Pasados cinco años, la revuelta popular chilena de 2019 se ha desvanecido, pero sus huellas permanecen en los deseos que esa primavera hizo florecer.
Notas publicadas en Protesta
Las protestas en Bangladés comenzaron por un sistema de cuotas que limita el acceso a los cargos públicos, pero tras una brutal represión gubernamental se convirtieron en un desafío político más amplio.
Samsung, buque insignia del capitalismo surcoreano y una de las mayores empresas de electrónica del mundo, caracterizada por sus prácticas antisindicales, se vio obligado a negociar tras la primera huelga de su historia.
La crisis de la universidad pública desatada por el gobierno de Javier Milei logró en Argentina lo que ningún otro frente de batalla había logrado: la protesta antigubernamental más grande de la que se tenga registro hasta el momento.
Mientras los palestinos se enfrentan al genocidio que se les está infligiendo y a sus perspectivas de liberación nacional, la simplificación de su diversidad política y sus complejos debates en curso les hace un flaco favor.
El 25 de febrero de 1941 los trabajadores holandeses se declararon en huelga en solidaridad con los judíos perseguidos por los nazis.
La presidenta no electa de Perú, Dina Boluarte, sigue en el cargo a pesar de sus pésimos índices de aprobación y de los reiterados reclamos de convocatoria a elecciones.
En Argentina volvieron las asambleas, con debates democráticos en plazas públicas, capacidad de movilización y divisiones. Un regreso a la historia de 2002 puede ayudarnos a entender el origen de esas ganas de participación directa y autoorganización.
Hace cinco siglos, Alemania vivió una revuelta popular masiva que se extendió por el campo y las ciudades.