Elecciones

La victoria de Zohran Mamdani marca el camino a seguir

Esto no debía haber sucedido. Cuando Zohran Mamdani lanzó su campaña para la alcaldía de Nueva York a finales de octubre de 2024, probablemente él era la única persona de la ciudad que pensaba que podía ganar.

La elección de Donald Trump dos semanas después consolidó el consenso generalizado de que la ciudad de Nueva York y los Estados Unidos en general estaban girando decisivamente hacia la derecha. Se nos dijo que la única oportunidad que tenía el Partido Demócrata de sobrevivir electoralmente era virar hacia un «centro moderado». Incluso los partidarios izquierdistas más optimistas de Mamdani pensaban que, en el mejor de los casos, obtendría una derrota respetable en las primarias a la alcaldía.

La histórica victoria del martes de esta semana demuestra que los escépticos se equivocaron. A pesar de los millones de dólares invertidos por multimillonarios en anuncios agresivos y de los intentos de Trump de chantajear a los votantes para que respaldaran a Andrew Cuomo, los neoyorquinos envían a un socialista democrático de 34 años a Gracie Mansion con el firme mandato de hacer que la ciudad vuelva a ser vivible.

Resulta que las cosas no tienen por qué seguir empeorando. En un momento de intensificación de los ataques autoritarios, de desigualdad económica astronómica y de desorganización del Partido Demócrata, las réplicas del terremoto político de Mamdani se sentirán en todo el país. El mensaje central de esta campaña — más salarios, menos multimillonarios— no es menos relevante fuera de Nueva York.

Convertir la visión de Zohran en realidad no será fácil. Algunas de las personas e instituciones más poderosas del mundo harán todo lo posible por detenerlo. Pero transformar la ciudad es posible si un gran número de neoyorquinos de a pie se unen a la lucha. Los oligarcas estadounidenses tienen motivos para estar preocupados.

Pese a los millones de dólares invertidos en anuncios agresivos y a los chantajes de Trump, los neoyorquinos eligieron a un socialista democrático de 34 años. (Zohran for NYC)

Camino a la victoria

¿Cómo logró Mamdani una de las victorias más improbables de la política estadounidense moderna? Desde la victoria en las primarias, los expertos han caído no pocas veces en verdaderos enredos argumentativos para restar importancia al significado político de esta carrera buscando destacar cualquier conclusión que no sea la más obvia: Zohran era la voz auténtica de una plataforma que expresaba la ira de la clase trabajadora ante un statu quo quebrado.

Sí, es cierto que Andrew Cuomo y Eric Adams eran candidatos defectuosos. Y sí, es cierto que Mamdani es carismático y que su equipo ha sabido aprovechar brillantemente las redes sociales. Pero el dinamismo de esta campaña no puede separarse de su política. El contenido de la campaña de Mamdani tampoco se reducía a hablar únicamente de temas cotidianos, una estrategia que los asesores demócratas centristas ahora promueven como la panacea para los males del partido.

Sí, su objetivo era reducir el costo de la vida de los trabajadores. Pero Mamdani se abrió paso entre el ruido centrándose sin descanso en tres planes inusualmente ambiciosos —guarderías gratuitas, autobuses rápidos y gratuitos, congelamiento de los alquileres— para hacer de Nueva York una ciudad posible de ser vivida mediante la acción gubernamental, no mediante incentivos del libre mercado. Y, lo que es más importante, insistió en que todo ello se financiaría con impuestos a los ricos. Nada de clintonismo.

No menos importante, Zohran fue un mensajero creíble de esta visión transformadora porque no estaba en deuda con el dinero de las empresas ni formaba parte de la decadente y decrépita clase dirigente demócrata. El hecho de que Mamdani sea un socialista democrático y que se negara a sacrificar a los palestinos demostró su autenticidad y su condición de outsider a millones de neoyorquinos acostumbrados a que los políticos convencionales digan una cosa y hagan otra.

Zohran fue un mensajero creíble de esta visión transformadora porque no estaba en deuda con el dinero de las empresas ni formaba parte de la decadente clase dirigente demócrata. (Zohran for NYC)

Al igual que Bernie Sanders antes que él —y a diferencia de candidatos como Kamala Harris—, cuando Zohran hablaba de los trabajadores frente a los multimillonarios, se notaba que lo decía en serio. Fue sobre la base de esa credibilidad que Zohran, con la ayuda de innumerables activistas de Democratic Socialists of America (DSA), construyó una maquinaria electoral sin precedentes, compuesta por más de 90.000 voluntarios.

Su excelente campaña fue una condición necesaria para la victoria, pero no habría llegado tan lejos si no hubiera coincidido con cambios radicales en la opinión pública. Zohran logró lo que las campañas de Bernie en 2016 y 2020 imaginaron pero nunca lograron: remodelar drásticamente el electorado inspirando a nuevos votantes (en su mayoría jóvenes) y ganándose al mismo tiempo a un gran número de demócratas tradicionales desencantados con la cúpula del partido.

Llevar un pin o una camiseta de Zohran durante los últimos meses era una forma segura de recibir constantemente gestos de aprobación o vítores de completos desconocidos por toda la ciudad. Zohran no solo se impuso entre los millennials con estudios universitarios y los zoomers del «Commie Corridor», sino que también ganó en barrios de clase trabajadora como Brownsville y East New York. Y dominó entre el sector demográfico de las «wine moms» (madres liberales de clase media), una parte crucial de la base demócrata que se ha radicalizado ante la incapacidad de Chuck Schumer y Hakeem Jeffries para plantar cara a Trump.

La victoria de esta noche demuestra que los jóvenes y un gran número de trabajadores están hartos de que todo siga igual y buscan una alternativa. Sin embargo, las figuras del establishment de ambos lados del espectro político seguramente descartarán los resultados de hoy como un caso atípico de una ciudad profundamente demócrata que no se puede replicar porque los electores de otros lugares son más moderados.

Pero tres de los últimos cuatro alcaldes de Nueva York (Eric Adams, Michael Bloomberg y Rudy Giuliani) no eran precisamente progresistas. Y este argumento parte del supuesto erróneo de que la mayoría de los estadounidenses tienen preferencias políticas coherentes y encajan perfectamente en un eje que va de muy conservador a muy liberal. Los estadounidenses están sintiendo la presión en todas partes, y para superar el MAGA deben dirigir esa ira hacia arriba, contra las grandes empresas, para que no se canalice hacia abajo, contra los inmigrantes y las personas trans.

Como muestra la investigación del Center for Working-Class Politics, la mejor apuesta para derrotar electoralmente al trumpismo es la misma en todos los rincones del país: campañas populistas austeras en torno a candidatos auténticamente antielitistas. Esto podría significar presentarse como independientes en aquellas regiones del país donde la marca demócrata sea tóxica. Y en estados rojos como Nebraska, un trabajo manual o un historial de militancia sindical pueden ser una señal antielitista más eficaz que un carnet del DSA.

Pero si bien la forma que adopta el populismo económico puede variar según la región, el mensaje político fundamental debe ser el mismo: la clase trabajadora merece seguridad económica y dignidad, y por eso es hora de hacer pagar a los multimillonarios. La victoria del martes sin duda dará lugar a innumerables iniciativas similares en todo el país.

Sumar voluntades

Dado que la política de la clase trabajadora tiene un gran potencial para desplazar el centrismo demócrata y el autoritarismo republicano, una administración Mamdani exitosa supone una seria amenaza para los líderes del establishment de ambos partidos, por no hablar de los multimillonarios histéricos que ven incluso las modestas subidas de impuestos como el advenimiento del comunismo. Debemos esperar que las élites, empezando por el presidente Trump, hagan todo lo posible para impedir que Zohran lleve a cabo su programa.

Elegir a un luchador para el ayuntamiento no es suficiente para cambiar las cosas frente a oponentes tan poderosos. Es necesario que personas comunes y corrientes de la ciudad y de todo el estado se unan en masa a la lucha después de la victoria de esta semana.

El hecho de que políticos del establishment como la gobernadora Kathy Hochul hayan respaldado a Mamdani da fe de la fuerza del movimiento que hay detrás de él. Pero la continua negativa de la gobernadora, con derecho a veto, a apoyar la imposición de impuestos a los ricos ilustra lo mucho que nos queda por recorrer. Para presionar a Hochul y a otros políticos del establishment a que financien reformas transformadoras —y para mantener la popularidad de Zohran ante los inevitables ataques y crisis— el movimiento debe crecer y profundizarse.

Tras victorias como la de esta semana es fácil sobreestimar la fuerza de la izquierda. Pero está claro que el declive del establishment demócrata ha creado un espacio para que la influencia electoral de la izquierda se dispare mucho más allá de la fuerza organizada en los barrios y lugares de trabajo de la clase obrera. La mayoría de los neoyorquinos no son miembros de sindicatos, la mayoría de los miembros de sindicatos no son activos y gran parte del ecosistema progresista en general sigue estando aislado en pequeñas organizaciones sin ánimo de lucro. Y aunque es una gran noticia que el DSA de la ciudad de Nueva York haya crecido hasta superar los 11.300 miembros, eso sigue siendo una pequeña fracción de los casi cien mil encuestadores de la campaña y una aún menor del más del millón de personas que votó por Mamdani.

Este desequilibrio entre la fuerza electoral y no electoral de la izquierda es un fenómeno relativamente nuevo. Por el contrario, el «socialismo de alcantarillas» de Milwaukee se impuso al liderazgo de los sindicatos más de una década antes de ganar la alcaldía en 1910, cargo que ejerció de forma efectiva durante la mayor parte de los siguientes cincuenta años. Y el mejor alcalde de Nueva York, Fiorello La Guardia, fue capaz de impulsar una agenda populista tan ambiciosa y ayudar a sacar a la ciudad de la Depresión, en parte porque contaba con el respaldo de un movimiento sindical en pleno crecimiento en la década de 1930.

La tarea que se le presenta por delante al movimiento es aprovechar el impulso de la victoria, además de las palancas del ayuntamiento y el alcance de la enorme plataforma de Zohran, para revertir la ingeniería de un movimiento de clase trabajadora lo suficientemente poderoso como para transformar Nueva York. Muchos lo harán uniéndose al DSA, otros sindicalizando sus lugares de trabajo, y algunos haciendo ambas cosas.

Lo más urgente de todo es que un gran número de neoyorquinos se sumen a grandes luchas en unidad para conseguir guarderías gratuitas, viviendas accesibles y autobuses gratuitos mediante la imposición de impuestos a los ricos, y para proteger a los vecinos indocumentados de la brutalidad del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas mediante protestas masivas no violentas como las huelgas en los institutos. Cambiar la relación de fuerzas mediante una organización orientada al exterior contribuirá mucho más a hacer realidad la plataforma de Zohran que las interminables críticas de la izquierda a las inevitables limitaciones y concesiones de la gestión.

Nadie puede predecir lo que depara el futuro. Trump está intensificando su lucha por el poder en todo el país, y los multimillonarios de Nueva York no van a ceder fácilmente su poder ni sus beneficios. Sin duda, habrá que esperar y enfrentar todo tipo de crisis y reveses en los próximos meses y años.

Sin embargo, la impresionante victoria de Mamdani ha proporcionado a los trabajadores y a la izquierda una fuerte dosis de expectativas en un período en el que el miedo y la resignación son la norma. Eso no es poca cosa. Como señaló el socialista de Milwaukee Victor Berger en 1907, «la desesperación es el principal enemigo del progreso; nuestra mayor necesidad es la esperanza».

Esta victoria debería inspirarnos a todos a organizarnos más que nunca por la ciudad —y el mundo— que sabemos que es posible. Al igual que Zohran hoy, Berger entendió que «la Tierra es lo suficientemente grande y amplia como para proporcionar todas las cosas buenas de la vida a todos los seres humanos que nacen en ella (…) [Pero] para conseguir un mundo mejor, tendremos que trabajar y luchar por ello». Esa batalla no ha hecho más que empezar.

Eric Blanc

Autor de Red State Revolt: The Teachers’ Strike Wave and Working-Class Politics.

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