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Elon Musk quiere imponer el feudalismo en Marte

El mes pasado, Elon Musk se convirtió oficialmente en el hombre más rico del mundo. Y, a pesar de que suena como el argumento de una película de James Bond de segunda, también se convirtió en el barón espacial más poderoso del planeta.

Así lo informa un nuevo análisis que demuestra que el CEO de SpaceX controla en este momento más del 27% de todos los satélites activos que están orbitando la Tierra, es decir, algo así como 1000 sobre un total de 3500. Es casi seguro que la inversión de Musk crecerá durante los años venideros. El físico Alastair Isaacs estima, en base al número de lanzamientos actualmente asociados con SpaceX, que su participación en el rubro podría alcanzar el 50% en 2022. La mayor proporción de esos lanzamientos están relacionados con Starlink, una iniciativa que, según la compañía, garantizará este año una cobertura de internet de alta velocidad «casi global».

Dada la conocida afición por el autobombo absurdo y a veces escalofriante de Musk, esta afirmación probablemente deba ser tomada cum grano salis. Después de todo, hace tan solo unos años, el multimillonario dijo con absoluta confianza en una conferencia sobre tecnología que empezaría a mandar cohetes a Marte en 2018 y que sería capaz de iniciar una campaña de colonización en el plazo de una década. A pesar de que se trató de una tontería, como suele suceder cada vez que habla, la propaganda tecnoutópica que rodea a Musk le ha dado una imagen que se parece más a la de un inventor prometeico que a la de un capitalista común y corriente, como si fuese la vanguardia del futuro interestelar de la humanidad y no un monopolista de las telecomunicaciones en el presente.

Independientemente de si SpaceX es realmente capaz de enviar gente a Marte o no, basta echar un vistazo rápido a la perspectiva que Musk tiene de los viajes espaciales para darse cuenta de que se trata de una advertencia sobre los peligros que implica permitir que los multimillonarios extiendan su influencia más allá de la atmósfera. El año pasado, la compañía publicó una actualización de los términos de servicio para su proyecto Starlink, anunciando que no reconocería la legislación internacional sobre el planeta rojo. En cambio, Musk prevé una especie de randianismo extraterrestre en el cual «los principios de autogobierno» (es decir, los que determina su compañía) valen como leyes durante el viaje. A pesar de que su proyecto de colonización marciana parece un caso de locura de manual (que implica, entre otras cosas, cálculos matemáticos verdaderamente absurdos), deberíamos considerarlo como una declaración de intenciones genuina. Si realmente nos espera una nueva vida en las colonias extraterrestres, los potenciales monopolistas espaciales están decididos a darle forma por sí mismos, sin ningún tipo de limitación. Dada la manera en la que las compañías como Tesla tratan a sus trabajadores en la actualidad, no hay que tener mucha imaginación para figurarse cómo sería el futuro.

De hecho, lo que Musk planteó durante una jornada organizada por Twitter el verano pasado es, más o menos explícitamente, una forma de feudalismo espacial. Tal como observó en aquel momento Tom McKay, de Gizmodo, hasta el futuro marciano idealizado del RR. PP. que maneja las redes sociales del multimillonario implicaba poner a trabajar al servicio de SpaceX a los hipotéticos peregrinos interestelares recién llegados:

Ah, y cualquiera que desee sumarse al viaje tendrá que pagar por él, a pesar de que es legítimo afirmar que Marte será un nuevo lugar de trabajo de SpaceX.

¿No te alcanza el dinero para pagarlo? Se puede pedir un préstamo y devolverlo trabajando para SpaceX desde allá, lo cual definitivamente no es servidumbre sin remuneración porque… ¿Marte? Porque sucede en Marte. Parece lógico.

Pero, al menos en la actualidad, Musk sigue siendo simplemente un empresario oligarca exorbitantemente rico que tiene una presencia singular y escalofriante en las redes sociales. Aun si su deseo de convertirse en un emperador dios marciano no llega a cumplirse, el multimillonario está en camino a controlar una porción fundamental de la infraestructura mundial durante las décadas porvenir. De la misma manera en la que los capitalistas inescrupulosos de la Edad dorada de EE. UU. monopolizaron los ferrocarriles, el acero, el petróleo y otros productos básicos, los del siglo veintiuno ahora controlan en gran medida internet, la escena pública digital y otras estructuras cruciales de la vida social, cultural y económica moderna.

El hombre más rico del mundo ahora controla cerca del 30% de los satélites de la Tierra: ¿Qué podría salir mal? En el futuro, tal vez sea necesario evitar que las personas más ricas del planeta extiendan su poderío por todo el sistema solar. Por ahora, basta con que pongamos fin al dominio que ejercen sobre la infraestructura de nuestra vida cotidiana. Pero el espacio más allá de la atmósfera terrestre debe ser protegido de Elon Musk.

Luke Savage

Redactor de Jacobin y autor de i>The Dead Center: Reflections on Liberalism and Democracy After the End of History.

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