¿Dónde se atiende Donald Trump?

Esta semana, luego de que le diagnosticara infección por COVID, el presidente Trump le mostró al país lo que realmente piensa sobre la “medicina socializada”. Al parecer está dispuesto a confiarle su propia vida. Frente a la necesidad de ser hospitalizado, en lugar de dirigirse a una de las múltiples instituciones privadas que existen en el área de Washington D. C., el presidente Trump decidió internarse en un hospital estatal. Después de todo, nadie dudará de que dispone del dinero suficiente como para hacerse atender en donde desee.

Es difícil digerir la imagen de Trump marchando hacia un centro de salud estatal luego de haber denigrado la “medicina socializada” durante el primer debate presidencial. Trump usó esta expresión para difamar a su oponente Joe Biden. Aunque la propuesta de Biden de expandir la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio (ACA, por sus siglas en inglés) no implica que la medicina sea “socializada”. El candidato demócrata ha puesto énfasis, tanto durante las primarias como durante su campaña presidencial, en que su programa mantendrá el sistema de salud privado existente, lo cual incluye a las empresas de seguros de salud privadas, contentándose con aumentar los subsidios para el ACA y generando la posibilidad de un seguro de salud público.

La verdad es que no se trata de un llamado a hacer que el personal de la salud sea empleado por el gobierno federal ni a que los hospitales sean nacionalizados. Una reforma de este tipo nos dejaría con algo similar al Servicio Nacional de Salud del Reino Unido. Pero el progresismo, y una base de votantes no necesariamente progresistas cada vez más amplia, parece haberse cerrado filas alrededor del programa Medicare for All. Medicare for All es una forma de seguro universal de salud en la cual la provisión del servicio no se modifica. La diferencia entre Medicare for All y el plan de Biden es que el primero eliminaría los seguros privados –sin suprimir el servicio de salud privado– junto a todos los copagos, las deducciones y los recargos.

Paradójicamente, la situación ha dejado a Trump como el principal representante de la medicina socializada. No cabe la menor duda de que recibió un servicio de primer nivel de parte de un equipo excepcional. Incluso recibió tratamientos que no están disponibles para la mayoría de la población estadounidense afectada por el virus. Esto demuestra que el compromiso estatal no es un impedimento para la innovación en el servicio de salud.

Hay otra cosa con la cual Trump, a diferencia de la mayoría de la población estadounidense, no tuvo que lidiar. Tal como ha sido suficientemente informado, las personas hospitalizadas por COVID-19 se ven obligadas a pagar sumas de dinero que superan las decenas de miles de dólares. Pero Trump no deberá pagar una cuenta gigantesta. Tampoco deberá afrontar un copago ni una deducción. Y por supuesto, quienes lo atendieron no tuvieron que debatir con una empresa de seguros de salud privada si podían cubrir tratamientos innovadores, que la medicina parece considerar necesarios pero que no son indicados generalmente en la actualidad. Si el pueblo estadounidense tuviese acceso a este tipo de cobertura médica cuando enfrenta enfermedades o lesiones graves, las cosas serían muy distintas.

A decir verdad, todo este episodio expone la enorme hipocresía de quienes se oponen a la reforma de la salud, que en el fondo solo quieren evitar que el pueblo estadounidense acceda a un seguro de salud administrado por el Estado. La internación de Trump en el hospital Walter Reed no es el único ejemplo. Quienes ocupan cargos en el Senado y en la Cámara de Representantes recurren rutinariamente al servicio de salud de Capitol Hill. Tienen toda la disposición del mundo para servirse de una “medicina socializada” de alta calidad, mientras denigran al mismo tiempo los esfuerzos para proveer un seguro de salud universal para la gente común.

Este socialismo para la gente privilegiada y poderosa, que conlleva el reforzamiento del individualismo para el resto de las personas, está en el corazón de lo que el Partido Republicano entiende como “amor a la libertad”.

En su país existe la libertad de elegir entre comprar la medicina que necesitan tus hijos e hijas y comprar la tuya; existe la libertad de cobrar salarios miserables; y también existe la libertad de que te jubiles en la pobreza. Y mientras estás tomando estas decisiones difíciles, las élites seguirán gozando de los servicios públicos, sea gracias a los millones que obtienen de las exenciones fiscales y de los subsidios, o sea, como demostró Trump, permitiéndose acceder al sistema de salud pública financiado mediante impuestos, sistema que tratan de vender al resto de la población como algo terrible.

Jeff Weaver

Es un consultor político que estuvo a cargo de la campaña presidencial de Bernie Sanders en 2016 y fue asesor de la campaña presidencial de Bernie Sanders en 2020.

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