Favela en Brasil. (Foto de Edmilson de Lima, via Flickr)
En los debates sobre el futuro de la izquierda no son pocas las maneras de posicionarse. A ambos extremos de ese abigarrado conjunto, por un lado se considera que la izquierda «ha muerto» y, por el otro, que permanece «intacta». Paradójicamente, una y otra apreciación tienden a subestimar, por diferentes razones, el peligro bolsonarista. Entre ellas observamos opiniones intermedias, con mayores o menores gradaciones o matices.
En términos generales, sin embargo, son tres las posiciones sobre el destino de la izquierda brasileña:
a) Están los partidos, como el Partido de los Trabajadores (PT) y el Partido Comunista de Brasil (PCdoB), que apuestan por la estrategia del Frente Amplio, cuya táctica se basaría en un crecimiento económico ininterrumpido hasta 2026, a fin de asegurar la derrota del bolsonarismo, y en la vigencia del lulismo por un tiempo indefinido, apoyados en la expectativa de victoria en 2026.
b) En el extremo opuesto, hay partidos, como el Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU) y el Partido Comunista Brasileño Revolucionario (PCBR), entre otros, que se sitúan en la oposición de izquierda al gobierno de Lula y consideran que, como mínimo, es inexorable el debilitamiento del lulismo, a la vez que apuestan por la apertura de un espacio que permita a la izquierda disputarse la influencia en las masas en torno a un programa revolucionario.
c) Existe un tercer campo, en el que se sitúa el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), así como varios movimientos sociales combativos y liderazgos disidentes que consideran que existe un riesgo muy grave de que los límites del gobierno favorezcan un fortalecimiento aún mayor de la extrema derecha y que no descartan la posibilidad de una derrota histórica, pero que apuestan por una reorganización que dependería de desplazamientos hacia la izquierda de corrientes que se forjaron durante el ciclo hegemónico del PT.
Un poco de perspectiva histórica puede ser útil para comprender los retos del presente. De considerarse la larga duración, podrán reconocerse cinco ciclos en la orientación de la izquierda en Brasil:
i) El ciclo anarcosindicalista comienza en las primeras décadas del siglo XX, alcanza su apogeo en la huelga general de 1917 en São Paulo y termina con la fundación del Partido Comunista Brasileño (PCB) y el tenentismo, lo que condenó a las corrientes libertarias a la marginalidad.
ii) El ciclo getulista se inicia con la revolución de 1930, su influencia da un salto en la década de los cincuenta debido a la hegemonía laborista en el movimiento sindical, el papel de Brizola y las esperanzas depositadas en el gobierno de Jango, y termina con la histórica derrota de 1964 tras el golpe que instaura la dictadura militar.
iii) El ciclo del PCB comienza en 1945, en gran medida debido al prestigio alcanzado por la URSS tras la victoria sobre el nazifascismo, atraviesa los difíciles años cincuenta, cuando se reposiciona frente al varguismo, y termina, también, ante el golpe de 1964.
iv) El ciclo guerrillero —cuyos protagonistas políticos fueron, esencialmente, las diversas organizaciones que surgieron de rupturas en el seno PCB— se inicia con el impacto de la victoria de la Revolución Cubana, alcanza su apogeo entre 1968 y 1970, y termina tras la implacable represión desatada por la dictadura militar.
v) El último ciclo puede dividirse en dos etapas: una primera que arranca con el auge obrero-sindical de 1978-79 y pasa por la conquista de la hegemonía entre los trabajadores organizados por el PT y la Central Única de los Trabajadores (CUT), y se extiende hasta 2002, cuando por primera vez gana Lula unas elecciones presidenciales, y una segunda etapa en la que el lulismo conquista la hegemonía entre las masas populares a resultas de la adopción de políticas públicas o reformas.
Pero el patrón es siempre el mismo:
a) Las condiciones de sobreexplotación de la clase obrera industrial, en un país agroexportador dependiente, agravadas por las presiones derivadas de la Primera Guerra Mundial, están en el origen de la influencia de la militancia anarquista en la huelga general de 1917.
b) El impacto de la victoria de la Revolución Rusa fue crucial para que el joven PCB conquistara la hegemonía en la vanguardia sindical e intelectual a partir de mediados de la década de los veinte.
c) La decadencia de la Primera República o República Vieja explica explica el desplazamiento de amplios sectores de la clase media urbana hacia la oposición, así como su expresión militar en el tenentismo. La revolución de 1930 fue la consecuencia directa de esa crisis: una fractura profunda en el seno de la clase dominante que desembocó, por primera y única vez en la historia brasileña, en una guerra civil contra la oligarquía paulista y en el surgimiento del prolongado ciclo nacional-desarrollista del varguismo.
d) El auge democrático, tras la derrota del nazifascismo en 1945, hizo que el PCB se proyectara como un partido con cierta influencia de masas en torno al liderazgo de Prestes.
e) La ola de movilización de las clases medias y de los sectores más concentrados del proletariado en 1968, en el contexto de una ola revolucionaria internacional, explica el respeto e incluso la autoridad política que conquistaron para sí las organizaciones que decidieron pasar a la lucha armada.
f) La ola de movilización de 1978-79 fue decisiva para abrir el camino hacia la construcción del PT, la CUT y el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), y de su papel en la fase final de la lucha contra la dictadura, disputándose la hegemonía con el Movimiento Democrático Brasileño (MDB) y Brizola en la campaña política «Directas Ya» y posteriormente en «Fora Collor», movimiento de protesta contra el gobierno corrupto de Fernando Collor de Mello en 1992.
g) La ola iniciada en 1999, cuando la manifestación de cien mil personas contra Fernando Henrique Cardoso allanó el camino para la victoria electoral de Lula en 2002.
h) La última gran ola que vivió el país se produjo en 2013, una de las más masivas, profundas y perturbadoras, porque a partir de ella ganaron una masiva influencia nuevos movimientos sociales, como el protagonizado en favor de la vivienda popular Movimiento de Trabajadores sin Techo (MTST), que proyectó el liderazgo de Boulos, los movimientos feministas, contra la discriminación de los negros, de personas LGBT, ambientalistas e indígenas, pero también surgieron movimientos que lideraron las movilizaciones contrarrevolucionarias de millones de personas durante el golpe institucional de 2016 y después del bolsonarismo.
i) La combatividad de clase y la audacia de la generación de líderes anarcosindicalistas fue decisiva para la entrada en escena de la clase obrera en 1917, y fue heredada por los fundadores del PCB.
ii) El coraje tenentista, que tuvo su momento épico en la Columna Prestes, fue un factor clave para que una facción de las oligarquías regionales, liderada por Vargas, decidiera derrocar la República Vieja, y explica también la presencia de una corriente nacionalista en las Fuerzas Armadas en los años cincuenta.
iii) El papel de Getúlio, hasta el trágico desenlace de su suicidio, la audacia de Brizola, en 1961, quien se valió del cargo de gobernador para tomar las armas y construir una red de defensa de la legalidad que garantizó la toma de posesión de Jango, fueron claves para que el proyecto nacional-desarrollista conquistara una influencia masiva en forma de «populismo», liderazgos burgueses de movimientos populares, cristalizados en una facción sindical burocrática, que se apoyaba en los logros sociales de la formalización de las condiciones laborales, pero también explica la fuerza del movimiento sindical en los años ochenta.
iv) El prestigio de la URSS y de Prestes, pero también la militancia de miles de luchadores del PCB explica, a pesar de los inevitables desastres políticos, una autoridad que se mantuvo durante dos décadas.
v) El heroísmo abnegado de las organizaciones de la lucha armada definió el destino de toda una generación, en la que los mejores entre los mejores pagaron con su vida por sus errores, pero dejaron un ejemplo inmortal de grandeza humana.
vi) La lucidez del proyecto de construcción del PT en 1980, liderado por la gigantesca personalidad de Lula, explica una hegemonía que ya dura cuatro décadas, pero también, a pesar de los límites de los gobiernos de conciliación, por qué solamente Lula podría haber derrotado a Jair Bolsonaro en 2022.
Cuando pensamos en la experiencia del lulismo, podemos definir tres etapas en el largo intervalo que va de 2003 a 2024:
a) El apogeo de la influencia, a pesar de las oscilaciones, como la crisis del «mensalão», entre 2003 y 2013.
b) La inversión iniciada por el golpe institucional en 2016 y el inicio de la situación reaccionaria, en la que toda la izquierda quedó aislada y el PT e incluso el propio Lula perdieron apoyo.
c) La recuperación de la influencia durante los cuatro años del gobierno de Bolsonaro y la etapa iniciada por el gobierno de Lula III tras la apretada victoria electoral de 2002.
Son tres las hipótesis sobre el futuro. Y son de carácter exploratorio porque es un proceso que sigue en marcha y que aún no se ha decantado. Hay muchas variables indefinidas. Las dos más importantes son inseparables y nos remiten al centro del enigma: si la izquierda será o no capaz de derrotar a la extrema derecha y si, en ese proceso, asistiremos o no a una ola de lucha de los trabajadores y los oprimidos. Estas son las dos cuestiones centrales.
En ese contexto, son tres las hipótesis posibles, sin que podamos, por el momento, decantarnos por ninguna:
i) La primera concierne a la cuestión de si en el seno del PT perdurará o no el lulismo —aun cuando probablemente lo haga como parte de un giro programático incluso más moderado— y quiénes liderarían esa transición;
ii) La segunda consiste en calcular si el poslulismo será un proceso de lucha, esencialmente, contra el PT.
iii) La tercera es evaluar si el futuro de la izquierda será un proceso de mediaciones entre lo «viejo» y lo «nuevo» —en gran medida, a pesar del PT— pero sin renegar necesariamente de la herencia del lulismo.
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