El dictador cubano Fulgencio Batista de Cuba (derecha) con el entonces presidente interino cubano Andrés Domingo (centro) y el entonces vicepresidente estadounidense Richard M. Nixon (izquierda) en una cena en el palacio presidencial cubano en febrero de 1955. (Bettmann / Getty Images)
Hace setenta años, el 4 de mayo de 1955, la CIA ayudó al dictador cubano Fulgencio Batista a establecer el Buró para la Represión de las Actividades Comunistas (BRAC). La decisión se produjo dos años después de que Fidel Castro lanzara el asalto al Cuartel Moncada en un intento por derrocar el régimen de Batista y un año antes de que Castro y sus aliados regresaran a Cuba del exilio para iniciar una campaña de guerrilla.
Batista había tomado el poder en marzo de 1952 tras un golpe de Estado que derrocó al presidente Carlos Prío. El apoyo estadounidense a la dictadura de Batista fue el último episodio de una larga historia de injerencia en los asuntos cubanos, que se remonta a finales del siglo XIX. Agentes del BRAC dedicaron casi cuatro años a torturar y asesinar brutalmente a los opositores de Batista antes de que la revolución de 1959 pusiera fin a sus actividades.
El documento señaló las dificultades que estas medidas habían planteado al movimiento comunista cubano, pero advirtió que Batista no había sido capaz de asestar un golpe fatal:
La historia de la intervención estadounidense en los servicios de seguridad cubanos precedió por muchos años a la formación del BRAC. En 1942, durante su primer mandato como presidente cubano, Batista estableció el Servicio de Investigación de Actividades Enemigas (SIAE). El SIAE operaba bajo el mando del capitán Mariano Faget Díaz, quien se había formado en Estados Unidos. Los oficiales del SIAE, incluido el propio Faget, recibieron entrenamiento de los servicios de inteligencia estadounidenses en contraespionaje.
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la atención se desplazó de las potencias del Eje a la Unión Soviética y al movimiento comunista internacional. Faget se convirtió en director del BRAC cuando se fundó en 1955. Un revolucionario cubano, Carlos Franqui, lo describió como un «técnico de la tortura» capaz de infligir «golpes continuos en la cabeza, sin dejar marcas, pero produciendo un dolor y una tensión tremendos». En julio de 1955, el director de la CIA, Allen Dulles, escribió a Batista aprobando la decisión del dictador de permitir a la CIA entrenar a los agentes del BRAC:
Dulles continuó sugiriendo que el general Martín Díaz Tamayo del BRAC debería viajar a Washington para discutir «algunas de las técnicas utilizadas [por la CIA] para combatir las actividades del comunismo internacional».
«Demasiado entusiasta»
Desde el golpe de Estado de Batista en 1952, los militares ya habían estado arrojando cadáveres acribillados a balazos en las calles de La Habana. El BRAC institucionalizó la violencia represiva, trabajando en estrecha colaboración con el Servicio de Inteligencia Militar (SIM). Los oficiales del SIM se encargaron de vigilar a personas con simpatías o afiliaciones comunistas conocidas. Informantes se infiltraron en sindicatos y otros movimientos para intentar frenar la oposición al régimen de Batista.
Los detenidos fueron interrogados en tres etapas, comenzando con persuasión, antes de pasar a la tortura psicológica y luego física. El agente de la CIA Lyman Kirkpatrick informó eufemísticamente que «BRAC podría ser demasiado entusiasta en algunos de sus interrogatorios». Kirkpatrick recordó un caso en el que un médico fotografió las heridas de tortura que los agentes de BRAC infligieron a una maestra tras ser detenida bajo sospecha de conspirar contra Batista. Según Kirkpatrick, al principio se mostró escéptico antes de ver la prueba fotográfica:
Las horribles heridas en el cuerpo de la mujer eran convincentes, como lo eran los informes de caso tras caso de hijos de prominentes familias cubanas que se habían unido a la organización de estudiantes o al Movimiento 26 de Julio y habían sido arrestados y asesinados. Sin embargo, la única preocupación expresada por Washington fue que las macabras tácticas de Batista acabarían fortaleciendo el apoyo al Movimiento 26 de Julio de Castro.
La revista cubana Bohemia daba seguimiento a las actividades del BRAC. Solo después del triunfo revolucionario se pudo conocer el alcance de la represión bajo la dictadura de Batista. En enero y febrero de 1959, Bohemia publicó tres números que detallaban la tortura de opositores por parte de las fuerzas de Batista. Las revistas también incluyeron una cronología de la tortura y el asesinato desde el inicio de la dictadura de Batista en 1952 hasta 1958.
Los agentes de Batista arrojaron los cuerpos de las víctimas en las colinas de Pinar del Río, en fosas comunes o en sitios abandonados. Según el director de la morgue de La Habana, más de setecientos cuerpos fueron llevados a la morgue entre 1952 y 1958 con evidencia de haber sido severamente torturados antes de ser asesinados.
Un ejemplo de la represión batistiana fue el asesinato de veintitrés revolucionarios en la provincia de Oriente entre el 23 y el 26 de diciembre de 1956. Las víctimas fueron torturadas, asesinadas y arrojadas a diversos lugares públicos con el fin de sembrar el terror. Posteriormente, miembros del movimiento revolucionario capturaron y ejecutaron al coronel Fermín Cowley Gallegos, quien había dado la orden de la masacre.
El 19 de febrero de 1959, una orden de Camilo Cienfuegos disolvió el BRAC y las demás instituciones represivas de la dictadura de Batista. Un funcionario del BRAC entrenado en Estados Unidos, José Castaño Quevedo, fue ejecutado después de la revolución, aunque el jefe de la CIA envió al periodista Andrew St. George a interceder ante el Che Guevara por la vida de Castaño.
Mientras tanto, varios agentes del BRAC ya habían huido del país. Algunos de los que lograron escapar de Cuba encontraron su nuevo hogar en la CIA.
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