Elecciones

Lula no debe cometer (nuevamente) el error de acordar con la derecha

El lunes 29 por la mañana, Geraldo Alckmin asistió a una reunión con representantes de Força Sindical, UGT (União Geral dos Trabalhadores), CST (Central Sindical de Trabalhadores) y CTB (Central Única dos Trabalhadores), en São Paulo. La invitación para la reunión se hizo el viernes y se aceptó rápidamente. La reunión estuvo marcada por las declaraciones de apoyo a la propuesta de Alckmin, que deja el PSDB, como vicepresidente de Lula en 2022.

A excepción de la CTB, los presidentes de las demás centrales presentes fueron, según un informe del diario O Globo, enfáticos en la propuesta, con llamamientos para que Alckmin aceptara. Alckmin dijo que se había preparado de nuevo para presentarse al gobierno del estado, pero que «surgió la hipótesis federal».

Me preparé de nuevo para ser gobernador del estado. La hipótesis federal surgió. Los retos son grandes. Esta hipótesis está en marcha y considero que esta reunión con los cuatro principales centrales es histórica.

El discurso de Alckmin muestra que la propuesta hecha en la conversación telefónica con Lula, informada el 10 de noviembre, parece haber avanzado. Hasta entonces, el exgobernador se limitó a decir que se sentía honrado, haciendo hincapié en que se trataba de una conversación inicial, mientras mantenía abierta la posibilidad de competir como gobernador y negociar con un amplio abanico de partidos, como el PSB, el PSD, União Brasil (DEM-PSL) e incluso el propio PSDB, al que sigue afiliado.

El propio movimiento de estas centrales sindicales en la búsqueda de la reunión también indica que el diálogo ya no es sólo un intercambio de bromas entre Alckmin y Lula. El líder del Partido de los Trabajadores de Brasil (PT) no hizo ninguna declaración. Sin embargo, importantes líderes del partido, como el senador Jaques Wagner, se han pronunciado a favor de la propuesta.

Un error histórico

Lula y el PT buscan a Alckmin como forma de calmar a la burguesía y desinflar los intentos de sectores del capital de levantar una candidatura como «tercera vía», como Eduardo Leite, Sergio Moro, Doria o Simone Tebet. Se trata de un grave error. Los gestos de la izquierda para ganar la «confianza» de la derecha no son garantía de nada. Dilma Rousseff, tras su reelección, puso a un nombre del mercado financiero al frente de Economía (Joaquim Levy) y aplicó un duro plan de ajuste liberal en 2015, lo que no impidió que la clase dirigente, incluidos Alckmin y el entonces vicepresidente, Temer, apoyaran el golpe de Estado de 2016.

Las alianzas con la derecha conducen a la renuncia del programa de la izquierda. Para tener la «confianza» de la burguesía, Lula no podrá comprometerse, por ejemplo, a derogar la herencia del golpe. ¿La reforma laboral y de la seguridad social, las privatizaciones, todos los ataques democráticos y sociales aplicados en el último período, no deberían ser anulados por un nuevo gobierno de izquierda? ¿Cómo atender las demandas del pueblo trabajador y oprimido (alimentación, empleo, vivienda, educación, salud, derecho a la vida y a la cultura) al lado de Alckmin, el verdugo del pueblo de Pinheirinho? ¿Cómo combatir a fondo el racismo estructural, que está en la raíz de nuestras abismales desigualdades sociales, sin enfrentar a fondo los privilegios seculares de la burguesía?

Seguir por este camino supondrá abandonar el programa de defensa de los cambios estructurales del país, provocando el desánimo en las filas de la izquierda, ante un programa rebajado para contentar a las élites, y una menor capacidad de generar entusiasmo en la clase trabajadora con perspectivas de cambio. Más que nunca, es necesario luchar por una candidatura unitaria de la izquierda, sin Alckmin ni la derecha.

 

Gabriel Casoni

Editorialista de la Esquerda On Line, coordinador Nacional de la Resistencia/PSOL, Máster en Ciencias Sociales de la USP.

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