Los diputados de Die Linke Vinzenz Glaser, Cansin Köktürk, Charlotte Neuhäuser y Lisa Lizzy Schubert ondearon la bandera palestina durante una sesión en el Parlamento alemán. (Imagen: WELT TV)
El sábado 27 de septiembre más de cien mil personas marcharon por las calles de Berlín para exigir el fin del genocidio en Gaza y denunciar la complicidad de los gobiernos occidentales con la ofensiva israelí en curso. En una Alemania donde la memoria del Holocausto atraviesa el debate público y el apoyo a Israel constituye una «razón de Estado», la manifestación marcó un punto de inflexión por su magnitud y por la diversidad de quienes participaron. También por el protagonismo de una nueva generación de militantes y dirigentes de izquierda que se suman a las marchas masivas en todo el mundo para exigir el fin del exterminio del pueblo palestino.
Entre ellos se encuentra Vinzenz Glaser, diputado de Die Linke (La Izquierda), cuya imagen desplegando la bandera palestina en el Bundestag (Parlamento Alemán) se transformó en un símbolo de disidencia moral y política frente al silencio institucional del establishment. En esta entrevista Glaser analiza las razones del giro que atraviesa la izquierda alemana en su posición sobre Palestina, los dilemas que implica sostener una crítica al Estado de Israel sin ser acusado de antisemitismo y la necesidad de reconstruir una solidaridad internacionalista que vincule las luchas contra el racismo, el colonialismo y el autoritarismo. Desde su bancada afirma que el miedo a la represión o al estigma no puede seguir paralizando a quienes defienden los derechos humanos universales.
En los últimos meses ha habido un cambio en la posición de la izquierda alemana sobre Palestina. ¿Cómo explicarías este giro? En Alemania existe una sensibilidad histórica muy fuerte en torno al antisemitismo y al Holocausto. ¿Cómo manejan desde Die Linke el equilibrio entre la memoria histórica y la crítica al Estado de Israel?
En los últimos meses dentro de la izquierda alemana hemos tenido intensos debates internos sobre cómo abordar la cuestión de Israel y Palestina. Durante un largo tiempo muchos fueron cautelosos, por el compromiso con la responsabilidad histórica de Alemania y por el temor a ser acusados de antisemitismo. Pero muchas voces dentro de nuestro partido (incluyéndome) comenzamos a sostener que esa cautela nunca debe transformarse en silencio ante la injusticia.
Muchos de los diputados en la nueva facción de Die Linke se identifican ante todo con los derechos humanos universales y prestan poca atención a la posible condena moral proveniente del mainstream político alemán. Me cuento entre ese tipo de parlamentarios. El punto culminante de este cambio en la posición de la izquierda sobre Gaza fue, sin duda, la manifestación del pasado 27 de septiembre en Berlín, que reunió a más de 100.000 participantes y mostró un amplio apoyo y solidaridad pública.
Por eso, por ejemplo, participé en la acción en el Bundestag donde izamos la bandera palestina durante un debate sobre el presupuesto del Ministerio de Relaciones Exteriores, junto con Cansin Köktürk, Lizzy Schubert y Charlotte Neuhäuser. El acto fue controvertido, y la presidenta del Bundestag amenazó con excluirnos de la sesión. Pero sentimos que la catástrofe humanitaria en Gaza exige gestos audaces para forzar la atención pública y parlamentaria.
Debemos mantener siempre que el antisemitismo es absolutamente inaceptable, y nos oponemos activamente al lenguaje, los estereotipos y la violencia antisemita. Sin embargo, tratar toda crítica a las políticas de Israel como automáticamente antisemita es censurar el debate político. La izquierda debe sostener ambas verdades: el peso de la responsabilidad histórica y el deber moral de alzar la voz por los pueblos oprimidos.
¿Crees que el cambio de posición de la izquierda alemana podría influir en la política exterior de Alemania hacia Medio Oriente? ¿Cómo se integra este apoyo a Palestina en una agenda más amplia de lucha contra el racismo, el colonialismo y la xenofobia en Europa?
Si este cambio transformará directamente la política exterior alemana es una pregunta abierta, porque el consenso dominante en Berlín sigue siendo muy proisraelí. Pero creo que los debates más amplios dentro de la izquierda son importantes para ir abriendo gradualmente el espacio político. Internacionalmente, Alemania debe formar parte de una solución que respete el derecho internacional y los Derechos Humanos, no de una que brinde apoyo incondicional a una ocupación.
La acción de la bandera en el Bundestag fue un intento de ampliar esa ventana, de decir públicamente que el silencio oficial es complicidad. Pero no se trata solo de acciones simbólicas: muchas iniciativas parlamentarias están contribuyendo a este cambio, como las preguntas críticas dirigidas a los que gobiernan o las mociones presentadas en el Parlamento. Mi colega Lea Reisner, por ejemplo, es muy conocida por su persistencia en este sentido.
Para nosotros, como izquierda, la solidaridad con Palestina forma parte de una lucha más amplia: contra el racismo, contra las continuidades coloniales y contra la normalización de la exclusión y el militarismo en Europa. Cuando apoyamos al pueblo palestino, también apoyamos a las personas migrantes que se enfrentan a la «Fortaleza Europa», a las personas racializadas que se enfrentan al racismo estructural y a los movimientos que resisten al autoritarismo.
En América Latina la izquierda ha sido históricamente más explícita en su apoyo a Palestina. ¿Qué consideras que la izquierda alemana podría aprender de esa tradición? ¿Ves potencial para una mayor cooperación política y discursiva entre las izquierdas europeas y latinoamericanas respecto a Palestina y otras cuestiones internacionales?
La izquierda latinoamericana ha sido a menudo mucho más clara y coherente en su apoyo a Palestina. Creo que la izquierda alemana puede aprender de esa tradición en varios niveles: político, moral y estratégico.
En primer lugar, la determinación de muchos gobiernos latinoamericanos —en particular los progresistas— demuestra que es posible asumir una posición clara e inequívoca en defensa de un pueblo oprimido sin ser automáticamente deslegitimado como antisemita o «radical». En países como Colombia, Brasil, Cuba, Bolivia o Chile, los gobiernos han condenado abiertamente la guerra brutal de Israel en Gaza, sin por ello dejar de abordar la violencia de actores como Hamas.
Estas posiciones se basan en principios: el derecho internacional, los derechos humanos y la descolonización. Demuestran que se puede ser coherente sin relativizar la responsabilidad histórica frente al Holocausto. En toda la región los Estados combinan su crítica con un compromiso con la solución de dos Estados, el rechazo a la violencia contra civiles y la adhesión al derecho humanitario. Este equilibrio suele estar ausente en el debate alemán, que tiende a ser mucho más estrecho.
Este restringido discurso alemán no solo bloquea un debate honesto sobre los derechos humanos en Medio Oriente, sino que también impide una discusión seria sobre los dobles estándares de la política exterior del país. América Latina, en cambio, demuestra que una política exterior activa e independiente en defensa del derecho internacional es posible y que no es necesario alinearse con las grandes potencias occidentales cuando se trata de los derechos del pueblo palestino.
Es igualmente destacable el papel de la sociedad civil latinoamericana. En las manifestaciones, incluso en aquellas que no tratan principalmente sobre Medio Oriente, las banderas palestinas son una presencia habitual. La solidaridad con Palestina está entrelazada con las luchas antirracistas, antiimperialistas, feministas y por la justicia climática. Esa capacidad de conectar luchas es una fortaleza de la que la izquierda alemana todavía carece, o que existe solo en pequeños nichos.
Otro hecho importante es que una gran mayoría de los Estados latinoamericanos —con Panamá como principal excepción— han reconocido oficialmente a Palestina como Estado.
¿Qué significa esto para la izquierda alemana? Significa que debemos aprender a no quedar paralizados por la sobrecarga moral del concepto de «razón de Estado» en Alemania. La realidad en Gaza —con más de 60.000 muertos, incluidos decenas de miles de niños asesinados o heridos— es tan grave que una posición política y moral clara es necesaria y urgente. El silencio por miedo a la represión ya no es justificable.
América Latina también nos muestra que la solidaridad con Palestina no es un tema de nicho o «especial». Es parte de la lucha global contra el colonialismo, el racismo y el autoritarismo. Muchos movimientos latinoamericanos no ven a Palestina como un caso geopolítico aislado, sino como un símbolo de la desigualdad global, al igual que las luchas indígenas, la resistencia al libre comercio neoliberal o la lucha por la justicia climática.
En este sentido, la izquierda alemana no debería tratar a Palestina como una excepción, sino como parte de su deber internacionalista, traduciendo esta postura en trabajo parlamentario, en luchas culturales y en estrategias de base.
¿Cuáles son los próximos desafíos para consolidar esta posición dentro del partido frente al ascenso de la extrema derecha en Alemania?
Uno de los mayores desafíos para nosotros es la reacción social que conlleva expresar solidaridad con Palestina. En Alemania, el espacio para el disenso se está reduciendo. Hemos visto cuán rápido se criminaliza a los activistas, cómo se cancelan eventos culturales y cómo incluso se difaman iniciativas humanitarias. Un ejemplo llamativo fue la Flotilla Global Sumud: lo que se pensó como una acción internacional pacífica de solidaridad fue recibido con represión, intimidación y un intento de desacreditar a quienes participaron.
Estas reacciones muestran cuán frágil se ha vuelto el debate democrático cada vez que se menciona a Palestina. También dejan en claro por qué es tan importante mantenernos firmes: porque cada acto de intimidación busca silenciar, no solo a nosotros, sino al movimiento más amplio por la justicia.
Nuestra tarea, por lo tanto, es fortalecer la resiliencia dentro de la izquierda alemana, insistir en que el antirracismo, la oposición al antisemitismo y la solidaridad con Palestina son inseparables, y seguir creando espacios donde estas posiciones puedan expresarse abiertamente.
Para los movimientos de base en América Latina, mi mensaje sería: su claridad y su valentía nos inspiran en estos debates difíciles. Estamos aprendiendo de sus experiencias de construir solidaridad bajo presión y queremos profundizar esta cooperación internacional, porque la lucha por Palestina es parte de la lucha global contra la represión, el racismo y el autoritarismo.
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