brooklyn y coeditora de Palestine: A Socialist Introduction (Haymarket Books).

Sumaya Awad y Daphna Thier

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