El presidente de Colombia, Gustavo Petro, en la conferencia de emergencia del Grupo de La Haya en el Palacio de San Carlos, en Bogotá, el 16 de julio de 2025. (Luis Acosta / AFP vía Getty Images)
Mientras las bombas siguen cayendo sobre el pueblo palestino y los líderes occidentales hacen todo lo posible por proteger la operación militar israelí, ha surgido un bloque de naciones que buscan hacer lo que esté a su alcance para que los responsables rindan cuentas.
Representantes de más de treinta Estados del Sur Global se reunieron esta semana en Bogotá (Colombia) para elaborar un plan de emergencia destinado a detener el ataque genocida de Israel sobre Gaza y Cisjordania. Entre las resoluciones ratificadas por el grupo se encuentran medidas para bloquear el traslado de armas y otros equipos militares a Israel a través de sus territorios y para defender los mandatos de jurisdicción universal con el fin de garantizar la justicia para las víctimas de los crímenes cometidos por Israel en Palestina.
La conferencia fue convocada por el Grupo de La Haya, cofundado a principios de año por funcionarios de varios países del Sur global, entre ellos Sudáfrica y Colombia. El grupo busca garantizar el cumplimiento de las sentencias dictadas contra Israel por la Corte Penal Internacional (CPI) y la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
Su esfuerzo colectivo contrasta radicalmente con la postura del Norte global, ya que Estados Unidos y las potencias de Europa occidental —que tan a menudo se proclaman líderes del mundo libre y democrático— no solo no apoyan estas medidas, sino que trabajan activamente para socavarlas. Entre sus obstrucciones se incluyen sanciones a funcionarios de la CPI y la CIJ (más recientemente contra representantes de la ONU como Francesca Albanese), la negativa a cooperar con las órdenes de detención dictadas contra funcionarios israelíes y el continuo apoyo militar a Israel.
El viejo mundo unipolar se tambalea hoy bajo el peso del apoyo descarado de estas naciones al genocidio de Israel, mientras que las naciones del Sur, antiguamente colonizadas (especialmente aquellos Estados conducidos por líderes progresistas respaldados por movimientos populares), se organizan para construir uno nuevo.
Aunque adoptó el nombre de la ciudad europea en la que se fundó, los miembros y el comité directivo del grupo están dominados por actores del Sur global, con Colombia y Sudáfrica como copresidentes. El papel dominante de Sudáfrica se explica por el hecho de que sus representantes iniciaron acciones judiciales contra Israel ante la CIJ, impulsados por su propia experiencia con el apartheid.
El papel clave de Colombia, incluida la celebración de la última conferencia, se debe a que el actual Gobierno del país, liderado por Gustavo Petro, ha encabezado a menudo la condena internacional de las acciones de Israel, no solo de palabra, sino también promulgando medidas concretas contra ese país.
No es casualidad que Colombia y los Estados latinoamericanos estén ayudando a liderar estos esfuerzos para que Israel rinda cuentas por sus crímenes. La región y sus pueblos han sido históricamente víctimas de violentas agresiones coloniales e imperialistas. De hecho, en el contexto del intervencionismo de larga data de los Estados Unidos, la ayuda militar y las armas israelíes han desempeñado un papel importante en la persecución de los movimientos revolucionarios y de izquierda y de sus líderes en toda la región, especialmente en Colombia.
La violencia colonialista de Israel contra los palestinos es algo que el Sur global comprende visceralmente. Ya se trate de las heridas más recientes que marcan la sociedad en países como Sudáfrica o de las cicatrices coloniales que sufrieron los latinoamericanos —cuyo legado sigue inspirando la rebelión en estas regiones—, todas ellas sirven para unirlos en una lucha común contra las injusticias históricamente compartidas.
En este contexto, el presidente Petro sostiene que lo que Israel y sus partidarios están haciendo en Gaza forma parte de un «experimento más amplio de las potencias mundiales contra los pueblos del Sur global». El experimento, escribe, «pretende demostrar que el poder militar de Estados Unidos, Europa e Israel puede dominar cualquier rebelión de los pobres del mundo».
Las investigaciones de periodistas de Declassified UK han revelado que el Gobierno británico, que afirma estar trabajando con los líderes israelíes para lograr un alto el fuego, les ha apoyado con la asombrosa cifra de quinientos vuelos de inteligencia militar sobre Gaza durante los veintiún meses de violencia.
Del mismo modo, Alemania ha mantenido que solo apoya a Israel con ayuda militar defensiva, a pesar de los informes que demuestran que se utiliza para sistemas de armas desplegados en Gaza, incluidos drones y misiles. De hecho, Alemania es el segundo país, solo por detrás de Estados Unidos, en exportación de armamento convencional a Israel, y es responsable de alrededor del 47% del total de las importaciones israelíes de este tipo de armamento, por un valor de 355,3 millones de dólares solo en 2023.
La Unión Europea sigue expresando su apoyo inquebrantable a Israel, limitando sus críticas a la forma en que el país ha gestionado la distribución de la ayuda en Gaza. Además, informes recientes muestran que la financiación de la UE, concretamente el fondo Horizonte Europa, se ha destinado a operaciones militares y al desarrollo de instrumentos de guerra, aunque sea de forma indirecta.
El amplio apoyo diplomático y tangible a Israel en medio de la masacre de palestinos no debe percibirse como un fracaso del liderazgo político occidental, ni como un error de juicio en una situación bélica compleja. Más bien, su determinación en ayudar y proteger a Israel mientras comete atroces crímenes de guerra debe considerarse en el contexto de la larga historia de crímenes coloniales europeos.
Entre ellas figuran la suspensión de la venta de armas y otros equipos militares a Israel; el bloqueo del tránsito y el atraque de buques militares en sus territorios; la prohibición a sus propios buques nacionales de transportar artículos militares o de doble uso; la revisión inmediata de los contratos públicos que puedan apoyar la ocupación de los territorios palestinos; la garantía del cumplimiento de las obligaciones de enjuiciar los delitos más graves de derecho internacional; y el apoyo a los mandatos de jurisdicción universal para garantizar la justicia a las víctimas de los delitos internacionales cometidos por Israel en Palestina.
Queda por ver el éxito de estas medidas ante las atrocidades que se siguen cometiendo y si otros países se sumarán a ellas. Aunque Israel, con el firme apoyo de algunas potencias mundiales, sigue disponiendo del poderío militar necesario para oprimir y masacrar a los palestinos, un número significativo de líderes del Sur global ha demostrado la claridad moral —y, cada vez más, la voluntad política— necesaria para hacer frente a la impunidad de Israel.
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