El 19 de noviembre de 2023, soldados del movimiento yemení Ansar Allah, conocidos como los huthis, se apoderaron de un carguero que navegaba por el Mar Rojo debido a que era en parte propiedad de un acaudalado israelí. Unos días antes, el jefe militar de Ansar Allah había anunciado en Twitter que los huthis atacarían los barcos que tuvieran alguna conexión con Israel. Advirtió a los Estados que retiraran a sus tripulaciones de esos barcos y que evitaran manipularlos.
En cuestión de horas, los huthis habían utilizado uno de sus escasos helicópteros y lanchas rápidas para capturar el Galaxy Leader y llevarlo de vuelta a un lugar de la costa del Mar Rojo en las proximidades de Hodeida, dejando que el complejo sistema internacional de propiedad y gestión habitual en el mundo del transporte marítimo intentara negociar la liberación de la tripulación y el barco.
Desde el comienzo del genocida asalto israelí a Gaza en octubre, los huthis han manifestado alto y claro su apoyo a los palestinos, lanzando una serie de misiles y aviones no tripulados en dirección a Israel. El impacto militar de estos ataques ha sido trivial, ya que estos proyectiles han sido interceptados por la marina estadounidense en el Mar Rojo o por las propias defensas israelíes.
Sin embargo, han conseguido que muchos buques eviten ahora la ruta del Mar Rojo, con un coste adicional considerable. El impacto político y de relaciones públicas de tales ataques es mucho mayor, tanto a nivel interno como internacional.
En Yemen, estas respuestas también se han visto influidas, en menor medida, por las posiciones de los aliados extranjeros de los respectivos grupos. Un elemento que se ha mantenido estable y constante en todo momento es el fuerte compromiso de la población yemení en apoyo de Palestina y los palestinos. La gente está conmocionada por la injusticia que sufren los palestinos y el doble rasero demostrado por los poderosos Estados que dominan la política mundial.
Durante la crisis actual se han producido manifestaciones masivas de apoyo a los palestinos en todo el país, las mayores en las zonas controladas por los hutíes, donde son alentadas por el régimen. A diferencia de la mayoría de los actos populares organizados por los huthis, en este caso la movilización es auténtica. Las miles de personas que marchan expresan una profunda y auténtica simpatía por los palestinos y rabia por las masacres israelíes.
En otros lugares, las manifestaciones han sido más espontáneas, con una participación limitada de los grupos políticos en el poder. El dividido gobierno reconocido internacionalmente (GRI) ha expresado su simpatía por los palestinos, pero ha hecho poco más. Adén, en particular, es una excepción en cuanto a expresiones populares de solidaridad. Aunque la ciudad es oficialmente la capital temporal de Yemen del GRI, está bajo el control efectivo del Consejo de Transición del Sur (CTS), una facción separatista del sur estrechamente apoyada por el régimen de los Emiratos Árabes Unidos (EAU).
Como reflejo de esta estrecha relación y de la fuerte dependencia del CTS de los EAU, apenas ha habido muestras públicas de apoyo a Palestina en Adén. A los líderes del CTS les preocupa que los EAU puedan priorizar el apoyo a otras facciones bajo su influencia, incluidas algunas que se oponen al separatismo.
La guerra árabe-israelí de 1967 y la derrota de Egipto tuvieron un impacto directo en la situación del norte de la República Árabe de Yemen (RAY). El Egipto de Gamal Abdel Nasser había apoyado y «guiado» a los republicanos de Saná que derrocaron al imamato en septiembre de 1962. El gobierno egipcio envió inmediatamente administradores civiles y fuerzas militares para reforzar el nuevo régimen republicano.
Sin embargo, como el imán había sobrevivido a la revolución y se había retirado a las montañas con sus partidarios, estalló una guerra civil en la que participaron hasta setenta mil soldados egipcios en el bando republicano. Se acusó a Egipto de utilizar la guerra química en la lucha contra las fuerzas del imán. La derrota de Egipto en 1967 a manos de Israel condujo al Acuerdo de Jartum, por el que Arabia Saudí forzó la retirada militar egipcia. Esto dejó a las facciones yemeníes la tarea de concluir la guerra con un compromiso entre las facciones en 1970.
En cambio, Adén fue escenario del primer éxito militar contra las fuerzas colonialistas extranjeras en junio de 1967, tras la humillante derrota en la Guerra de los Seis Días. En aquella época, el Frente de Liberación Nacional (FLN) luchaba por liberar Adén del colonialismo británico. Se hizo con el control de parte de la ciudad de manos de las fuerzas británicas y mantuvo esa zona durante dos semanas, proporcionando al mundo árabe una victoria y ayudando a contrarrestar el abatimiento generalizado en la región.
Fue un éxito nacionalista y anticolonialista que auguraba el ascenso del socialismo en la península arábiga. A pesar de este logro, la derrota de la Guerra de Junio marcó efectivamente el principio del fin de los movimientos republicanos nacionalistas en la región y el posterior ascenso de los islamistas.
A lo largo de sus veintisiete años de existencia, la RDPY siempre apoyó a los movimientos palestinos, con especial énfasis en las organizaciones palestinas de izquierdas. El propio FLN era descendiente del Movimiento Nacionalista Árabe (MNA) creado en 1952 bajo liderazgo palestino en Beirut, junto con el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) de George Habash y el Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP) de Nayef Hawatmeh. Los tres movimientos se alinearon con los sectores del MNA que pasaron del nacionalismo puro al socialismo en el transcurso de esa década.
Solo después de que la Liga Árabe reconociera a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), un paraguas de movimientos palestinos dominados por Fatah, la OLP estableció también una representación separada en Adén. Nayef Hawatmeh y George Habash visitaban Adén con frecuencia, mientras que el jefe de la OLP, Yasir Arafat, no estuvo allí hasta 1977. Tanto Hawatmeh como Habash participaron en la mediación entre facciones rivales del Partido Socialista Yemení, que sucedió al FLN a partir de 1978.
Dentro de sus limitados medios, la RDPY prestó apoyo práctico a Palestina. En 1971, permitió al FPLP atacar un barco israelí en Bab al Mandab. Dos años más tarde, cerró el Bab al Mandab a la navegación israelí para ayudar a Egipto en la guerra de octubre. En 1979, cuando el líder egipcio Anwar Sadat reconoció a Israel y firmó los Acuerdos de Camp David, la respuesta la RDPY incluyó la expulsión del país de los profesores egipcios, con excepción de los de la oposición de izquierda egipcia, comunistas en particular. Dada la dependencia del país de los profesores extranjeros para garantizar el desarrollo de su sistema educativo, tuvieron que ser sustituidos por graduados de secundaria que fueron enviados a enseñar por todo el país durante dos años cada uno, en una forma de servicio «civil» que sustituía al servicio militar obligatorio.
El régimen de Ali Abdullah Saleh, que dirigió la República Árabe de Yemen desde 1978, apoyó formalmente las resoluciones palestinas en la Liga Árabe y la ONU. Pero sus principales preocupaciones en política exterior estaban en otra parte. A pesar de su apoyo a Palestina en el momento del acuerdo de paz egipcio-israelí de 1979, Saleh aceptó entregas de armas estadounidenses en su lucha contra la RDPY «comunista». Estas armas se enviaron a la RAY a través de Arabia Saudí, eludiendo la necesidad de aprobación por parte del Congreso estadounidense.
La invasión israelí de Líbano en 1982 fue una oportunidad para que los líderes de la RAY y la RDPY actuaran conjuntamente en un momento en que las tensiones entre ellos eran elevadas. Saleh y el líder de la RDPY, Ali Nasser Mohammed, visitaron Arabia Saudí y Siria en agosto y luego enviaron equipos de ministros a otras capitales árabes. También informaron a Arafat de su disposición a recibir combatientes palestinos. Estos combatientes empezaron a llegar en agosto de 1982 a ambas partes de Yemen tras la expulsión de la OLP y sus fuerzas militares de Beirut. En cada capital establecieron campamentos militares. Ambos Estados acogieron también a palestinos civiles, a los que se concedieron plenos e iguales derechos que a los yemeníes.
El conflicto interno de 1983 entre movimientos palestinos rivales brindó otra oportunidad de cooperación entre dirigentes árabes que, de otro modo, serían rivales. Así, se celebró una reunión en la que participaron Arafat, el líder libio Muamar Gadafi y Ali Abdullah Saleh y Ali Nasser Mohammed. El propio Saleh hizo gala de sus posiciones nacionalistas en varias ocasiones y se mostró realmente comprometido con la causa palestina, demostrando en ocasiones una clara independencia de sus aliados occidentales. Su postura sobre Palestina es un indicador importante de sus creencias nacionalistas fundamentales.
El respaldo oficial simultáneo de Yemen a Hamás, la OLP y Hezbolá de Líbano reflejó las ambigüedades de la postura gubernamental. Dirigentes palestinos de todas las facciones visitaron Saná con frecuencia, entre ellos Arafat (a quien Saleh proporcionó un «palacio»), Abbas en 2006 y el dirigente de Hamás Jaled Meshal en 2008.
Alentando el apoyo de la sociedad civil a Palestina, el régimen unificado creó la Asociación Al Aqsa —que ya en 1991 tenía sucursales en todo el país— y la Sociedad Kanaan para Palestina. Ambas organizaciones celebraban reuniones anuales con motivo del Día de Jerusalén y recaudaban fondos para apoRAY la mezquita de Al Aqsa y proteger los monumentos islámicos en Palestina.
Con el estallido de la guerra civil en Yemen a partir de 2015 y el papel de Estados extranjeros en el conflicto, la situación ha cambiado. Las facciones del GRI respaldadas por saudíes y emiratíes han seguido ofreciendo apoyo a la AP con sede en Ramala, mientras que los huthis han sido cada vez más explícitos en su respaldo a los movimientos palestinos más radicales.
La política antiisraelí y antiestadounidense de Ansar Allah queda patente en el lema principal del movimiento, dos de cuyas cinco líneas son «Muerte a Israel» y «Maldición a los judíos». La ideología hutí tiene un alcance limitado: su elemento principal se refiere a la insistencia en que los descendientes del Profeta son los únicos con derecho a gobernar. En la política exterior de Ansar Allah, la oposición a Estados Unidos e Israel son las únicas posturas explícitamente declaradas.
La probabilidad de que los misiles hutíes alcancen Israel es baja y el principal impacto de la postura hutí sobre Palestina hoy en día es sobre la propia reputación del movimiento. En Yemen y en el resto del mundo árabe y musulmán los ciudadanos de a pie se están dando cuenta de que el movimiento huthi es el único que actúa contra Israel.
Aunque Ansar Allah se considera un actor no estatal, en la práctica actúa como un Estado, controlando la capital y los ministerios oficiales, además de gobernar a dos tercios de la población del país. Dentro de Yemen, incluso quienes se oponen a los huthis han señalado su apoyo activo a los palestinos, en contraste con la debilidad de las respuestas del GRI a la situación, por no hablar de las de sus patrocinadores, Arabia Saudí y los EAU.
Los continuos lanzamientos de misiles y aviones no tripulados contra la navegación israelí en el Mar Rojo mantienen a los huthis en los titulares de todo el mundo y constituyen una gran irritación para Estados Unidos y otras potencias proisraelíes. Aunque insignificantes desde el punto de vista militar, los ataques huthis tienen un impacto significativo, ya que los barcos que corren el riesgo de ser blanco de ataques desvían sus rutas fuera del Mar Rojo con un coste considerablemente mayor, mientras que las fuerzas navales estadounidenses interceptan activamente los proyectiles huthis.
El desconcierto estadounidense ante este giro de los acontecimientos es grande. Por un lado, Washington está decidido a poner fin a la guerra en Yemen, una decisión política adoptada desde los primeros días de la administración Biden. Para lograr este objetivo, está presionando a favor del acuerdo que se está debatiendo actualmente entre Arabia Saudí y los huthis. Por otra parte, cualquier fracaso a la hora de responder directamente a los ataques huthis en el Mar Rojo resulta humillante en el contexto del infatigable apoyo de la administración Biden a Israel.
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