La obra del polaco Oskar Lange es un antídoto fundamental contra el enfoque dominante en la economía del siglo veintiuno, que lleva a los economistas, divididos por doctrinas y metodologías, a operar en comunidades cerradas que responden a determinados supuestos y datos compartidos. Esta situación termina aislando el pensamiento típico de cada comunidad de los aportes de aquellos que no comparten sus dogmas y exagera la importancia de los datos de los que picotean.
El legado intelectual de Lange pone en cuestión esta distinción entre el campo básicamente neoclásico de la economía dominante y el del marxismo. Lange insistió en que el marxismo necesitaba las ideas neoclásicas de Léon Walras para completar su teoría económica, e hizo aportes excepcionales a la economía del bienestar y a la economía de la información. Hoy estos aportes son parte esencial tanto de las tradiciones económicas neoclásicas como de las neokeynesianas.
Lange pensaba que sus investigaciones no debían permanecer en el mundo académico. Tenía el objetivo revolucionario de mostrar cómo, en el siglo veinte, el capitalismo había alcanzado un callejón sin salida, y el único camino que quedaba conducía al socialismo.
En todo el mundo, los gobiernos democráticos, siguiendo la gris rutina del compromiso político y económico cotidiano, descubrieron que restaurar los pagos internacionales y la actividad económica nacional eran tareas que estaban más allá de cualquiera de dicho compromiso. Los industriales y los financieros incursionaron en el fascismo, resistieron la oleada socialista y dirigieron la agenda política hacia el apuntalamiento de la jerarquía empresarial existente.
Muchos piensan que el pionero New Deal de Franklin Roosevelt salvó la democracia y abrió el camino del modelo keynesiano de capitalismo dirigido de la posguerra, capaz de conservar lo mejor del capitalismo, garantizar el bienestar y el empleo y proteger la democracia. El costo de esta «época dorada» —Guerra Fría, guerras imperiales y estancamiento— suele no ser reconocido en los círculos de izquierda contemporáneos. Sin embargo, mientras trabajaba en su síntesis marxista neoclásica, Oskar Lange anticipó la situación y sacó conclusiones revolucionarias.
Después de su recuperación en Graz, Austria, entró a la escuela en Tomaszów. Las escuelas polacas de la época, como las de todo el Imperio ruso, estaban enredadas en conspiraciones de todo tipo que reflejaban las divisiones sociales que reinaban fuera de sus muros. Nacionalistas y socialistas de varias tendencias radicales, al igual que católicos y judíos, se organizaban en secreto para mantenerse fuera del radar de la policía secreta zarista.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, la policía todavía estaba intentando contener y reprimir los movimientos de la revolución de 1905, que habían sacudido los cimientos del régimen zarista. A partir de 1915, la represión zarista cedió ante la ocupación alemana de la región de Tomaszów.
Lange se declaró marxista en 1918, con una breve lectura que hizo ante sus amigos en conmemoración del centenario del nacimiento de Marx. Ese mismo año, el adolescente participó del desarme de la guarnición alemana de Tomaszów y del recibimiento de los delegados del Consejo Obrero, equivalente a los sóviets que estaban organizando los trabajadores y los soldados de Rusia. Lange se unió a la juventud socialista local.
Después de terminar su educación secundaria, Lange empezó a estudiar economía en la Universidad de Poznań. Sin embargo, consideró que el ambiente era demasiado conservador y un año más tarde decidió completar sus estudios en la antigua Universidad Jagellónica situada en Cracovia, excapital de Polonia.
Además de especializarse en economía, siguió estudiando matemáticas y estadística, y también filosofía, antropología y sociología. En 1927 se unió al Partido Socialista Polaco, del que fue suspendido (¡dos veces!) en los años 1930 por negarse a abandonar la idea de colaborar con los comunistas.
Empezó a militar cada vez más en una organización afiliada al Partido Socialista Polaco, el Sindicato de la Juventud Socialista Independiente. Esta organización reunía a intelectuales jóvenes que simpatizaban con el marxismo, pero que eran demasiado independientes y críticos como para someterse a la disciplina leninista del Partido Comunista en el ámbito de las ideas.
Muchos miembros de la organización hicieron carreras brillantes en el periodismo, las organizaciones internacionales y —como Lange— en las universidades. Entre ellos estaba Władysław Malinowski (que no tenía ninguna relación con el famoso antropólogo, Bronisław). Después de la Segunda Guerra Mundial, Malinowski empezó a trabajar en las Naciones Unidas y fundó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés).
A fines de 1931, el sindicato empezó a publicar una revista mensual, la Socialist Review (Przegląd Socjalistyczny). Prácticamente todos los números de la publicación, hasta que las autoridades polacas la interrumpieron a fines de 1932, contenían un artículo nuevo de Michał Kalecki, otro joven economista brillante que estaba poniendo en cuestión el saber heredado de sus mayores.
Lange y Breit redactaron en conjunto un artículo para un libro que hizo las veces de manifiesto del Sindicato de la Juventud Socialista. Su ensayo, titulado «El camino a una economía socialista planificada», combinaba economía marxista con análisis de mercado neoclásico de una manera típicamente langeana.
Puesto en términos simples, el argumento era que el capitalismo había caído en la depresión después del crac de Wall Street porque los mecanismos de la competencia que supuestamente debían conducir los mercados (incluido el de trabajo) hacia el equilibrio —es decir, hacia el pleno empleo— habían colapsado con el desarrollo de los monopolios. En contra del punto de vista de los economistas «burgueses», Lange y Breit sostenían que el avance hacia la competencia imperfecta era irreversible.
La única manera de recuperar el dinamismo económico era mediante un salto al socialismo. Bajo este sistema, las fábricas estarían bajo control, no tanto del Estado como de juntas que debían representar a los que hoy denominaríamos stakeholders de cada empresa: fundamentalmente trabajadores, pero también representantes de los consumidores, del gobierno y de las finanzas.
En su hipotético modelo, todas las empresas tendrían la obligación de emplear a cualquier persona que aplicara, garantizando así el pleno empleo. Según nuestros autores, esto representaría un tope a la inflación de los salarios, puesto que cada empresa tendría el interés de mantener los salarios lo suficientemente bajos como para evitar atraer fuerza de trabajo que no podría ser empleada de manera rentable.
El activismo político de Lange siguió obstaculizando sus intentos de encontrar un empleo académico permanente. En 1934 recibió una beca de la Fundación Rockefeller que le permitió disfrutar de dos años de investigación en Gran Bretaña y en los Estados Unidos.
En los años 1920, Ludwig von Mises, Lionel Robbins y Friedrich Hayek habían argumentado que el Estado no podía reemplazar el mercado como un mecanismo de generación de precios capaz de garantizar un equilibrio entre la oferta y la demanda en los mercados. Por lo tanto —esta era su posición— los intentos de construir el socialismo solo conllevarían desorden económico, escasez y despilfarro.
En los años que siguieron a la Revolución rusa, y más tarde, cuando las economías capitalistas entraron en depresión durante los años 1930, este asunto era mucho más que un debate académico. Era una crítica profundamente política de la experiencia rusa y de cualquier intervención estatal que apuntara a invalidar las fuerzas «naturales» de la oferta y la demanda en los mercados.
La respuesta de Lange fue tan simple como encantadora. Destacó que el capitalismo no era un régimen permanente de precios de equilibrio. Los mercados suelen entrar en situaciones de desequilibrio. Pero las fuerzas de la oferta y de la demanda son capaces de ajustar los precios con el fin de devolver los mercados a una situación de equilibrio.
De modo similar, en una economía socialista, lo único que haría falta para que los mercados funcionen adecuadamente sería que las autoridades encargadas de la planificación anuncien los precios y observen los puntos en los que haya situaciones de escasez o de acumulación no deseada de reservas. Luego, las autoridades podrían aumentar los precios para eliminar la escasez o bajarlos para deshacerse de las reservas no deseadas.
De esta manera, una economía planificada podría «imitar» el mercado y llevar la economía al equilibrio, probablemente más rápido que el capitalismo. La elección de los consumidores seguiría siendo soberana, y el mercado de trabajo podría seguir funcionando y permitir que cada quien elija su oficio.
El debate continuó en los años 1940. En 1948, la última publicación de Hayek sobre el tema sembró dudas sobre la posibilidad de que las autoridades encargadas de la planificación dispusieran de información adecuada. Según Hayek, solo los empresarios tienen el «sentimiento» justo de lo que está sucediendo en los mercados. Por su parte, en su último aporte, publicado poco tiempo antes de su muerte, en 1965, Lange argumentó que las nuevas computadoras electrónicas podrían realizan los cálculos necesarios.
Los ensayos sobre la planificación socialista fueron la tarjeta de presentación de Lange en Estados Unidos. Sin embargo, lo que garantizó que Lange entrara en las universidades fueron sus habilidades matemáticas. La economía en Estados Unidos y en Europa estaba (y todavía está) en las garras de la «revolución formalista». Esta consistía en expresar los argumentos económicos mediante modelos matemáticos y después utilizar las estadísticas de la actividad comercial y económica para «verificarlos».
A partir de los años 1930, el formalismo se convirtió en el método fundamental de la economía y es cuestionado únicamente por espíritus críticos que trabajan en los márgenes de la profesión. Cuando Lange cruzó el Atlántico, el formalismo era la economía del futuro.
La Econometric Society fue fundada en 1931 con el auspicio de importantes economistas como Irving Fisher y Joseph Schumpeter. El año siguiente, el empresario Alfred C. Cowles fundó la Comisión Cowles para financiar la investigación de los precios de las acciones —después de la catástrofe de 1929 esta investigación se mantuvo en las sombras—, pero también la modelización matemática y el estudio de datos económicos.
Más jóvenes, los economistas radicales como Lange sintieron la atracción de la modelización matemática porque parecía brindar un marco adecuado para planificar la economía socialista y reemplazar el «caos mercantil» del capitalismo. Por sus habilidades matemáticas y estadísticas, Lange fue bien recibido en todas las universidades estadounidenses, salvo las más conservadoras.
Cuando John Maynard Keynes publicó su Teoría general del empleo, el interés y el dinero en 1936, Lange produjo una serie de modelos matemáticos que sentaron las bases de lo que conocemos como «síntesis neoclásica». Eran modelos simplificados de los elementos de la teoría de Keynes, que muestran que la flexibilidad de los precios o de los salarios es capaz de llevar la economía al pleno empleo, pero también que puede ser reemplazada por el gasto estatal o por políticas monetarias.
Esta versión cruda del keynesianismo es la variedad más ampliamente conocida de la doctrina. Sin embargo, muchos economistas cercanos a Keynes, como Joan Robinson y Richard Kahn, además del colega polaco de Lange, Kalecki, que en aquella época trabajaba con Keynes y Robinson en Gran Bretaña, denunciaron los modelos de Lange como burdas caricaturas de las ideas del economista británico.
Estas críticas rechazaban las interpretaciones de la teoría de Keynes propuestas por Lange y por otros importantes economistas como John Hicks y Paul Samuelson, que ganaron el premio Nobel. Los críticos argumentaron que estas interpretaciones estaban fundadas en modelos de equilibrio general estáticos. Estos modelos no tenían en cuenta la estabilidad y el desempleo inherentes a toda economía capitalista, como había demostrado indiscutiblemente el período de entreguerras.
Pero, en un sentido, Lange no había perdido su radicalismo. Es cierto que argumentó que la flexibilidad de los precios y de los salarios podían llevar la economía al pleno empleo bajo condiciones de competencia perfecta. Sin embargo, sostuvo que estos rápidos ajustes de mercado no podían tener lugar en una economía dominada por monopolios y por carteles que fijan precios.
El programa de Lange comenzaba con un resumen de lo que consideraba como obstáculos a la expansión económica. Esta expansión era necesaria para superar el desempleo de masas que no desapareció en Estados Unidos hasta que empezó a movilizar sus recursos productivos en la campaña bélica a partir de 1941. La Gran Depresión, argumentaba, hundía sus raíces en las prácticas monopolísticas que dominaban la economía estadounidense.
Lange elogiaba el New Deal, pero criticaba la suspensión de Roosevelt de la legislación antimonopolios previa. Esta suspensión había producido un incremento sin precedente de la concentración y de la centralización industrial, que según Lange eran la causa de la depresión económica de Estados Unidos. La centralización se había profundizado todavía más con el sistema de directores de media jornada que cumplían funciones en más de una empresa, y con el control de las finanzas dejado en manos de un pequeño grupo de bancos de inversión: JP Morgan aliado con el First National Bank, Kuhn-Loeb con Rockefeller, Mellon con du Pont.
Según Lange, el estímulo económico que habían garantizado las disposiciones fiscales del New Deal podía compensar los efectos deflacionarios de estos monopolios. Pero la economía no sería capaz de salir de la depresión únicamente mediante el retorno a la competencia industrial a través de medidas antimonopolios efectivas. La predominancia de los monopolios había creado una situación política inusual en la que el único modo en que los «outsiders» competitivos podían asegurar su posición económica era formando sus propios acuerdos de tipo cartel y obteniendo el apoyo del gobierno, es decir, imitando casi exactamente el patronazgo político de los monopolios existentes.
En este contexto, el apoyo político se convirtió en una forma de garantizar los precios, pero también llevó a la proliferación del monopolio. El mercado degeneró en un sistema de retención organizada de la producción en el que el Estado era convocado con el fin de conceder a grupos particulares de interés el derecho a fijar los precios y a monopolizar la producción.
El resultado era una especie de feudalismo industrial y financiero en el que el gobierno garantizaba los privilegios de monopolio y las ganancias. En esta sociedad había desaparecido todo incentivo al progreso, y el desempleo y la inseguridad económica alimentaban la discriminación, la intolerancia, el fanatismo y la estrechez de miras, mientras la burocracia estatal estaba cada vez más integrada a la oligarquía de la haute finance y de las grandes empresas.
Lange argumentaban que habían sido las restricciones de monopolio y el miedo a las fuerzas democráticas las que habían conducido al país a sus «dificultades actuales» (en referencia a la inefectividad de la campaña bélica británica antes de que la URSS y Estados Unidos entraran en la lucha contra la Alemania nazi). Desde su punto de vista, Estados Unidos estaba ante una situación similar en la que había dos alternativas: o la sociedad usaba sus derechos democráticos para desafiar el control de los monopolios, o se entregaba a la dictadura totalitaria.
El argumento era más que una hipérbole política. La nostalgia del New Deal que ensalza los logros generalmente incuestionables de Roosevelt suele pasar por alto el respaldo que su gobierno otorgó a las grandes empresas.
El «programa democrático» de Lange nunca fue íntegramente publicado, aunque a medida que la guerra progresaba, el autor hizo circular varias versiones del programa entre otros economistas que simpatizaban con la causa socialista. Entre ellos estaban sus colegas de Chicago y el economista especializado en cuestiones monetarias, Maynard Krueger, que fue candidato a vicepresidente por el Partido Socialista de Estados Unidos en las elecciones presidenciales de 1940.
Partes del programa llegaron a un folleto que Lange escribió en coautoría con Abba P. Lernet, The American Way of Business. Este trabajo no era tanto una exposición del funcionamiento del capitalismo estadounidense, como sugiere su título, sino un manifiesto a favor de una forma de capitalismo más eficiente.
Lange extrajo los criterios de eficiencia de su reconocida economía del bienestar, derivada a su vez de Pareto. En este enfoque, la eficiencia estaba asegurada por la fijación de los precios de los productos en función de la utilidad marginal y del costo marginal de producción.
La entrada de Estados Unidos en la guerra, después del ataque de Japón contra Pearl Harbor, aclaró las lealtades de Lange. Se convirtió en un defensor ardiente de la cooperación internacional contra el fascismo. Este compromiso fue puesto a prueba en abril de 1943, cuando el régimen nazi anunció que sus soldados habían descubierto en Katyn, cerca de Smolensko, las tumbas de miles de políticos y civiles polacos que habían sido ejecutados por la policía secreta soviética, la NKVD.
El gobierno polaco en el exilio, con base en Londres, exigió una investigación de la Cruz Roja Internacional. Las autoridades soviéticas, que sostenían que los nazis eran responsables de la masacre, rompieron relaciones diplomáticas con el gobierno polaco en Londres, en cuyas filas había representantes del Partido Socialista Polaco.
La dirección del partido en Londres empezó a ponerse ansiosa con las actividades de Lange. Aunque a esta altura era ciudadano estadounidense, el economista estaba haciendo campaña en la comunidad polaca del país americano a favor de la colaboración en la campaña de guerra soviética, con o sin la participación activa del gobierno en el exilio.
Después de la Conferencia de Teherán de fines de noviembre de 1943, de la que participaron Roosevelt, Iósif Stalin y Winston Churchill, las autoridades soviéticas anunciaron su voluntad de recibir a Lange y a otro defensor polaco de la cooperación, el padre Stanisław Orlemański. Como ambos necesitaban pasaportes, el embajador soviético en Washington, Adrei Gromyko, hizo un pedido formal a las autoridades de Estados Unidos. Roosevelt estuvo de acuerdo, pero con la condición de que la visita adoptara la forma de una iniciativa privada de Orlemański y Lange.
En abril de 1944, Lange voló desde Chicago hacia Alaska, donde abordó un avión militar soviético que lo llevó a Moscú. Pasó cinco semanas en la Unión Soviética visitando divisiones militares polacas y organizaciones que trabajaban por la liberación de Polonia. Lange también tuvo reuniones con Stalin y con el ministro de Relaciones Exteriores, Vyacheslav Molotov, como así también con diplomáticos aliados británicos y estadounidenses que estaban en Moscú.
Aunque la visita enfureció al gobierno polaco en el exilio y a sus defensores, también fue un signo de que la influencia diplomática de este grupo estaba llegando a su fin. También la de Lange. En esta época, Lange tenía muchas expectativas en una posible designación como ministro de Relaciones Exteriores en un gobierno polaco de posguerra. Su carrera política estaba levantando vuelo, pero nunca recuperó su fuerza intelectual.
Solo después de su designación descubrió que debería renunciar a su ciudadanía estadounidense. Esto fue un golpe contra sus perspectivas optimistas de mediar entre las dos superpotencias mundiales. El año siguiente fue designado como embajador polaco en las recientemente formadas Naciones Unidas. Participó de reuniones del Consejo de Seguridad de las NU cuando Polonia se convirtió en miembro no permanente y hasta llegó a ser elegido presidente del consejo. Lange estaba a cargo de la actividad diplomática en Occidente del nuevo gobierno polaco, dirigido por el Partido Obrero Polaco (POP).
Este partido se había reconstruido en Moscú a partir de los restos del Partido Comunista Polaco (PCP) de la preguerra. La Komintern había disuelto el PCP en 1938, y la NKVD había ejecutado a sus dirigentes exiliados en la Unión Soviética después de acusarlos de traición y de «luxemburguismo».
Aliado del POP en el nuevo gobierno era el Partido Socialista Polaco, que había resurgido en Polonia después de la guerra. La reconstitución del partido contrarió las instrucciones de su dirección de la preguerra, exiliada en Londres. Sin embargo, contaba con el respaldo de la mayoría de la clase obrera polaca. Lange y otros miembros sobrevivientes del Sindicato de la Juventud Socialista Independiente participaron activamente de la dirección de la nueva organización.
Sin embargo, los cimientos de la nueva preeminencia política de Lange estaban cediendo. El último fundamento de esta preeminencia había sido la cooperación con los aliados en la guerra en contra del fascismo. La posición de Lange había dependido de las eventuales ventajas que obtendrían las autoridades comunistas de esta cooperación, y de la disposición de los gobiernos occidentales a prolongar su alianza con la Unión Soviética.
Con el comienzo de la Guerra Fría, los comunistas tenían menos que ganar. Los gobiernos occidentales pasaron a la ofensiva contra la subversión comunista en Europa y en Asia, considerada por estos gobiernos como la fuerza que operaba detrás de los movimientos de independencia nacional. En 1948, Lange volvió a Polonia para discutir la unificación del POP y del PCP.
Al mismo tiempo, la marginación de la izquierda y el inicio de la caza de brujas anticomunista en Occidente alentó entre los marxistas la creencia de que el capitalismo solo podía sobrevivir convirtiéndose en fascismo. Desde este punto de vista, oponerse a la unidad de la clase obrera era ponerse en manos del nuevo fascismo.
Lange fue todavía más lejos. Apenas tres años antes, en artículos que trataban sobre la gestión económica soviética escritos mientras pronunciaba sus conferencias de Chicago, Lange había argumentado que la planificación económica socialista no podía funcionar efectivamente sin recurrir al mecanismo de los precios. Ahora, después de la pelea entre Josip Broz Tito de Yugoslavia y Moscú, estaba creciendo en Europa del este la paranoia alrededor de una hipotética «desviación nacionalista».
En la última reunión del POP, Lange renunció a sus intentos de promover una vía al socialismo diferente del camino abierto por Vladimir Lenin y el partido bolchevique en 1917. Empezó a argumentar que Luxemburgo se había equivocado en sus críticas a la Revolución rusa.
Lange también creía que los socialistas polacos no habían logrado reconocer la experiencia pionera de la Unión Soviética en la construcción del socialismo. Pensaba que este fracaso estaba encarnado en la forma en que el buró de planificación central, controlado por el POP, se alejaba de la teoría de Marx para calcular la renta nacional.
Sin embargo, esta cuestión de definición era apenas un pretexto para que Lange denunciara la estrategia del buró de planificación que apuntaba a organizar tres sectores: un sector estatal, un sector cooperativo y también un sector privado. Según la nueva perspectiva de Lange, la clase obrera y los Estados del bloque socialista soviético deberían mantenerse unidos. Pero en este caso, la necesidad de una perspectiva distintivamente polaca sobre (o en) Washington era innecesaria.
Lange ayudó a bosquejar el programa conjunto del POP y del PSP que llevó a la fundación del Partido Obrero Unificado Polaco (POUP). Participó formalmente, junto a sus camaradas del POP, en la dirección del nuevo partido. Sin embargo, la facción del POP que seguía las órdenes de Moscú no confiaba en Lange y no tardó en marginarlo.
En 1952, Stalin publicó un folleto, Los problemas económicos del socialismo en la URSS, en el que criticaba a aquellos que creían que la abolición del capitalismo implicaba la abolición de las «leyes económicas» del capitalismo. Lange encontró en la intervención de Stalin un pretexto para retomar sus viejas ideas y volver a discutir la gestión de la economía socialista.
No fue la primera vez que las acusaciones de desviación ideológica frustraron este debate. Pero en este caso Lange tuvo que reconocer debidamente al progenitor del debate. En una reseña publicada en la revista polaca Ciencia Polaca (Nauja Polska), saluda la obra de Stalin como
La alabanza de Lange de Los problemas económicos del socialismo en la URSS continúa así:
Lange complementa las ideas de Stalin sobre la planificación económica socialista con largas citas de las obras de Marx y Engels, con el fin demostrar que había leyes a las que estaba sometida la economía socialista. Las restricciones que imponían estas leyes no podían ser superadas por los esfuerzos «voluntaristas» de los funcionarios estatales o de la clase obrera, que estaban condenados a producir caos y fracaso.
Lange hacía referencia a la escasez generalizada que había resultado de los ambiciosos proyectos de industrialización del plan sexenal de Polonia aplicado entre 1949 y 1955. Esta escasez estaba frustrando a los trabajadores que perdían poder de consumo y a las fábricas que no podían cumplir con los planes de producción a causa de la insuficiencia de materia prima.
Después de enormes protestas de los trabajadores polacos, que salieron a la calle en 1956, Gomułka fue liberado y lo invitaron a dirigir el POUP. En esta época Lange estaba promoviendo la reforma económica entre los activistas del partido y fue designado presidente del Consejo Económico, encargado de aconsejar al gobierno en la reforma de la gestión económica.
También cumplió funciones estatales adicionales. Después de la muerte del mini-Stalin de Polonia, Bolesław Bierut, que casualmente sufrió un infarto después del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, el POUP estableció una «dirección colectiva» que adoptó la forma de un Consejo de Estado y reemplazó la función de presidente de la república. Lange fue designado vicepresidente de este consejo.
A esta altura Lange tenía poco tiempo para el trabajo académico. Su última década transcurrió entre lecturas formales y ocasionales encuentros con estudiantes y la revisión y firma de formularios oficiales. También inició la redacción de una obra general de economía política.
La burguesía, sostenía, intentaba «liquidar la economía política» cada vez que amenazaba convertirse en «una ciencia de la clase obrera y en parte del socialismo científico». Pero los «requisitos prácticos de la política económica bajo el monopolio y el capitalismo de Estado implican cierta cuota de verdadero conocimiento económico». Este conocimiento incluye la econometría y las ciencias asociadas de la cibernética y la praxeología («ciencia de la acción racional».
En julio de 1964, el cumpleaños de Galbraith fue celebrado con la publicación de una colección de ensayos en su honor, junto a otra que reconocía la obra del famoso economista Michał Kalecki, que había recibido hacía poco un doctorado honorario. Destacados investigadores de todo el mundo colaboraron con ambas colecciones. Sin embargo, varios investigadores estadounidenses entre los que Lange había sido reconocido, con la notable excepción de Paul Baran y Paul Sweezy, boicotearon la publicación.
El boicot fue más que un desacuerdo profesional. Más de uno de los investigadores celebrados eran refugiados de la Europa fascista que habían sacado ventaja de las campañas de Lange entre las autoridades estadounidenses para concederles visas de ingreso a Estados Unidos, y de sus largas cartas de recomendación a la Fundación Rockefeller, que había apoyado a los académicos refugiados. Estaba claro que la asociación de Lange con Stalin había despertado la ira de sus antiguos amigos, y tal vez la experiencia del macartismo estadounidense todavía estaba demasiado fresca.
En enero de 1965, Lange viajó a Italia para descansar. Cayó enfermo en Cortina d’Ampezzo y fue transferido a Londres, donde murió en el Hospital de Westminster el 2 de octubre.
Agradezco a Leverhulme Trust y al Institute for New Economic Thinking por apoyar la investigación de la que surgió este artículo, y a Cristopher Lange por las útiles sugerencias y correcciones de un borrador anterior
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