Tras los resultados electorales del 11 de abril, en los que Pedro Castillo obtuvo el primer lugar, y de cara al balotaje contra Keiko Fujimori este 6 de junio, Perú Libre decidió iniciar su campaña en las regiones del Oriente peruano. Según los últimos sondeos electorales, allí Castillo lleva una diferencia leve (entre 2 y 3 puntos a su favor), en contraste con los mítines multitudinarios que logra congregar en las regiones del Sur Andino y los distritos populares de Lima.
Durante el mes de abril, Castillo optó por realizar mítines en las distintas regiones del país. Tal opción respondió a un repliegue táctico ante el ataque sistemático que recibió su candidatura por parte de los grandes medios de comunicación. Pero, además, su experiencia como sindicalista magisterial le permitió moverse como pez en el agua en esa perspectiva basista, encarando la campaña a partir del encuentro cara a cara con el electorado y un discurso que supo recoger los reclamos de los sectores populares postergados y con expectativas de transformaciones profundas.
El 5 de mayo se firmó el acuerdo político en Lima entre Perú Libre y Juntos por el Perú / Nuevo Perú, representados por Pedro Castillo y Verónika Mendoza, respectivamente. Este acuerdo de 4 puntos tiene la virtud de no desdibujar las propuestas de cambio económico (nacionalizaciones de los recursos naturales) y político (Asamblea Popular Constituyente), a la vez que amplía tenuemente el proyecto, sobre todo en cuestiones de diversificación productiva y derechos para todos y todas.
De cierta forma, con esta decisión política Nuevo Perú enmienda la coalición frustrada con Perú Libre de hace dos años, decisión que le acarreó importantes costos políticos (motivando la renuncia de las exparlamentarias Marisa Glave, Tania Pariona e Indira Huilca, quienes se oponían a la alianza). El hecho político más relevante surgido a consecuencia de esta unidad de las izquierdas fue la ampliación del equipo técnico de Perú Libre a referentes de Nuevo Perú y a personalidades de la ciencia y otros sectores del campo popular.
Aun así, las tensiones siguen vigentes en la izquierda antineoliberal peruana (y, más en general, en aquellas fuerzas que se enmarcan en los debates del ciclo progresista latinoamericano). Los clivajes internos son muchos: conservadurismo social y feminismo, extractivismo redistributivo y posextractivismo, democracia participativa y democracia liberal… Estos debates, sin embargo, aunque álgidos, por lo general estuvieron siempre presentes en la fase inicial de los procesos de cambio más avanzados en nuestro continente. A ello debe agregarse que Pedro Castillo también buscó otras alianzas, incluyendo a personajes derechistas como Miguel del Castillo (rápidamente excluido de la campaña) o a Ricardo Belmont, empresario y periodista, que continúa dando apoyo de forma oficiosa a su candidatura presidencial.
El plan de gobierno Perú al Bicentenario Sin Corrupción, de 100 días, elaborado en conjunto con los aliados de izquierda, resguarda los aspectos centrales del programa original y plantea medidas específicas para reactivar la economía popular y afrontar la crisis sanitaria que aún flagela al pueblo peruano. Kurt Burneo, economista y artífice programático de la capitulación de Ollanta Humala hace 10 años, señaló su oposición al nuevo plan de gobierno, poniendo así punto final a la tentativa de integrarse al equipo técnico de Castillo.
En síntesis, podría decirse que el proyecto de «economía popular con mercado» de Perú Libre se ha sostenido, aunque recurriendo a ajustes necesarios, a algunas precisiones y priorizando los temas principales con la mira puesta en arribar a una Asamblea Popular Constituyente que redacte una nueva Constitución para el país.
El excandidato presidencial Hernando de Soto sostuvo una reunión con Castillo a fines de abril, en Máncora, que tuvo como agenda los cuestionamientos de de Soto al programa original de Perú Libre. Hernando es un propagandista neoliberal muy conocido por su pragmatismo y por sus acercamientos a personajes como Muamar Gadaffi o Antauro Humala con fines de cooptación política. Pero sus intenciones fueron frustradas al punto tal que a los tres días de ocurrida la reunión anunció su voto a Keiko Fujimori.
La segunda táctica de la derecha consistió en la confrontación directa. Con marcados tintes macartistas, recurrió a fake news, falsas estigmatizaciones, movilizaciones reaccionarias y diversos métodos espurios para dirimir la contienda electoral e incluso generar las condiciones para un fraude o acciones golpistas en el caso de que Castillo triunfe en el balotaje. En las principales calles de Lima se difundieron carteles muy costosos en alusión al comunismo y el socialismo, asociándolos a pobreza y miseria. También hubo propaganda vinculando a Perú Libre con el Movadef o el extinto PCP–SL, que durante las décadas del 80 y 90 recurrieron a métodos terroristas y deleznables en el marco de su guerra subversiva.
Llegaron incluso a utilizar políticamente la reciente masacre perpetrada en el Vraem, por la que en un principio se responsabilizó a los remanentes de Sendero Luminoso en esa zona (el Militarizado Partido Comunista Peruano) que rechazan a Abimael Guzmán y su proyecto derrotado y han devenido en un grupo mercenario inserto en el mundo del narcotráfico.
A resumidas cuentas, la campaña macartista de la derecha no tiene reparo alguno en revivir las heridas del conflicto armado interno. En este proceso electoral han demostrado hasta dónde puede llegar su propaganda de odio. Sin exagerar, recuerda a la impunidad de los terroristas de Estado.
Su plan de gobierno no fue reformulado, y ha optado por reciclar a exfuncionarios de los diferentes gobiernos neoliberales durante los últimos 20 años en su intento por superar la dispersión derechista que se hizo evidente en la primera vuelta. Los excandidatos presidenciales Hernando de Soto, Rafael López y Cesar Acuña han declarado abiertamente su apoyo a la candidatura de Fuerza Popular en el balotaje.
En el plano internacional ha recibido apoyo del golpista y fascista venezolano Leopoldo López, quien arribó al Perú hace unos días para impartir conferencias con marcado tenor antichavista en el marco de la cruzada macartista contra Castillo. En una táctica que no por repetida resulta menos eficiente, el chavismo es señalado como la fuente de todos los males, procurando deslegitimar por asociación todo intento popular que apunte a superar el capitalismo neoliberal.
Keiko y su bancada parlamentaria fueron protagonistas de la crisis política que arreció el país en los últimos años mediante destituciones presidenciales (vacancia) en clave reaccionaria mientras el pueblo sufría los embates de la crisis sanitaria y económica gatillada por la pandemia. Fuerza Popular es una organización criminal y ultraderechista que cuenta con apoyo mediático, internacional, militar y político, suficiente para poner en peligro seriamente las libertades democráticas de las clases populares, las mujeres y las disidencias sexuales.
Un desenlace abierto
La derrota del fujimorismo no está asegurada. Las encuestas de intención de voto suelen ser muy inexactas, porque en el Perú existe un sector importante del electorado que decide el ultimo día su voto.
Lo que sí es claro es que la segunda vuelta de este 6 de junio marcará un antes y un después en la historia republicana del Perú. Los proyectos enfrentados son antagónicos entre sí, y los resultados electorales no resolverán la crisis multidimensional que afrontamos. Sin embargo, determinarán contextos totalmente distintos para desplegar la lucha que nos encamine hacia una ruptura con el capitalismo neoliberal.
Bregar por una Asamblea Constituyente paritaria, popular y plurinacional no solo tiene como objetivo la redacción de una nueva Constitución. Además, nos pone en la senda del desarrollo de la organización popular dispuesta a cambios más profundos que los planteados por Perú Libre.
Para acercarnos un paso más al horizonte anticapitalista, ecosocialista y feminista que necesitamos, la victoria de Pedro Castillo en las urnas el próximo 6 de junio y el respaldo militante y crítico de un posible gobierno popular ante los previsibles asedios reaccionarios en su contra son tareas impostergables.
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