Derechos

En Italia, los peones punjabíes son considerados prescindibles

Por segundo año consecutivo, me encuentro escribiendo sobre los punjabíes en Italia impulsada por una tragedia. En 2024, fue la horrible muerte de Satnam Singh, el trabajador agrícola abandonado a su suerte por su empleador en Latina. Este año, fue un accidente de tráfico del 18 de julio pasado el que se cobró la vida de Balvir Kumar, «Birra», atropellado por un coche mientras iba en bicicleta hacia los campos donde cosechaba esos calabacines que luego llegan tan baratos y frescos a nuestras mesas.

El caso del año pasado había desatado una indignación generalizada, tanto por sus detalles sangrientos (Satnam sufrió heridas graves tras un accidente con una máquina agrícola) como por la crueldad de su empleador (que abandonó el cuerpo de Satnam frente a su casa en lugar de llevarlo al hospital, lo que provocó su muerte). Esto atrajo la atención internacional, apareció en las noticias e inspiró oleadas de protestas, manifestaciones e intervenciones policiales en la zona y más allá. La muerte de Birra, en cambio, pasó casi desapercibida, descartada rápidamente como un accidente mortal más en la Via Pontina, «la carretera más peligrosa de la región del Lacio».

Al igual que Satnam, Birra encontró la muerte en la provincia de Latina, al sur de Roma, donde la tasa de mortalidad en accidentes de tráfico aumentó un 47 % entre 2019 y 2023 y donde el trabajo agrícola lo realizan en su mayoría trabajadores migrantes, una gran parte de ellos punjabíes. Sin embargo, la muerte de Birra, al igual que la de Satnam, no debe ignorarse como si fuera un simple accidente: podría haberse evitado si los empleadores y el Estado hubieran asumido la responsabilidad de proteger a sus trabajadores más vulnerables y esenciales.

Morir por trabajar

En 2024, me mudé a la provincia de Latina durante unos meses para realizar mi investigación doctoral sobre la comunidad punjabí en Italia. La escasez de transporte público en esta zona rural obliga a la mayoría de los residentes a desplazarse en coche o en bicicleta. Las carreteras principales están muy transitadas, con grandes camiones y coches que circulan a gran velocidad, sin espacio suficiente para adelantar y sin controles de velocidad.

A ambos lados de estas carreteras, innumerables migrantes van y vienen en bicicleta hacia los campos donde trabajan (demasiadas horas por muy poco dinero), día y noche, en cualquier condición meteorológica; viajan sin casco, en el estrecho espacio entre las líneas blancas que bordean la carretera y los campos, protegidos únicamente por los chalecos reflectantes que los sindicatos locales distribuyen gratuitamente entre ellos.

Al conducir a diario para recoger entrevistas y encuestas con migrantes punjabíes de la zona, recuerdo sentir un terror constante a tener un accidente de tráfico con uno de ellos. Birra fue uno de los primeros trabajadores punjabíes que entrevisté en la zona, aunque solo supe su nombre completo después de su muerte.

Solo seis días antes de su muerte, recibí prasad (comida sacramental) de sus manos mientras asistía a la liturgia dominical en el templo donde vivía y trabajaba como voluntario, cocinando y sirviendo comida a la comunidad de devotos. Birra tenía sesenta y un años, era originario de la aldea de Salempur, cerca de Hoshiarpur, en el estado indio de Punjab, estaba casado y tenía dos hijos.

Llegó a Italia a los treinta y tres años, en 1998, simplemente «kam karan lei», para trabajar. Era el primero de dos hermanos y cinco hermanas; su padre era albañil y su madre ama de casa. Después de casarse, su cuñado lo convenció de ir al extranjero para ganar dinero y lo ayudó a pagar el viaje. Como muchos otros punjabíes de la época, Birra llegó a Italia «a lo burro», es decir, de la India a Rusia en avión y de Rusia a Italia por carretera, después de pagar varios miles de euros a diversos agentes para que lo ayudaran a cruzar las fronteras. Tenía algunos amigos en la provincia de Latina y se dirigió allí, donde acabó quedándose y trabajando en la agricultura durante los siguientes veintisiete años.

«Zucchine, in serra: pianto, lego, quando cresce poi raccolgo» («Calabacines, en los invernaderos; los planto, los ato y, cuando crecen, los recojo»), explicó con las pocas palabras de italiano que sabía a pesar de su larga estancia en el país. Vivió sin papeles durante los primeros cuatro años, hasta que en 2002 consiguió regularizarse. Los empleadores le exigen a los migrantes punjabíes como Birra el pago de elevadas tasas solo para conseguir un contrato de trabajo y el certificado de residencia necesario para obtener el permiso de residencia, y los obligan a pagar sus impuestos de su propio bolsillo.

Todo el proceso de regularización les resulta opaco: como admitió Birra, «no conozco los detalles, no entiendo estas cosas, ellos lo hacen todo». Compartía una habitación con otro trabajador punjabi, proporcionada por su empleador, a cambio de cuidar del ganado y los campos por 700 euros al mes. De esta cantidad, enviaba 500 euros a Punjab para pagar sus deudas y mantener a su familia: su hija está estudiando Derecho en la universidad y su hijo también estudia, pero quiere irse al extranjero.

Birra dijo que no quería reunir a su familia en Italia, ya que las condiciones de vida allí eran demasiado duras. En cambio, su objetivo era volver a la India tan pronto como hubiera ahorrado suficiente dinero para vivir cómodamente. Un año antes de nuestra entrevista, Birra había dejado su piso en la ciudad, donde había vivido durante diez años, porque la esposa de su compañero de piso se había mudado del Punjab y le habían dicho que buscara otro lugar. Al enfrentarse a la misma escasez de viviendas que todos los trabajadores migrantes de la zona, Birra finalmente encontró refugio en el templo, donde rezaba y hacía seva (voluntariado) a diario, siendo muy cercano al Baba-ji (sacerdote).

Birra era, de hecho, profundamente religioso: solía llevar turbante en Punjab, pero se lo quitó durante el viaje a Italia para no llamar la atención y, desde entonces, había dejado de llevarlo. Así describía su rutina: «Me levanto a las 3:30, me preparo, preparo algo de comida para el almuerzo, tomo té, luego se despierta Baba-ji, rezo con él y a las 5:30 me voy a trabajar en bicicleta; empezamos a las 6».

Eran precisamente las 5:30 de la mañana cuando Birra fue atropellado por un coche cuando se dirigía al trabajo y exhaló su último aliento en la carretera; iba en bicicleta, con tres compañeros, por una calle principal perpendicular a la Via Pontina, donde tantos ciclistas antes que él perdieron la vida en accidentes de tráfico (y tantos más lo harán si nadie toma medidas). Tenía que empezar a cosechar a las 6 de la mañana en el campo donde trabajaba todo el año por 5 o 6 euros la hora, con contratos temporales que declaraban muchas menos horas de las que realmente trabajaba.

Sus compañeros dicen que le preocupaba llegar tarde al trabajo porque el día anterior había dejado su bicicleta eléctrica en un taller y había pedido prestada una bicicleta normal para ir al campo. Además, dos días antes había estado expuesto a pesticidas tóxicos sin equipo de protección en el campo de calabacines, y los gases le habían provocado problemas respiratorios e hipertensión arterial. Estos dos detalles no aparecieron en el informe, precisamente porque dejan claro que sus condiciones laborales y su situación marginal en Italia influyeron mucho en lo ocurrido, lo que lo convierte casi en una muerte en el trabajo más que en un accidente de tráfico.

Así son las cosas

Birra pertenecía a la Ravidassia-Chamar, una casta dalit del Punjab, una de las más desfavorecidas de la sociedad india. Cuando le pregunté por su experiencia con el sistema de castas, respondió simplemente: «No veo ninguna diferencia entre las personas, creo que todos somos humanos y vivimos, trabajamos y comemos igual». Sin embargo, en nuestro mundo destrozado, está claro que no vivimos, trabajamos ni comemos igual. Cuando Birra muere en la carretera, las noticias solo mencionan que «un hombre de nacionalidad india, posiblemente un trabajador agrícola, falleció en un accidente». Su historia, su personalidad, su vida no se consideran dignas de mención y, en última instancia, resultan prescindibles. Nadie indemnizará a su familia por la pérdida; en todo caso, su esposa tendrá que pagar una gran suma para repatriar su cuerpo sin vida al Punjab, donde él esperaba volver algún día.

Según la central obrera Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), activa en la zona, es la centésima decimoquinta víctima mortal en accidente de bicicleta en Italia desde principios de 2025; muchos de ellos son migrantes que se dirigían a su trabajo. Dadas las condiciones en las que trabajan en el sector primario, con jornadas agotadoras, sin equipo de protección, sin bajas por enfermedad ni vacaciones pagadas, con contratos irregulares, salarios bajos y capataces y empleadores abusivos, las posibilidades de sufrir accidentes por fatiga y estrés son enormes. ¿Quién les hará justicia? ¿Quién evitará que otros corran la misma suerte? ¿Por qué las autoridades estatales —locales, regionales, nacionales y mundiales— fracasan sistemáticamente a la hora de proteger la vida de quienes la reproducen?

Este artículo es mi pequeño testimonio para Birra, que vivirá en la memoria de todos los que lo conocieron y de su familia, que ahora llora su pérdida. Nunca olvidaré sus ojos sonrientes; su andar torpe y tambaleante; su risa contagiosa y su forma rápida de hablar, como si tuviera prisa por terminar la frase; sus divertidos pasos de baile bhangra; y cómo le dio un billete de 10 euros a una niña de ocho años en su cumpleaños, el equivalente a dos horas de su duro trabajo. Uno de sus amigos, que me informó de su muerte, lo recuerda por las pocas palabras que solían decirse en broma cada vez que se veían: «edda hai» («así es»). Así es, Birra, pero no debería serlo.

 

 

Annamaria Laudini

Annamaria Laudini es antropóloga e investigadora de doctorado en el Instituto Universitario Europeo de Florencia, Italia.

Recent Posts

El fascismo está de regreso en la política francesa

El auge de la extrema derecha en Francia ha ido acompañado del crecimiento de tendencias…

2 horas ago

Álvaro Uribe, el intocable condenado

El expresidente colombiano Álvaro Uribe fue condenado este mes por sobornar a testigos, lo que…

24 horas ago

Donald Trump y el retorno del nihilismo capitalista

La administración Trump opera con frecuencia por fuera de la lógica del interés propio capitalista,…

2 días ago

Conviértete en quien eres… contra el fascismo

En una extensa entrevista, Alberto Toscano retorna sobre la historia del fascismo y reivindica el…

2 días ago

La crisis migratoria inventada de Gran Bretaña

Aunque las travesías en pateras representan una parte ínfima y cada vez menor de la…

3 días ago

Japonismo ácido

La visionaria autora japonesa de ciencia ficción Izumi Suzuki anticipó nuestro malestar actual hace décadas,…

4 días ago