Puede parecer así, pero la libertad y la democracia verdaderas no son compatibles con el capitalismo.
Notas publicadas en Economía
El 11 de julio de 1971 Chile sancionó la nacionalización de la minería del cobre. Pablo Neruda intervino con protagonismo en el debate, defendiendo el derecho soberano de Chile a proteger sus recursos ante lo que calificó de «un acto de piratería internacional».
Se suponía que la crisis de 2008 auguraba el fin del capitalismo financiero ultraespeculativo. Sin embargo, los actores financieros salieron fortalecidos y el capital ficticio supone una amenaza mayor que nunca para la estabilidad económica mundial.
Detrás del aparente caos de la política arancelaria de Trump hay un plan coherente para reiniciar lo que Peter Gowan denominó el «régimen del dólar-Wall Street».
La especulación no es la causa del gran estancamiento que atraviesa la economía. Es la forma en que el sistema intenta superarlo.
La Unión Europea volvió a imponer límites estrictos al déficit presupuestario, pero con excepciones para el gasto militar. Tras años de afirmar que la austeridad había terminado, ahora vemos cómo se la utiliza de forma selectiva para limitar la elección democrática.
La automatización no conduce necesariamente al desempleo masivo y, a por medio de la lucha de clases, podría contribuir a crear puestos de trabajo dignos.
El segundo mandato del presidente Donald Trump marca el fin de una era, pero no el fin del dominio incontrolado del capital sobre nuestra sociedad.
John Maynard Keynes advirtió que cuando la inversión real se convierte en un subproducto de la especulación, el resultado suele ser desastroso. Pero es difícil distinguir dónde termina una y empieza la otra.
Los más ricos de Estados Unidos ganan en horas lo que los trabajadores normales logran en su vida. Ahora que la reforma fiscal de Trump pretende perpetuar el saqueo de los superricos, «desigualdad» ya no parece una palabra lo suficientemente fuerte.