Deporte

Cambiemos las reglas del juego del deporte internacional

En enero de 2020, la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA, por sus siglas en inglés) multó a Canada Basketball con 227138 dólares. Se trataba de un castigo por la retirada de la organización canadiense de dos partidos de clasificación de la Americup alegando preocupaciones por la seguridad de los jugadores. 

Muchas personas involucradas con el baloncesto canadiense se quedaron perplejas ante estas acciones dado el evidente telón de fondo de la pandemia: la multa ignora las restricciones impuestas a los viajes internacionales para evitar la propagación del COVID-19. 

Pero las acciones de la FIBA no deberían sorprendernos. Las Federaciones Deportivas Internacionales (FIs, para abreviar) de todo el mundo son entidades notoriamente corruptas y venales, y este es solo un pequeño ejemplo de sus prácticas habituales. Desde la FIFA hasta la FIBA, pasando por todas las demás, las FIs han sido acusadas de arreglar partidos, aceptar sobornos, perpetrar fraudes electrónicos e incluso cometer actos de asesinato. 

Los argumentos a favor de una transformación de raíz de las FIs son abrumadores. ¿Cómo sería una alternativa socialista a estos organismos?

¿Para qué sirven las FI?

No se puede exagerar la importancia de las competiciones deportivas internacionales. Medio mundo sintonizó la Copa Mundial de la FIFA en 2018. Los eventos deportivos internacionales se han convertido en un escenario en el que las naciones anteriormente colonizadas se han reafirmado frente a las antiguas potencias imperiales. El reconocimiento de Palestina en los Juegos Olímpicos, por ejemplo, ha sido una oportunidad clave para que su pueblo establezca la legitimidad internacional y desarrolle una «conciencia nacional».

El papel de una FI debería ser de regular y promover el deporte internacional, proporcionar un terreno de juego equilibrado para la competición entre países desiguales y facilitar la cooperación internacional. Sin embargo, en la práctica, las FIs han sido más propensas a promover el colonialismo, la explotación y el poder corporativo.

La FIFA, por ejemplo, desempeñó un papel crucial en el mantenimiento de la legitimidad internacional del gobierno sudafricano del apartheid, llegando a imponer sanciones a las ligas multirraciales disidentes dentro del país. Más recientemente, ha hecho la vista gorda ante la utilización de mano de obra esclava en la construcción de los estadios de Qatar para la Copa del Mundo.

Distintas FI, como es el caso de la FINA (organismo rector de la natación competitiva), han sido acusadas en los tribunales estadounidenses de utilizar su papel de monopolio para facilitar la explotación de los atletas. La ética mercenaria de las FI les permite mantener una red multimillonaria de patrocinios, dinero para el turismo, licitaciones para albergar eventos y reconocimiento internacional. 

No fue el capitalismo el que hizo popular el deporte. Más bien, es la popularidad global del deporte la que ha proporcionado estas oportunidades de explotación comercial despiadada. El deporte puede desempeñar un papel positivo como fuerza política y cultural, pero solo a condición de transformar el marco en el que opera. 

Construir alternativas

Cuba ofrece un ejemplo de cómo se podrían hacer las cosas de otra manera. El Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) del país ha creado programas de cooperación para el desarrollo deportivo en todo el mundo. Esto incluye el envío de entrenadores al extranjero, la oferta de becas gratuitas a estudiantes de todo el mundo y la ayuda al desarrollo de programas deportivos internacionales de base comunitaria.

El académico Robert Huish describe las iniciativas deportivas cubanas como un fenómeno único que supone un desafío directo a la idea de que el deporte se base en el logro individual y el éxito producto del trabajo sacrificial. El modelo cubano no niega el papel de la competición en el deporte, pero lo sitúa en el contexto del desarrollo humano, cultural y nacional. 

Cuba ha facilitado la creación de ligas nacionales de los principales deportes. La más importante, la Liga Cubana de Béisbol, organiza equipos regionales por provincias conformados por jugadores locales cualificados. Los mejores jugadores de estos equipos juegan en la selección nacional. 

Hay oportunidades para que los jugadores virtuosos formen parte de los equipos, jueguen en el extranjero y representen a Cuba en un escenario mayor, pero eso no niega a otros el acceso al deporte. Como lo describe Huish, «los jóvenes atletas en camino a la élite tienen acceso a las mejores instalaciones de entrenamiento, pero también lo tienen otros que no están en programas de élite».

El trabajo del INDER y el apoyo que ofrecen sus programas pone de manifiesto la forma en que muchas naciones y sus atletas se privan de sus derechos debido al modus operandi de las organizaciones deportivas internacionales. Ese trabajo también ha dado sus frutos para Cuba en el escenario mundial. El país ha ganado un total de 226 medallas en los Juegos Olímpicos, más que España y Brasil.

Batallas cuesta arriba

Por supuesto, además de sus propios esfuerzos, Cuba también participa en los eventos del Comité Olímpico Internacional (COI) y es anfitriona de los torneos de la Confederación Mundial de Softbol. Las FIs siguen teniendo un manejo casi monopolio en la organización de las competiciones.

Sin acceso al gran escenario de las competiciones tradicionales, las oportunidades para que las FIs alternativas se afiancen en el deporte seguirán siendo limitadas. El escritor Mark Perryman ha abogado por presionar al COI para que adopte un nuevo enfoque respecto a las candidaturas de las ciudades que desean organizar torneos, recompensando a los mejores logros en materia de prestación social. Las estructuras de poder y corrupción profundamente arraigadas en el COI hacen que esta modesta propuesta parezca bastante utópica. 

Los eventos deportivos internacionales alternativos, como las Olimpiadas Internacionales de los Trabajadores durante el periodo de entreguerras o los Juegos de las Nuevas Fuerzas Emergentes (GANEFO) que organizó el líder indonesio Sukarno en 1963, no han podido romper el monopolio. El COI acabó con los GANEFO colaborando con otras FIs para castigar a las naciones y a los atletas que participaran. No pasó mucho tiempo antes de que el ejército indonesio derrocara al propio Sukarno con el apoyo de Estados Unidos, en una maniobra paralela para aplastar los proyectos autónomos en el Sur global.

La alternativa más prometedora en los últimos tiempos es la Confederación Internacional de Trabajadores y Aficionados al Deporte (CSIT, por sus siglas en ingles). Fundada en 1913 como sucesora de la Internacional Socialista del Deporte de los Trabajadores, la CSIT se ha remodelado desde entonces como una organización que pretende hacer el deporte más accesible a los atletas aficionados de todo el mundo, con una afiliación disponible para cualquiera. También organiza sus propias competiciones internacionales, los Juegos Deportivos Mundiales de la CSIT. 

Muchas FIs tienen doble afiliación al COI y al CSIT. Desde 1986, el COI reconoce al CSIT como una organización de «deporte para todos». Sin embargo, esto puede ser porque el COI considera que el CSIT no supone una amenaza real para su poder, ni para las FIs que gobiernan los deportes individuales. 

Mirando al futuro

Las alternativas del sector privado han tenido mucho más éxito, y han atraído mucha más controversia. La Liga Internacional de Natación (ISL, por sus siglas en inglés) se creó en 2019. Su objetivo es dar al mundo de la natación un cambio de imagen al estilo de los principales deportes de equipo estadounidenses. La Liga cuenta con equipos deportivos de las principales ciudades y un montón de acuerdos de patrocinio. También ha ofrecido salarios en constante aumento y una generosa bolsa de premios.

La reacción de la FINA fue contundente. Se negó a reconocer la ISL y amenazó a los atletas participantes con prohibiciones. Un observador deportivo ha sugerido que la aparición de sociedades deportivas privadas, como la ISL y el Ultimate Fighting Championship (UFC), significa que «los días del organismo deportivo están terminando». 

Transferir la gobernanza del deporte de organismos como la FIFA y el COI a estas entidades privadas sería la definición misma de saltar de la sartén al fuego. Sin embargo, la creciente popularidad de las organizaciones privadas entre los atletas demuestra que las alternativas a las IF tradicionales son posibles. Simplemente debemos ofrecer algo mejor. 

INDER ofrece un modelo. Si lo imaginamos a escala internacional, con los recursos correspondientes, el modelo cubano ofrece una visión de cómo podrían ser las futuras FI. Los socialistas ya han desarrollado modelos alternativos convincentes para la provisión de vivienda, sanidad, empleo y cultura. El deporte es una parte vital de la vida de innumerables personas en todo el mundo. Ya es hora de que empecemos a desarrollar una visión socialista también para este ámbito.

Abdul Malik

Guionista y periodista residente en Edmonton, Alberta. Es copresentador de «The Off Court Podcast».

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