Estamos siendo testigos de la guerra Israel-Palestina más sangrienta en décadas. Al menos 1.200 personas, en su mayoría ciudadanos israelíes, fueron asesinadas por Hamás el 7 de octubre de 2023, y desde entonces por lo menos 30.000 palestinos ya murieron a manos del ejército israelí. Sin embargo, la mayoría de mis colegas del Parlamento alemán, el Bundestag, parecen capaces de expresar empatía y solidaridad sólo por una de las partes.
El sufrimiento del pueblo palestino parece no interesarle a la clase política alemana. Apenas hay palabras de simpatía o actos en memoria de los miles de niños y jóvenes asesinados en Gaza y, desde luego, ningún llamamiento al gobierno israelí para que ponga fin a la guerra. Tampoco hay ninguna reconsideración del apoyo político de Alemania al gobierno de Netanyahu, un apoyo expresado no sólo en el lenguaje de la «solidaridad incondicional», sino también con entregas de armas y municiones.
La «política exterior basada en valores» de la que tanto ha hablado el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán en los últimos años no se ve por ninguna parte. La situación actual representa una declaración de la bancarrota moral de la política alemana y expone su doble moral.
Ahora, el ejército israelí está atacando la ciudad de Rafah, la última parte de la Franja de Gaza, una zona que el propio Israel había designado como «zona segura», a la que huyeron decenas de miles de personas. La ministra alemana de Asuntos Exteriores Annalena Baerbock, que calificó acertadamente la maniobra de «catástrofe humanitaria premeditada», también sabe que la prevista invasión a Rafah agravará el sufrimiento.
Hasta ahora, esta declaración de la ministra de Asuntos Exteriores es la crítica más dura a la conducta bélica de Israel que el gobierno alemán logró pronunciar. La mayoría de la coalición gobernante, formada por socialdemócratas (SPD), verdes y demócratas libres (FDP), junto con la oposición conservadora, defiende a ultranza las acciones de Israel en Gaza. El constante aumento del número de víctimas del lado palestino no parece significar nada para ellos.
El canciller alemán Olaf Scholz afirmó: «Israel es un Estado democrático que se guía por principios muy humanitarios, por lo que podemos estar seguros de que el ejército israelí respetará las normas que emanan del derecho internacional en todo lo que haga. No tengo ninguna duda al respecto». Uno no puede evitar preguntarse si el canciller simplemente no quiere ver la realidad; después de todo, las violaciones del derecho internacional en la Franja de Gaza están bien documentadas. Cualquiera que lo desee, puede informarse sobre los llamamientos al asesinato, a la violencia y a la ocupación que surgen de las filas del gobierno y el parlamento israelíes.
Aún más absurdas son las palabras del líder de la oposición democristiana Friedrich Merz, quien declaró a los medios de comunicación: «En mi opinión, el gobierno y el ejército israelí están haciendo todo lo que pueden para proteger a la población civil allí». Sus palabras se produjeron en un momento en que la guerra de Gaza ya se describía como el conflicto con más niños muertos en años, con la mayor proporción de desplazados y el mayor número de periodistas muertos en décadas.
Estas declaraciones de los principales políticos alemanes del oficialismo y de la oposición no sólo son fácilmente refutables por medio de las imágenes y las cifras que llegan de Gaza, sino que también están tremendamente alejadas de la realidad, ya que muchos de sus colegas en gobiernos y partidos de otros países hace tiempo que empezaron a corregir el rumbo. Por ejemplo, Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno español de centro-izquierda, impulsó la ayuda humanitaria a Gaza. En varios países se está debatiendo o ya se ha puesto en práctica la suspensión de las exportaciones de armas a Israel. En América Latina, el presidente brasileño Lula da Silva retiró a su embajador en Israel como protesta por la destrucción que se está produciendo en Gaza.
No basta con que el ministro de Asuntos Exteriores sugiera que la actual política israelí viola los derechos humanos: esas palabras deben tener consecuencias.
A la luz de todo esto, le pregunté al gobierno federal alemán y, en concreto, a su ministro de Asuntos Exteriores, qué consecuencias sacó, si es que sacó alguna, del ataque israelí a Rafah, una decisión contra la que él mismo alertó. También pregunté qué medidas concretas está tomando para evitar esta catástrofe y si está considerando cambiar la política alemana de exportación de armas.
Lamentablemente, la respuesta fue la esperada: no hay planes para cambiar el rumbo de las exportaciones de armas. La respuesta del Ministerio de Asuntos Exteriores sugiere que el gobierno alemán no adoptará una postura más firme a favor de la protección de la población civil de Gaza, contentándose con su contribución a la ayuda humanitaria.
Sin embargo, esto no puede significar permanecer en silencio o mirar hacia otro lado ante una guerra brutal contra la población civil o darle carta blanca al gobierno derechista israelí responsable de ello. Las acciones de las fuerzas armadas israelíes hace tiempo que superaron cualquier defensa legítima y que sólo sirven al propósito de la venganza y el castigo colectivo. Según las encuestas, una mayoría de la población en Alemania también está de acuerdo con esa valoración. Como uno de los aliados más estrechos de Israel, la responsabilidad alemana debe ser influir en su gobierno para que ponga fin a esta matanza sin sentido.
El fracaso de la política exterior alemana en Oriente Próximo es evidente y no se puede negar el abandono de los principios a los que el país dice adherirse en su política exterior. Las fuerzas y partidos de izquierda no deben repetir los errores cometidos por los partidos gobernantes y los conservadores. Para los socialistas democráticos, los derechos humanos deben ser siempre lo principal. Nuestra oposición a la entrega de armas en zonas de guerra debe ser innegociable. Las ideas de diplomacia, paz y justicia, que a veces aparentemente utópicas, deben seguir siendo los principios rectores de nuestra política exterior.
Junto con los veinte diputados socialdemócratas que también están a favor de un alto el fuego, Die Linke debe ser en la política alemana la voz de todos los que sufren esta guerra y anhelan la seguridad y la paz.
No sólo debemos mantenernos firmes en esta postura ante quienes sufren en Gaza, sino también ante los activistas israelíes por la paz, que llevan semanas tomando las calles aún contra una dura represión, pidiéndole a Alemania que muestre valentía para luchar por la paz. En palabras de Maoz Inon, cuyos padres fueron asesinados por Hamás el 7 de octubre: «No nos envíen armas, envíen apoyo médico. No apoyen la guerra, apoyen la paz».
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