Mikis Theodorakis, célebre compositor griego, guerrillero antifascista de la Segunda Guerra Mundial, militante comunista en la guerra civil griega –donde fue torturado y encarcelado en un campo de concentración– y autor de la música de la célebre danza Sirtaki (compuesta en 1964), murió el 2 de septiembre a los 96 años.
Theodorakis se hizo mundialmente conocido por la banda sonora de las películas de Hollywood como Zorba el Griego y Serpico. En 1980-1982 fue galardonado con el Premio Lenin de la Paz y en 1970 recibió el BAFTA a la mejor banda sonora por la película Z, que retrata el asesinato del político socialista Grigóris Lambrákis.
«Tanto para mí como para otros miles de personas, nuestro compromiso y nuestras luchas bajo la Bandera Roja representan el momento más sagrado de nuestras vidas, que tenían un único objetivo, hacer a nuestro pueblo libre, independiente y feliz», dijo. En rigor, la humanidad ha producido pocas figuras tan extraordinarias como Theodorakis: un compositor, líder político y teórico/militante que puso en práctica todos sus ideales.
La tenacidad, la vitalidad a pesar de la enfermedad y el encarcelamiento, las fugas milagrosas, la fidelidad permanente a una causa, los detalles de su vida constituyen una verdadera epopeya.
De hecho, la mayor creencia de Theodorakis fue justamente eso: lo extraordinario –ya sea en el arte, en el heroísmo individual o en la bondad humana– comienza entre el pueblo y su tiempo histórico, y si luego se expresara más intensamente en el talento individual, es solo para luego volver hacia donde comenzó, al pueblo una vez más.
Mientras tanto, en su país de origen la música de Theodorakis fue prohibida por el Estado griego incluso antes del golpe de Estado del 21 de abril de 1967. Ocurrió extraoficialmente durante varios meses entre 1960 y 1962, y luego de nuevo durante 1966. En febrero de 1967, el gobierno provisional que se preparaba para las elecciones de mayo decidió hacer oficial la prohibición e intentó hacerla pública para justificar su decisión.
Las canciones de Theodorakis se consideraban «armas políticas» que debían prohibirse porque «el placer puede convertirse en orientación y el arte puede militarizarse bajo diversas banderas políticas o ideológicas», dijo Dimitrios Nianias, ex ministro de Cultura. La explicación tiene un notable parecido con la del Jefe del Estado Mayor del Ejército, Odysseus Anghelis, en su decreto del 1 de junio de 1967, que convertía en delito castigado por un tribunal militar a quien interpretara o escuchara la música de Theodorakis. Según él, la música de Theodorakis debería ser prohibida por «reavivar las pasiones políticas y causar discordia entre los ciudadanos».
«Si el comunismo es humanismo», dijo Theodorakis a la prensa en una conferencia en Londres, «entonces soy comunista». Las canciones de Theodorakis tienen un definido contenido político y fueron ampliamente utilizadas por el partido Izquierda Democrática Unida (voz del entonces clandestino Partido Comunista) en su lucha contra el gobierno conservador de Konstantínos Georgios Karamanlís.
Entonces el compositor va directamente al grano:
Continúa recordando la masacre de los comunistas: con bandas de delincuentes como las de Sourlas y Vrettakos; con tribunales militares y ejecuciones de 16.000 –la mayoría jóvenes comunistas– en islas penitenciarias como Makronissos, donde fueron martirizados 100.000 comunistas griegos; con la policía, en los que se torturó a miles de comunistas con los métodos más horribles.
Mikis Theodorakis, anticipando el final de su vida, se puso en contacto por teléfono con el Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de Grecia (KKE), Dimitris Koutsoumbas, comunicándole sus últimos deseos. En su carta personal, escrita el 5 de octubre de 2020, escribió: «Ahora, al final de mi vida, en el momento de hacer cuentas, los detalles desaparecen de mi mente y se queda el panorama general. Entonces veo que mis mejores años, fuertes y maduros, los pasé bajo la bandera del KKE. Por eso quiero dejar este mundo como comunista».
El gran compositor e incansable luchador por la revolución proletaria, el poder popular y la paz se ha ido, pero nos ha dejado la fuerza revolucionaria de la música popular como legado cultural y una vida de militancia histórica que difícilmente será olvidada. Como dijo el revolucionario francés Maximilien de Robespierre: «La muerte no es el sueño eterno. ¡la muerte es el principio de la inmortalidad!»
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